El último beso. Jessica LemmonЧитать онлайн книгу.
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2020 Jessica Lemmon
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
El último beso, n.º 181 - septiembre 2020
Título original: One Last Kiss
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1348-632-1
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Prólogo
Cinco años y medio antes, Nochevieja
–Papá, por favor –dijo Gia Knox entre dientes.
Pero su padre, alardeando de ella, no se callaba. Esta vez estaba presumiendo de que su hija se había graduado con honores en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y en breve empezaría a trabajar en ThomKnox, la compañía familiar.
–No hay ninguna duda de que ha heredado mi inteligencia.
Jack Knox guiñó un ojo a su única hija y la rodeó con el brazo.
–No seas tonto, Jack –intervino Macy, la madre de Gia–. Todo el mundo sabe que heredado la inteligencia de mí. Venga, dejemos a estos chicos en paz. Les estamos estropeando la diversión.
Macy tiró de su marido y Gia se quedó a solas con uno de los diseñadores de páginas web con más talento de la empresa. Arrastró los pies como pudo con aquellos Louboutins negros y entrelazó las manos delante de su brillante falda negra. Se dio cuenta de que se sentía incómoda cuando empezó a juguetear con el largo collar que caía sobre su top de lentejuelas.
–Lo siento –le dijo al joven que tenía delante–. Están muy orgullosos. Por cierto, me alegro de conocerte, Jayson.
–Cooper. Nadie me llama Jayson.
–Con más motivo para no llamarte Cooper. Me gusta sentirme única.
Simplemente quería mostrarse simpática después del bochorno que había pasado con los comentarios de su padre, aunque más bien parecía que estuviera coqueteando. Por si fuera poco, Jayson le siguió la corriente.
–No hay ninguna duda de que eres única, Gia Knox.
Una