2030: Cómo las tendencias actuales darán forma a un nuevo mundo. Mauro F. GuillenЧитать онлайн книгу.
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Algunas cifras y datos
Cuna de la próxima revolución industrial: África subsahariana
La razón: 200 millones de hectáreas de tierras agrícolas fértiles, pero sin explotar
Superficie de México: 200 millones de hectáreas
Porcentaje de la riqueza mundial en manos de mujeres en 2000: 15
Porcentaje de la riqueza mundial en manos de mujeres en 2030: 55
Si Lehman Brothers hubiera sido Lehman Sisters:* se habría evitado la crisis financiera global
Cifra mundial de personas que pasaron hambre en 2017: 821 millones
Cifra mundial de personas que pasarán hambre en 2030: 200 millones
Cifra mundial de personas obesas en 2017: 650 millones
Cifra mundial de personas obesas en 2030: 1,100 millones
Porcentaje de estadunidenses que se estima serán obesos en 2030: 50
Porcentaje de la superficie mundial ocupada por ciudades en 2030: 1.1
Porcentaje de la población mundial que vivirá en ciudades en 2030: 60
Porcentaje de las emisiones mundiales de carbono producido por las ciudades en 2030: 87
Porcentaje de la población urbana mundial expuesta al aumento en el nivel del mar en 2030: 80
Mayor mercado actual de consumo de clase media en el mundo: Estados Unidos y Europa Occidental
Mayor mercado de consumo de clase media en 2030: China
Cifra de personas que se incorporarán a la clase media en los mercados emergentes: 1,000 millones
Cifra de personas de clase media en Estados Unidos hoy: 223 millones
Cifra de personas de clase media en Estados Unidos en 2030: 209 millones
* Es decir, si la empresa Lehman Brothers —Hermanos Lehman— hubiera sido formada por mujeres, sisters.
Introducción: el tiempo corre
La gente suele ver lo que quiere ver y escuchar lo que quiere escuchar.
Juez Taylor, en Matar a un ruiseñor, de Harper Lee
Es el año 2030.
Desde París hasta Berlín, Europa Occidental experimenta una inusual ola de calor; no se le ve fin a las inéditas temperaturas veraniegas que la prensa internacional reporta con una sensación de alarma cada vez mayor. Rehema acaba de aterrizar en su nativa Nairobi, de vuelta de su viaje a Londres, donde pasó un par de semanas con familiares lejanos. La decepcionó ver menos tiendas abiertas que en su último viaje, tal vez porque muchos se acostumbraron a comprar en línea durante la pandemia. Pasear por Gran Bretaña con ojos de inmigrante le permitió ver con claridad la diversidad del mundo que la rodea. Ahora que camina por el aeropuerto de Nairobi piensa en lo distinto que es su país de Gran Bretaña, que va detrás de Kenia en áreas como la telemedicina y los pagos móviles. Durante el viaje a casa bromea con su prima sobre las extrañas reacciones de los británicos cuando les cuenta que ella y la mayoría de sus amigos del vecindario han “asistido” a escuelas en línea desde los seis años.
A miles de kilómetros de ahí, Ángela espera pasar la aduana en el Aeropuerto JFK de la ciudad de Nueva York. En un par de semanas comenzará una maestría en Ciencias en la Universidad de Nueva York. Mientras espera, lee The New York Times que comienza con la noticia de que, por primera vez en su historia, en Estados Unidos viven más abuelos que nietos, una realidad que contrasta dramáticamente con la situación en su país, Filipinas. Resulta que miles de adultos mayores estadunidenses, al cuidado de robots que se ocupan de sus necesidades básicas, deben rentar habitaciones extra en sus casas para que les salgan las cuentas ahora que sus pensiones ya no ofrecen la red de protección económica a la que alguna vez aspiraron. Ángela pasa a un artículo de opinión bastante reaccionario que deplora que en la actualidad las mujeres superen a los hombres en porcentaje de riqueza, una tendencia que al autor le parece problemática para el futuro de la economía estadunidense. La fila para extranjeros es larga y lenta y a Ángela le da tiempo de leer la mayor parte del periódico. La de ciudadanos y residentes permanentes, por su lado, se mueve bastante rápido y Ángela alcanza a oír una conversación en la que uno de los interlocutores le explica al otro que los estadunidenses ahora pueden pasar el control de pasaportes usando una sofisticada tecnología de blockchain que representa una innovación con una amplia gama de beneficios: puede calcular el impuesto sobre la renta correspondiente a las mercancías adquiridas en el extranjero y encargarse de pedir un automóvil autónomo justo después de que el viajero recoja su equipaje.
