Para Juliano era evidente que el proyecto de restauración del imperio era indisoluble de la reconstrucción de la cultura que lo había engendrado: de la tradición, las ideas, la filosofía, la religión y el culto a los dioses. Esta restauración del estado romano y de la sociedad tradicional sólo sería sólida y eficaz si se eliminaban los factores que habían provocado la degeneración. Esta crítica del cristianismo en aras de la filosofía neoplatónica, el paganismo tradicional y el panteón grecolatino, se inscribe en una línea de polémica anticristiana temprana. Escrita en 363, «Contra los galileos», como denominaba los cristianos, se perdió probablemente como resultado de los decretos de Justiniano, pero se ha conservado gracias a su reproducción en la refutación de Cirilo («Contra Juliano»), patriarca de Alejandría y padre de la Iglesia del siglo V.