La madre del ingenio. Katrine MarcalЧитать онлайн книгу.
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CONTENIDOS
Portada
Página de créditos
Sobre este libro
1. En el que inventamos la rueda y, al cabo de cinco mil años, por fin la añadimos a una maleta
2. En el que arrancamos el coche sin rompernos la mandíbula
3. En el que llegamos a la Luna gracias a los sujetadores y las fajas
4. En el que descubrimos la diferencia entre la fuerza de un caballo y la fuerza de una mujer
5. En el que nace un gran invento en Västerås y partimos a la caza de ballenas
6. En el que las influencers se hacen más ricas que los hackers
7. En el que el cisne negro resulta tener cuerpo
8. En el que Serena Williams derrota a Garri Kaspárov
9. En el que nos olvidamos de preguntar por Mary
10. En el que decidimos no quemar el mundo en la hoguera
Notas
Bibliografía Agradecimientos
Página de créditos
La madre del ingenio
V.1: febrero de 2022
Título original: Mother of Invention
© Katrine Marçal, 2021
© de la traducción, Cristina Riera Carro, 2022
© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2022
Todos los derechos reservados.
Ilustración de cubierta: © Graham Samuels
Corrección: Carmen Romero
Publicado por Principal de los Libros
C/ Aragó, 287, 2º 1ª
08009 Barcelona
www.principaldeloslibros.com
ISBN: 978-84-18216-44-2
IBIC: NHTB
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
La madre del ingenio
¿Por qué tardamos cinco milenios en añadir ruedas a una maleta?
¿Cómo nos llevaron los sujetadores a la luna? Y ¿cómo sería el mundo si escucháramos a las mujeres? La autora best seller Katrine Marçal nos muestra las sorprendentes formas en que nuestras ideas sobre el género, muy arraigadas, nos impiden avanzar. Todos los días se ignoran inventos extraordinarios e ideas innovadoras en un mundo que continúa al servicio de los hombres. Pero no tiene por qué ser así. Desde los orígenes de los tiempos, las mujeres han tenido un papel clave en la sociedad y han ofrecido soluciones ingeniosas para algunos de los problemas más irritantes. Recientemente, han sido ellas quienes han transformado la manera en que compramos por internet, revolucionado la vida de personas con diversidad funcional y hecho del cambio climático una prioridad política.
A pesar de estos éxitos, todavía nos cuesta encontrar y financiar ideas rompedoras que podrían cambiar el futuro del planeta, y solo destinamos el tres por ciento del capital de riesgo a proyectos fundados por mujeres. Nuestros prejuicios sobre hombres y mujeres siguen determinando nuestras decisiones económicas. Durante mucho tiempo, hemos subestimado las consecuencias del machismo y la forma en que ha frenado el desarrollo económico y social. La contundente crítica de Katrine Marçal deja las cosas claras y nos demuestra cómo, en tiempos de crisis, la creatividad e inteligencia de las mujeres es precisamente lo que puede salvarnos.
Una llamada de atención sobre los efectos del machismo en la economía y la tecnología
«Una advertencia inteligente, ingeniosa y fascinante. Me ha encantado.»
Caroline Criado Perez, autora de La mujer invisible
Para Guy
1
En el que inventamos la rueda y, al cabo de cinco mil años, por fin la añadimos a una maleta
Bernard Sadow era un padre de familia de Massachusetts que trabajaba en la industria del equipaje. Era alguien que recibía un sueldo por sentarse ante su escritorio, día sí y día también, y pensar sobre el comercio de las maletas.1 A sus cuarenta y tantos, se había convertido en el vicepresidente de US Luggage y no se le daba mal su trabajo.
Corría el año 1970 y Sadow volvía a casa tras unas vacaciones con su mujer y sus hijos en Aruba. En los meses de invierno, esta isla holandesa del Caribe recibía la visita de numerosos estadounidenses acomodados en busca de un clima más cálido.
Sadow salió del coche a las afueras del pequeño aeropuerto y agarró las maletas de su familia. Una maleta de setenta centímetros podía contener alrededor de doscientos litros de equipaje y pesar hasta veinticinco kilos, así que con una en cada mano apenas podía equilibrar el peso y avanzar atropelladamente hacia los mostradores.
Esto ocurrió en la época en la que aún era posible presentarse en la terminal veinte minutos antes del despegue. Los treinta y tantos secuestros de aviones que se producían al año en Estados Unidos no habían desencadenado aún la introducción de los detectores de metal o la contratación de personal destinado a evitar que