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Memorias de Idhún. Saga. Laura GallegoЧитать онлайн книгу.

Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego


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aquí? –dijo Shail, desconcertado, apartándose de Victoria.

      Kirtash reaccionó. Blandió de nuevo su espada, pero se dio cuenta de que la luz del báculo aún envolvía el cuerpo de Jack. Victoria pareció comprender que el objeto había respondido a sus deseos de salvar la vida de su amigo, y reaccionó por fin, sujetándolo con más fuerza y avanzando unos pasos. Las piernas le temblaban, pero se esforzó por mostrar una determinación que, en el fondo, estaba lejos de sentir.

      Jack comprendió que tenía una oportunidad de salvar su vida. Lentamente, se acercó a Victoria y al báculo protector que portaba. Cuando los dos estuvieron juntos, Jack se sintió lo bastante seguro como para lanzar una mirada desafiante a Kirtash.

      —Tenemos el báculo –dijo.

      El joven esbozó una media sonrisa.

      —Y yo tengo a vuestro príncipe –dijo; su voz era suave y sugerente, apreció Victoria, pero fría y sin emoción.

      Jack se dio cuenta, con horror, de que el filo de Haiass reposaba otra vez sobre el cuello de Alsan.

      —¿Me entregarías ese báculo a cambio de su vida? –preguntó Kirtash.

      —No puedes usarlo –dijo Jack, comprendiéndolo de pronto–. Por eso estabas aquí. No conseguiste sacarlo de las rocas, ¿verdad? Pero el báculo ha acudido a la llamada de Victoria. Le pertenece a ella ahora.

      —Eso tiene fácil arreglo. Te propongo un cambio: la chica y el báculo a cambio de la vida de Alsan.

      Jack apretó los dientes y se colocó ante Victoria para protegerla, con su cuerpo y con su vida, si era necesario. No soportaba la idea de que Kirtash pudiera ponerle las manos encima.

      —Ni hablar.

      La espada se hundió un poco más en la carne de Alsan. Un fino hilo de sangre recorrió su cuello. Jack tragó saliva.

      Percibió que Shail se acercaba a ellos por detrás, y se sintió algo consolado por su presencia. Pero también Kirtash lo había detectado.

      —No des un paso más, mago –advirtió–, o tu amigo morirá.

      —Y si te entregamos el báculo, Victoria morirá –dijo Jack–. ¿Qué diferencia hay?

      —La diferencia consiste en que a ella la necesito viva –explicó Kirtash amablemente– para utilizar el báculo. Así que decide, Jack. No tengo todo el día... y Alsan tampoco.

      Por alguna razón, Jack no se sorprendió de que conociera sus nombres. Cerró los puños con tanta fuerza que se hizo daño.

      —Basta –dijo entonces Victoria–. No le hagas daño: voy contigo.

      —¿Qué? –soltó Jack–. No, Victoria. No lo permitiré. Pero eso significaba que Alsan moriría. Jack se sintió comido por la angustia. Quería salvar a su amigo, pero tampoco iba a dejar que Kirtash se llevase a Victoria. Sabía que no soportaría verla marchar y, además, lo ahogaba la rabia solo de pensarlo. Una vez se había jurado a sí mismo que haría cuanto pudiera por protegerla, y no pensaba dejarla en la estacada a las primeras de cambio.

      Sin embargo, ella se separó suavemente de él y miró a Kirtash. Y, a pesar del miedo que sentía, su voz sonó serena y segura cuando dijo:

      —Tienes que jurar por lo que sea más sagrado para ti que no harás daño a mis amigos. A ninguno de ellos. Si cumples esa condición, iré contigo... sin oponer resistencia.

      —No, Victoria... –empezó Jack, pero no pudo continuar, porque los acontecimientos se precipitaron.

      La atención de Kirtash se desvió hacia ella solo unas centésimas de segundo, y algo pareció estremecer el ambiente cuando las miradas de ambos se cruzaron. Pero Shail ya había dado un paso al frente y colocado las manos sobre los hombros de Jack y Victoria. Entonces, súbitamente, Jack comprendió qué era lo que iba a hacer el mago. Se volvió hacia él, furioso.

