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Oriente - Висенте Бласко-Ибаньес


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       Vicente Blasco Ibáñez

      Oriente

      Publicado por Good Press, 2019

       [email protected]

      EAN 4057664183569

       I La peregrinación cosmopolita

       II Aguas y música

       III Las mesas verdes

       IV La ciudad del refugio

       V El lago azul

       VI Los osos de Berna

       VII El lago y el Concilio

       VIII La Atenas germánica

       IX El Festival Wágner

       X El "Mozarteum"

       XI Viena la elegante

       XII El subterráneo de los emperadores

       XIII ¡Hermoso Danubio azul!...

       XIV La ciudad de los magyares

       EN ORIENTE

       XV Los Balkanes

       XVI Los turcos

       XVII Constantinopla

       XVIII El Gran Puente

       XIX Los que pasan por el Gran Puente

       XX El Gran Visir

       XXI El palacio de la Estrella

       XXII El Sélamlik

       XXIII Los perros

       XXIV Los Derviches Danzantes

       XXV El heredero de «Las mil y una noches»

       XXVI Santa Sofía

       XXVII El Papa griego

       XXVIII Turcas y eunucos

       XXIX Los derviches aulladores

       XXX Libertad religiosa

       XXXI Restos de Bizancio

       XXXII La Noche de la Fuerza

       XXXIII La entrada en Europa

       La peregrinación cosmopolita

       Índice

      Recuerdo que en cierta ocasión tuve en mis manos un ejemplar de la Gaceta Imperial de Pekín, y al revolver sus finas hojas de papel de arroz, entre las apretadas columnas de misteriosos caracteres, sólo encontré dos anuncios comprensibles por sus grabados: el que llaman vulgarmente tío del bacalao, ó sea el marinero que lleva á sus espaldas un enorme pez, pregonando las excelencias de la Emulsión Scott, y una botella de largo cuello con la etiqueta «Vichy-État».

      Pocas empresas en el mundo habrán hecho la propaganda que la Compañía Arrendataria de las aguas de Vichy.

      Circulan por las calles de la pequeña y elegante ciudad francesa los pesados carromatos cargados de cajones, camino de la estación del ferrocarril. Marchan las botellas alineadas en apretadas filas al salir de Vichy, para luego esparcirse como una esperanza de salud. ¿Adonde van?... La fama de su nombre les asegura el dominio del mundo entero. Una botella irá á morir, derramando el líquido gaseoso de sus entrañas, en una aldea obscura de las montañas españolas, y la que cabecea junto á ella no se detendrá hasta llegar á alguna población sueca, cubierta de nieve, vecina al Polo; y la otra irá á Australia; y la de más allá arrojará su burbujeante contenido, bajo el sol del África, en un campamento de europeos, de estómago quebrantado por las escaseces de la colonización.

      Y así como el agua de Vichy se esparce por el mundo, para llevar á remotos países sus virtudes curativas, los médicos de toda la tierra por un lado, y la moda por otro, empujan hacia aquí á las gentes más diversas de aspecto y de lengua.

      París, con ser la más cosmopolita de las ciudades, por la atracción que ejercen sus placeres y sus elegancias, no ofrece el aspecto mundial que el pequeño Vichy, con sus miles de extranjeros. En las primeras horas de la mañana, la muchedumbre que llena el Parque y se agolpa en torno de las fuentes, hace recordar los muelles de Gibraltar ó ciertos puertos de Asia, que son como encrucijadas marítimas, en los que se tropiezan y confunden todos los pueblos y todas las lenguas.

      La gente europea, igual y monótona al primer golpe de vista, muestra su infinita variedad de trajes, gestos y actitudes bajo los paseos cubiertos del Parque. Desfilan los ingleses con la cara impasible bajo su pequeña gorra, moviendo al andar sus anchos calzones cortos sobre las pantorrillas enfundadas en medias escocesas; pasan los alemanes con sombrerillos tiroleses rematados por enhiesta pluma; los españoles y americanos, de corbatas vistosas y conversación á gritos; los italianos, que copian con exagerado servilismo las modas británicas;


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