Las Quimeras De Emma. Isabelle B. TremblayЧитать онлайн книгу.
que el joven. También tenía la impresión de haberle encontrado y de conocerle desde hacía mucho tiempo. Se atrevió a preguntarse si era esto lo que la gente llamaba almas gemelas. Dos almas que habían sido separadas durante su encarnación y que tenían la misión de volver a encontrarse. Seguidamente puso freno a su imaginación. Sus almas se habían encontrado, pero ella sentía que todo iba demasiado rápido. No era más que un beso y hacía tiempo que nadie la había besado así. Todos sus sentidos estaban alerta. Ian la estrechaba con más ansia y sus caricias se volvían más atrevidas. Ella le animó. Entonces, sus manos se posaron en su cintura. Emma acabó por frenarle suavemente.
—No voy a acostarme contigo esta noche —dijo Emma en voz baja, pero con firmeza.
Ian estaba decepcionado, pero hizo como si nada. Veía que sería en vano. Acarició los cabellos de la joven. La encontraba hermosa y tenía unas ganas irresistibles de perderse en sus ojos verdes. El efecto que esta mujer le causaba era mucho más que físico. Emma se acercó de nuevo a Ian y tomó la iniciativa de besarle. Podría tener una aventura con Ian. Sería fácil. Pero no era propio de ella y sabía que se iba a arrepentir. Era Charlotte la experta en ligues de una sola noche. No ella. Aun así, se sentía tentada de torpedear sus principios. Sólo una vez.
• Tengo ganas de saberlo todo sobre ti, Emma. Por completo. Totalmente.
—Bien. ¿Por dónde empiezo?
***
Charlotte escogió uno de los taburetes de la barra para sentarse. Cogió su teléfono y le escribió un breve mensaje a su amiga para decirle que iba a volver al hotel y animarla a sacar partido de su paseo con su príncipe azul americano. Por una vez, era ella la que había conseguido una cita con un hombre.
— Señorita Riopel, ¿no es así? —preguntó una persona detrás de ella, en francés.
Charlotte levantó la cabeza y reconoció a Gabriel, el hombre del ascensor. Iba un poco “demasiado bien vestido” en comparación con el resto de la gente que se encontraba en el establecimiento, pero no parecía importarle lo más mínimo. Ella sonrió e inclinó la cabeza ligeramente hacia la izquierda.
—¡Gabriel Jones! ¡Desde luego, qué pequeño es el mundo! —respondió Charlotte riéndose.
—Muy pequeño. Y, lo que es más, ¡no la he seguido! —bromeó él, levantando las manos en su defensa.
—¡Por suerte! No me hubiera gustado sentirme acosada —replicó ella riéndose de nuevo.
Emma tenía razón. Era un hombre muy seductor. Sobre todo cuando sonreía, tenía un carisma impresionante del que ella sospechaba que no era consciente. Él le preguntó si podía sentarse en el taburete vacío que estaba a su lado y ella aceptó de buen grado. Le iría bien un poco de compañía y, sobre todo, alguien que hablara la misma lengua que ella.
—¿Tu amiga te ha abandonado?
—No. Está con el hombre que le dio cita esta noche. Creo que están paseando por la playa o haciendo otra cosa —respondió ella guiñando el ojo a Gabriel.
Él sonrió comprendiendo la alusión que acababa de hacer la joven. Encontraba a Charlotte muy divertida y era particularmente refrescante, después de haber pasado dos días con colegas médicos que hablaban de temas delicados propios de su profesión. Charlotte observó de lejos el cantante del grupo que avanzaba hacia ellos.
—¿Estás aquí por negocios o por placer? —preguntó Gabriel después de pedir una cerveza.
—Negocios. Soy redactora de Style Magazine. ¿Y tú? ¿Placer?
Él se rio. Ella le lanzó una mirada divertida.
—No. Trabajo. Si estuviera aquí por placer, no tendría un aire tan serio como ahora, con mi traje de entierra muertos.
