En el paraíso con su enemigo. Annie WestЧитать онлайн книгу.
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2020 Annie West
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
En el paraíso con su enemigo, n.º 2837 - febrero 2021
Título original: Contracted to Her Greek Enemy
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.
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Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1375-212-9
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
NO PUEDO más, Damen. Tengo ganas de desaparecer.
Damen miró preocupado a Clio. No era propio de ella huir de los problemas.
–No puede ser tan grave.
«Respuesta equivocada, Nicolaides», se dijo.
De su madre y de sus hermanas había aprendido a respetar el temperamento femenino. Era evidente que la situación era seria.
–¿Ah, no? –contestó Clio–. Es el único tema de conversación de mi padre, y ha convencido a mamá.
Damen se alarmó al ver a su prima llorar por primera vez en su vida. Eran primos segundos, pero estaban tan unidos como si fueran hermanos.
–Pronto es la boda de Cassie, ¡pero no sé si puedo asistir a la boda de mi propia hermana pequeña!
Damen se sintió culpable, Clio estaba pasándolo mal por su culpa.
–Papá no para de decir que yo, siendo la mayor, debería casarme antes. Que tú y yo somos la pareja perfecta y que soy una egoísta por no aceptar a un hombre decente y honesto –Clio se mordió el labio–. Por supuesto, jamás menciona tu fortuna,
El recurso al sarcasmo despejó un poco la nube que había nublado la conciencia de Damen.
Pero no era ninguna broma. Manos era un hombre difícil, y podía convertir la vida de Clio en un suplicio.
–Lo siento –dijo, tomando la mano de su prima–. No debería…
–No te hagas ahora el macho echándote la culpa, Damen Nicolaides. Ya sé que acostumbras a asumir todo tipo de responsabilidades, pero aquí no eres el único culpable –Clio suspiró–. ¿Crees que no he disfrutado de ir a fiestas contigo y no he aprovechado para hacerme con una lista potencial de clientes para mi negocio?
–La idea fue mía.
Estaba harto de tener que ahuyentar a las mujeres que buscaban en él un marido. Llevar a Clio como su acompañante regular le había facilitado las cosas.
–No has hecho nada malo –dijo Clio, apretándole la mano.
Damen la miró fijamente. Era típico de ella intentar absolverlo de culpa. Siempre lo había apoyado, y no era justo que su vida se complicara de aquella manera.
–Está bien, quedemos en que ninguno de los dos tiene la culpa –eran dos adultos con derecho a salir juntos aunque no fueran amantes–. Eso no resuelve el problema de tu padre. Tenemos que conseguir que se olvide de sus pretensiones sin que te culpe.
Clio se pasó las manos por el vestido.
–Ya te he dicho que voy a huir. A Tierra de Fuego.
–¿Sabes dónde está?
–Vale, no. Pues al Círculo Polar. Abriré un negocio de diseño de iglúes.
Damen no pudo contener una carcajada. Su prima era una diseñadora con mucho talento y sería capaz de superar ese reto. Pero no bastaría su palabra para convencer a Manos de que no eran pareja; y más con el premio de su vasta fortuna formando parte de la ecuación.
Esa era una de las razones por las que había acudido a su prima: un millonario griego soltero era un trofeo para muchas mujeres; y uno que no estuviera calvo y al que no le faltaran dientes era una rareza.
–Olvídate