El último diálogo que escribió Platón, Leyes, es un nuevo estudio sobre la buena organización política y social, que pone de manifiesto el duradero y central interés que sintió por esta materia, ahora ya con menos optimismo del que le animara en la composición de La República. Leyes es el último diálogo de Platón, el más extenso, y no de los más atractivos para el lector, puesto que carece de la inspiración artística, de la fuerza expresiva que se entrelazaba con las argumentaciones filosóficas en la mayoría de los anteriores. Se trata de una reflexión acerca de la organización social, de carácter mucho más realista y menos utópico que la de la República, tal vez porque fue escrito después de un decepcionante intento de implantar un gobierno de filósofos en Siracusa, aunque Platón ya advertía con lucidez en la República que no debía esperarse una aplicación práctica completa ni fiel de sus grandes ideales políticos. En un diálogo entre tres ancianos (un ateniense, un cretense y un espartano), mantenido en las cercanías de Cnoso y en el curso de un desplazamiento hacia el templo de Zeus, se habla de la inminente creación de una nueva colonia cretense y se debaten varias cuestiones relacionadas con la correcta formación y evolución de una ciudad: la relación entre filosofía, religión y política, así como entre derecho natural y positivo, la obra de los grandes legisladores Licurgo y Minos (en general positiva, aunque ponían mayor empeño en las victorias bélicas que en el mantenimiento de la paz), los peligros de vivir bajo el yugo de una tiranía y la necesidad de poseer un modelo completo de Constitución y un código de leyes, cuya composición se estudia con esmero; se habla también de aspectos tales como el número idóneo de ciudadanos y su distribución, la organización de las magistraturas, la distribución de la propiedad, las penas para los delitos graves y los crímenes, la educación, las festividades y elementos propios de la vida material.