Novalis expresa aquí su nostalgia por la unidad que llegó a alcanzar la Europa cristiana. Escribió este ensayo en 1799, cuando la Ilustración y la Revolución habían transformado el paisaje político y espiritual del continente, poniendo a prueba sus raíces. Goethe se opuso a su publicación, que vio finalmente la luz, póstuma y recortada, en 1826.