2020: “China será el número uno en todo”.
Es una frase que se escucha con frecuencia. Otra es que Estados Unidos y China mantendrán una lucha por la supremacía global. Hay algo de verdad en estas afirmaciones, pero no alcanzan a revelar todo el panorama. En 2014 India sorprendió al mundo al poner una sonda espacial en la órbita marciana; fue el primer país que logró esta proeza en su primer intento. Desde los inicios de la era espacial, menos de 50 por ciento de las misiones emprendidas por Estados Unidos, Rusia y Europa han tenido éxito, por lo cual el logro indio resulta extraordinario. Y encima, la Organización de Investigación Espacial India hizo historia con su económico presupuesto de 74 millones de dólares.
Ahora bien, ¿cuánto dinero debería costar exactamente el envío a Marte de un satélite orbital? Pues una sola misión de un transbordador espacial requiere un desembolso de hasta 450 millones de dólares; en contraste, costó 165 millones producir la película Interestelar y 108 millones llevar El marciano hasta una sala de cine cerca de usted.
Los indios mostraron que también ellos tienen “madera”, como dijo alguna vez Tom Wolfe. Demostraron ser una potencia tecnológica de clase mundial, sobradamente capaz de hacer las cosas con eficiencia y a tiempo. La misión a Marte no fue una casualidad; de hecho, es la segunda vez que India se adelanta a las superpotencias mundiales. En 2009, su misión inaugural a la Luna nos ofreció las primeras evidencias de la existencia de agua en el satélite, “al parecer concentrada en los polos y posiblemente formada por el viento solar”, según reportó el periódico The Guardian. A la NASA le tomó 10 años confirmar por su cuenta los hallazgos indios.
Casi todos crecimos en un mundo en el que la exploración del cosmos era una actividad exorbitantemente cara, concebida por científicos espaciales, financiada por superpotencias globales con enormes recursos y ejecutada por astronautas heroicos y técnicos competentes. Dimos por sentado que las misiones espaciales eran relativamente complejas y caras, y que sólo ciertos países tenían la capacidad de llevarlas a cabo con éxito. Pero esa realidad ya es historia.
Hubo una vez en la que el mundo no sólo estaba dividido claramente en economías prósperas y rezagadas, sino que nacían muchos bebés, los trabajadores superaban en número a los jubilados y la gente anhelaba poseer automóviles y casas. Las empresas no tenían que mirar más allá de Europa y Estados Unidos para ser exitosas. El papel moneda era el medio de cambio de todas las deudas, públicas y privadas. En la escuela nos dijeron que “así era el juego”, y crecimos pensando que las reglas seguirían siendo las mismas cuando empezáramos nuestro primer empleo, formáramos una familia, viéramos a nuestros hijos abandonar el hogar y nos retiráramos.
Ese mundo conocido desaparece a pasos agigantados y en su lugar se revela una realidad desconcertante en la que operan reglas distintas. Sin que nos demos cuenta, en la mayoría de los países vivirán más abuelos que nietos; los mercados de clase media de Asia serán, en conjunto, más grandes que los de Estados Unidos y Europa juntos; las mujeres tendrán más riqueza que los hombres y estaremos rodeados por