      —¡No, Shail! ¡¡¡NO!!!

      Demasiado tarde. Shail había cogido también a Victoria del brazo y de pronto todo daba vueltas...

      —Los has dejado escapar –dijo Elrion–. Con el báculo. Kirtash no se movió. Se había quedado mirando el lugar donde momentos antes se habían encontrado los tres amigos.

      —Deberías haber dejado que interviniera –añadió el mago.

      Kirtash se volvió hacia él. No había rabia ni frustración en su rostro. Al contrario; sonreía. Elrion lo miró, indeciso. A la hora de entender las cosas, Kirtash siempre iba muy por delante de él. Muy por delante de cualquiera, en realidad.

      —¿Por qué estás tan contento? Se nos han escapado.

      —Sí, pero me han revelado muchas cosas. Más de lo que ellos creen.

      —Pero... pero hemos perdido el báculo.

      —El báculo regresará a nosotros –le aseguró Kirtash con suavidad–. Recuerda que tenemos algo que ellos quieren.

      Elrion bajó la mirada hacia el cuerpo inconsciente de Alsan.

      —¿De veras necesitabas a esa niña? –preguntó, indeciso.

      —Sí –respondió Kirtash solamente.

      «No te imaginas hasta qué punto», añadió en silencio.

      VIII

      EL DRAGÓN Y EL UNICORNIO

      S

      HAIL suspiró y miró a Jack, que se había sentado en el sillón con gesto hosco y jugueteaba con un cordón, enrollándolo y desenrollándolo en torno a sus dedos, buscando liberar de alguna manera la tensión. La Dama se acercó a él, pero Jack la apartó de sí, malhumorado, y el animal, ofendido, fue a refugiarse en el regazo de Victoria.

      El muchacho no le había dirigido la palabra a Shail desde que regresaron de aquella desastrosa expedición al Sahara. El mago no podía culparlo.

      Entre los dos, Victoria se mostraba incómoda. También ella estaba preocupada por Alsan y dispuesta a hacer lo que fuera para rescatarlo, pero, a diferencia de Jack, comprendía que Shail había hecho lo que creía mejor. Aun así, se sentía entre dos fuegos.

      El mago se aclaró la garganta.

      —Bien, eh... escuchad, estamos en una situación muy delicada. Tenemos que rescatar a Alsan. Pero no sé si debemos.

      Jack alzó la mirada para clavarla en él.

      —¿Qué quieres decir con eso?

      —Quiero decir que Kirtash está esperando que vayamos a rescatar a nuestro amigo...

      —Eso, si queda algo que rescatar –cortó Jack con amargura.

      —Alsan es un prisionero muy valioso, Jack –intervino Victoria–. Por eso Kirtash no lo mató cuando lo capturó en la cueva. Además sabe... –vaciló; finalmente concluyó, en voz baja–. Sabe que iremos a salvarlo. Y lo está esperando, está esperando que vayamos para acabar de una vez con todos nosotros... y recuperar el báculo.

      —Por eso no deberíamos ir –asintió Shail–. Mirad, no soy muy bueno tomando decisiones. Mi corazón me dice que debemos arriesgarlo todo por recuperar a Alsan. Pero sé que él preferiría morir antes que ver desaparecer la Resistencia.

      —Me importa un carajo la Resistencia –replicó Jack, de mal talante–. Yo solo quiero rescatar a Alsan, es mi amigo y no merecía que le traicionásemos como lo hicimos ayer.

      Shail acusó el golpe. Abrió la boca para decir algo, pero no fue capaz. Desvió la mirada.

      —Jack, eso es injusto –le reprochó Victoria.

      —El yan nos traicionó –dijo Shail con suavidad–. Era una trampa. ¡Tenía que haberlo imaginado! Kirtash llegó allí antes que nosotros... imagino que le prometería algo a cambio de ayudarle...


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