Un amor inimitable. Anne WealeЧитать онлайн книгу.
>
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2000 Anne Weale
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un amor inimitable, n.º 1583 - septiembre 2020
Título original: Worthy of Marriage
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-1348-719-9
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
LUCÍA Graham sintió una mezcla de felicidad y terror aquella mañana en que quedó libre.
Había estado deseando la libertad desde el día en que la habían sentenciado a un año de prisión.
Pero sabía que el mundo al que iba a volver no sería el que había dejado. Ya tenía antecedentes penales y pocas posibilidades de mantenerse con un trabajo decente. ¿Quién iba a querer contratar a una ex presidiaria?
Después de ponerse su ropa, que olía a humedad después de tanto tiempo, fue conducida a la oficina de la directora de la prisión.
–Es lógico que sienta aprensión, Graham –dijo la mujer mayor–. Intente olvidar el pasado y empezar de nuevo. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero afortunadamente hay alguien que quiere ayudarla a reconstruir su vida.
–¿Quién? –preguntó Lucía asombrada.
–Pronto lo sabrá. Un coche la está esperando fuera. Adiós, y suerte –la directora de la cárcel le estrechó la mano, dejando claro que no iba a darle más explicaciones.
Cuando pocos minutos más tarde Lucía atravesó la gran puerta de la prisión, supuso que el coche que la estaría esperando sería del tipo de los usados por trabajadores sociales. No podía imaginarse a nadie más que quisiera ayudarla.
Había un solo coche en el aparcamiento de la prisión, y este era una imponente limusina negra. Cuando Lucía miró en su dirección, un chófer salió del vehículo y fue hacia ella.
–¿La señorita Graham?
–Sí.
–Por aquí, por favor, señorita.
El hombre la condujo a la limusina y le abrió la puerta para que entrase, como si ella fuera una persona respetable, y no un pájaro enjaulado.
Una hora más tarde, después de pasar por un bonito pueblo en una zona que parecía haber escapado al desarrollo urbanístico del sur de Inglaterra, el coche entró en los terrenos de una vieja mansión parcialmente cubierta de hiedra. Cerca de la casa, el camino se bifurcaba. Uno de los cuales conducía a la parte de atrás del edificio, y el otro se abría en un gran espacio ovalado cubierto de grava. Lentamente, con el fin de no salpicar la grava en el parque que lo rodeaba, el chófer hizo un semicírculo con el coche, y lo detuvo a unos metros de la puerta de entrada de la casa.
Unos minutos antes, Lucía lo había visto hacer una llamada en el teléfono móvil. Evidentemente había informado a alguien de su llegada a la casa. En el momento en que el chófer le abrió la puerta del coche, se abrió la puerta principal de la casa y una mujer hizo su aparición.
Al salir del coche, Lucía pensó que la mujer debía de tener cerca de cincuenta años. Llevaba una camisa blanca y una falda vaquera azul clara con un cinturón de piel. Tenía la melena peinada hacia atrás y, como único maquillaje, carmín en los labios.
–Señorita Graham, bienvenida. Mi nombre es Rosemary –extendió su mano y apretó la de Lucía–. Estoy segura de que le apetece un café. Entre y relájese, y le explicaré la situación. Debe de tener curiosidad por saber por qué está