La Tragedia De Los Trastulli. Guido PagliarinoЧитать онлайн книгу.
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Guido Pagliarino
La tragedia de los Trastulli
Novela
Traducción de Mariano Bas
Guido Pagliarino
La tragedia de los Trastulli
Novela
Traducción del italiano al español de Mariano Bas
Obra distribuida por Tektime
Copyright © 2021 Guido Pagliarino – Todos los derechos son propiedad del autor
Ediciones de la obra original en italiano:
1a Edición: La tragedia dei Trastulli, romanzo, distribución Tektime, Copyright © 2021 Guido Pagliarino – Todos los derechos son propiedad del autor Guido Pagliarino
2a Edición: La tragedia dei Trastulli, romanzo, distribución e impresión Amazon, Copyright © 2021 Guido Pagliarino – Todos los derechos son propiedad del autor Guido Pagliarino
Imagen de la portada: Máscara trágica, detalle, mosaico romano del siglo I a.C., que representa en su conjunto ambas más caras teatrales, la trágica y la cómica, Museos Capitolinos, Roma.
Aparte de las referencias generales a hechos históricos, los acontecimientos narrados, los personajes, los nombres de personas, entidades, empresas y sociedades y sus productos y servicios que aparecen en la obra son imaginarios y debe considerarse como absolutamente casual e involuntaria cualquier eventual referencia a la realidad personal, familiar, profesional o institucional, presente o pasada de cualquier persona física o jurídica.
Índice
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo I X
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Obras del autor basadas en los personajes de Vittorio D’Aiazzo y Ranieri Velli (según el orden cronológico de los acontecimientos)
FOTOGRAFÍA FUERA DEL TEXTO
Fotografía, con objetivo de gran angular, del edificio de la Comisaría de Turín, sacada desde la esquina entre corso Vinzaglio y via Grattoni, tomada del Quotidiano Piemontese del 19 de agosto de 2014 en la página de Internet https://www.quotidianopiemontese.it/2014/08/19/provincia-torino-lacqua-gola-vende-palazzo-questura/
Era el principio de la tarde del 22 de diciembre de 1961, viernes. Nuestro superior directo y amigo mío Vittorio D’Aiazzo nos había reunido en su despacho, un cuarto luminoso con vistas a la calle sobre corso Vinzaglio y en un largo y ancho pasillo en el primer piso, que albergaba la Sección de homicidios y delitos contra las personas de la Brigada Móvil de la Comisaría de Turín del Cuerpo de Guardias de la Seguridad Pública,1 una sección formada por más unidades operativas, cada una a las órdenes de un comisario. El despacho de mi amigo no era muy grande, como casi todos, salvo dos salones, en el mismo piso, habilitados como despachos del subjefe y del comisario jefe, pero yo me encontraba bien, sentado en mi pequeña mesa, a la izquierda de la de dirección del comisario D’Aiazzo, de quien yo era ayudante.
Esa tarde mi amigo quería bañar con nosotros, tomando un aperitivo, la promoción a comisario jefe2 comunicada esa mañana. Los miembros del grupo éramos diez: además de Vittorio y de mí, el jovencísimo comandante y segundo de nuestra unidad, el comisario Aldo Moreno, de veinticuatro años, cuatro agentes, dos agentes escogidos y el cabo3 Evaristo Sordi, de veintiún años de edad, que llevaba con nosotros menos de dieciocho meses y se había mostrado desde el principio bastante capaz: ascendiendo de grado por méritos, en los años 90 llegaría a la categoría más alta posible para alguien sin formación superior: inspector superior sustituto oficial de seguridad pública, comúnmente llamado comisario sustituto. El resto de la brigada no había tenido que pasar a través del pasillo para llegar hasta nosotros, pues tenía de hecho su sede en dos cuartos a la derecha del nuestro, comunicados con este y entre ellos.
Habían traído una gran bandeja con dos botellas de vermut rojo y una docena de vasos de un bar junto a la comisaría. Por orden de D’Aiazzo, dos de nuestros agentes habían servido los vasos.
—Servíos —nos dijo el nuevo comisario jefe, tomando uno de los vasos y, levantándolo, nos dijo, con una mirada y una sonrisa socarronas—: ¿Qué os dije? ¿Había llegado el momento o no? —Y, tras beber el primer sorbo—: Ah, chavales, empecé a trabajar a principios de 1943, ayer mismo. ¿Esperaba o no esta promoción?
—¡Seguro que sí! —me salió de forma espontánea, sabiendo bien los méritos de mi amigo, no solo como colaborador durante muchos años, sino siendo además conocido en toda la sección de Homicidios que él, un verdadero napolitano, había sido uno de los valerosos combatientes en los Cuatro Días de Nápoles, honrado por la República con la medalla de bronce al valor militar bajo el motivo: Combatir heroicamente contra los alemanes en los gloriosos Cuatro Días de Nápoles, 4 días en los que el pueblo italiano, por primera vez en la historia de la Resistencia europea, había atacado y vencido a los invasores alemanes, expulsándolos de la ciudad y entregándola enseguida a los angloamericanos, que entraron en Nápoles poco después con gran pompa triunfal sin haber combatido.
Todos se unieron a mi sincera exclamación de aprecio:
—Seguro.
—Claro que sí.
—Ya era hora…
D’Aiazzo, de acuerdo con el reglamento que atribuía a su nuevo grado funciones de dirección y coordinación de más unidades orgánicas en la comisaría en la que los comisarios jefe eran asignados, o iba a tener funciones superiores, o se convertiría en vicecomandante de las secciones de