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Vivir en guerra - Javier Tusell


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      VIVIR EN GUERRA

      Javier Tusell

      ISBN: 978-84-15930-05-1

      © Javier Tusell, 2013

      © Punto de Vista Editores, 2013

       http://puntodevistaeditores.com/

      [email protected]

      Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

      Índice

       El autor

       Introducción

       La conspiración contra la República

       Un primer balance de fuerzas. España dividida en dos

       La revolución y sus consecuencias

       Represión en la retaguardia

       La iglesia ante la guerra civil

       La guerra de columnas. Julio a noviembre de 1936

       La batalla en torno a Madrid

       El primer impacto internacional

       La campaña del norte, ofensivas de Belchite y de Brunete. De abril a octubre de 1937

       Guerra y economía

       La formación de dos ejércitos y la conducción de la guerra

       Unidad política en torno a Franco

       La evolución política del Frente Popular

       Teruel y la marcha hacia el Mediterráneo

       La batalla del Ebro y sus consecuencias

       Alternativas finales de la política exterior sobre la guerra

       Sociedad y cultura en tiempos de guerra

       El fin de la guerra

       Bibliografía sumaria

      Javier Tusell. Es catedrático de Historia Contemporánea desde 1975, desempeñando su puesto docente en la UNED, como director del Departamento de esta titulación, después de haber sido profesor en las Universidades Complutense, Autónoma de Barcelona y de Valencia, así como subdirector de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma.

      Tuvo, entre otros cargos de la vida pública, los de director General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas en el periodo 1975-1982 contribuyendo a la recuperación para España del Guernica de Picasso. También fue concejal del Ayuntamiento de Madrid y miembro del Consejo de Universidades por elección del Senado. Fue nombrado Patrono, en representación del Estado, de la Fundación Museo Thyssen Bornemisza.

      Publicó más de cincuenta libros sobre materias de su especialidad científica por los que ha logrado algunos de los premios más importantes que se otorgan en España en ensayo e historia. Su obra literaria y científica se ha concentrado principalmente en la historia política y de relaciones exteriores españolas del primer tercio del siglo XX aunque cultivó también el ensayo político, la crítica literaria o la historia del arte.

      Colaboró en la prensa española con artículos en las revistas intelectuales. Fue miembro del consejo editorial de Diario 16 y El Mundo y fue columnista de El País y miembro del consejo de redacción de Historia 16. También participó en programas radiofónicos en la SER, COPE y ONDA cero.

      La guerra de España es la única ocasión histórica en que nuestro país ha desempeñado un papel protagonista en la historia del siglo XX. Tan solo en otro momento, mucho más grato en sus consecuencias, como fue la transición a la democracia, España ha resultado protagonista de primera fila en la vida de la humanidad. No puede extrañar, por lo tanto, que, desde una óptica nacional o extranjera, se haya considerado como eje interpretativo de nuestro pasado lo sucedido en ese periodo.

      Este tipo de interpretación tiene un obvio inconveniente que nace de considerar la totalidad de la historia contemporánea española como un camino inevitable hacia la guerra entre dos sectores de la sociedad enfrentados a muerte. Nada parecido a una guerra civil con centenares de miles de muertos se dio en otro país del Occidente europeo durante el primer tercio del siglo XX. Eso, sin embargo, no debe hacer pensar que el enfrentamiento violento fuera inevitable. Hasta el último momento la guerra civil pudo haber sido evitada. Los testigos presenciales, en especial los que tenían responsabilidad política de importancia, suelen considerar que no fue así, pero ello se debe, quizá, al deseo de exculparse por sus responsabilidades. En realidad, pocos desearon originariamente la guerra aunque hubiera muchos más a quienes les hubiera gustado que se convirtieran en reales sus consecuencias, es decir, el aplastamiento del adversario. Con el transcurso del tiempo ese puñado de españoles consiguió la complicidad de sectores más amplios y se olvidó que los entusiasmos políticos que llevaban a una España a desear imponerse sobre la otra implicaban el derramamiento de sangre.

      Todas las caracterizaciones de la historia española como un proceso hacia la guerra no son ciertas, pero sí lo es la peculiaridad en dicha historia respecto del resto de las naciones europeas, derivada de la guerra civil. En cierto sentido la guerra civil no concluyó hasta 1977, y desde 1939 todos los rasgos de la vida española estuvieron marcados por la impronta bélica. Claro está que también con el curso del tiempo se superó esa situación, pero, a fin de cuentas, se seguía viviendo en la órbita histórica de aquel decisivo acontecimiento. La actitud del historiador sobre una cuestión como la guerra civil española necesariamente ha de ser humilde. Como se ha dicho acerca de la Revolución Francesa, nunca podrá escribirse una historia definitiva de la guerra civil española por la sencilla razón de que afectó demasiado gravemente a un número demasiado grande de personas.

      El estallido de la guerra civil no puede ser atribuido a factores de carácter externo a pesar de la ayuda prestada por Italia a monárquicos, tradicionalistas y falangistas. Durante la guerra se hizo pública por las autoridades republicanas la información relativa a los pactos logrados por los monárquicos con Mussolini en 1934, con el propósito de demostrar la supuesta existencia de una temprana conspiración contra el régimen, pero cuando tuvo verdadero carácter decisivo la ayuda italiana contra la República, y a favor de quienes querían derribarla, fue solo a partir de julio de 1936.

      A partir de febrero de 1936, los grupos de extrema derecha redoblaron sus esfuerzos por organizar una conspiración capaz de liquidar a las instituciones republicanas mediante el recurso a la violencia. La conspiración que conocemos peor en sus detalles precisos es la de los monárquicos, quizá por el hecho de que se confundía en realidad con la de los jefes militares. Como carecían de masas, tenían que limitarse a financiar a otros grupos subversivos (como la Unión Militar Española) o a preparar unos contactos en el exterior que luego tuvieron una importancia decisiva. En cualquier momento crucial de los primeros días de la guerra aparece un dirigente monárquico desempeñando un papel fundamental en cuestiones como el traslado de Franco a la Península o la primera ayuda italiana a los sublevados.

      Fue, sin embargo, el tradicionalismo quien organizó más tempranamente la conspiración con sus propias huestes. Poco después de las elecciones


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