Charlotte hizo la forma de una O con su boca, sorprendida por lo que él acababa de decir. No conseguía esconder sus emociones casi nunca, tan expresiva como era.
—¿Eres embalsamador?
Nunca hubiera imaginado que él pudiera tener una profesión tan morbosa.
—No. Médico. Prefiero ayudar a los vivos. Siempre es más tranquilizante para el alma salvar una vida. ¿Piensas realmente que tengo pinta de entierra muertos?
Charlotte puso su puño sobre su barbilla y le observó unos segundos, con aire pensativo.
—Sólo un aspecto demasiado serio, diría yo.
Una mano se posó sobre el hombro de Charlotte. Ella se giró y vio al cantante del grupo, que había estado sobre el escenario desde el principio de la velada, y que se dirigió a ella.
—Hola, yo soy Ryan.
Sus ojos castaños, casi negros, buscaban los de Charlotte, que le evitaban.
—Y yo, soy “no me interesa”, respondió ella en seguida dándole la espalda para volverse hacia Gabriel, con quien conversaba.
El joven soltó una risa nerviosa. Poco acostumbrado a que le mandaran a paseo de esta manera. Le picó la curiosidad y de repente encontró la situación excitante.
—Soy el amigo de Ian. Tú eres Charlotte, ¿no?
—Sí, esa soy yo. Escucha Bryan…
—Ryan. No Bryan…
— Da igual, estoy hablando con este señor, aquí presente. Un caballero de mi ciudad. Encuentro realmente maleducado de tu parte que interrumpas nuestra conversación —explicó ella, con un inglés macarrónico que Ryan encontraba atractivo.
Gabriel contemplaba la escena, tratando de disimular la sonrisa que aparecía, a su pesar, sobre su rostro. No obstante, permanecía mudo. No quería involucrarse en esta historia. Encontraba a Charlotte muy interesante y creía que era una pena que este individuo hubiera interrumpido su conversación.
—Me voy a ir pronto —dijo Gabriel, viendo que el músico insistía.
—Apenas has empezado tu cerveza —le hizo notar Charlotte señalando con el dedo la botella del hombre.
—No quiero que haya líos…
Charlotte se echó a reír. No conocía a Ryan ni tenía ganas de conocerle. Estaba convencida de que Ian le había pedido a su amigo que le hiciera compañía mientras, seguramente, él intentaba seducir a su mejor amiga. Y Charlotte no necesitaba para nada que le hicieran compañía. Era ella quien elegía los hombres con los que salía. Para nada eran ellos quienes la escogían. Le gustaba convencerse de eso. Era una mujer orgullosa, y lo sabía. Estaba en su derecho.
Había decidido, después de su primera relación amorosa, alrededor de los catorce años, que ningún hombre le iba a hacer daño nunca más. Se comportaría como ellos, aunque la mayor parte del sexo femenino condenara su actitud y sus maneras. Sentía que, más allá de esta promesa, tenía un bloqueo y se protegía del amor.
—No le debo nada a este tipo, puesto que no le conozco —dijo Charlotte después de que Ryan hubiera dado media vuelta.
—¡Una mujer con carácter y que sabe exactamente lo que quiere! ¡Bravo! —exclamó Gabriel.
Charlotte puso su codo encima de la barra y apoyó su barbilla sobre la palma de su mano mientras miraba fijamente a Gabriel en silencio. Al cabo de unos instantes, él se puso a reír, incómodo.
—Es la primera vez que conozco a un médico que no es viejo ni aburrido. Así pues, intento recordarme a mí misma que es posible encontrar médicos jóvenes como en Anatomía de Grey —le soltó Charlotte antes de echarse a reír.
Era superior a ella, le encantaba seducir. No importaba quién fuera la víctima.
—Voy a tomarlo como un cumplido. Deberías pasar más a menudo por el hospital, no sólo trabajan conmigo tipos en edad de jubilarse—respondió él jugando con su botella.
—¡No!