La epopeya Argonáutica fue muy admirada en la Antigüedad tardía y más allá; tras Homero, es la influencia principal de la Eneida virgiliana. Apolonio de Rodas (c. 295-215 a.C.), nacido en Alejandría, fue preceptor de la familia real ptolomeica y director de la legendaria Biblioteca de Alejandría. Su obra capital, la Argonáutica, en cuatro libros, es el único de los numerosos poemas épicos narrativos compuestos al principio del periodo helenístico que nos ha llegado. Se trata de una epopeya protagonizada por Jasón y los argonautas y la historia de su viaje con su barco Argos hasta los límites del mundo conocido, el norte de la Cólquide, la obtención con la ayuda de Medea del Vellocino de oro y el regreso a Tesalia por el Danubio, el Po, el Ródano, el Mediterráneo y el norte de África. Es un viaje heroico por espacios ignotos y pavorosos plagados de extraños monstruos (gigantes, dragones) y seres maravillosos (amazonas, hombres sembrados). El público conocía ya los incidentes de esta historia, por lo que Apolonio pudo concentrarse en aspectos como la geografía, la etnografía, la antropología y la religión comparada. Esta obra épica, compuesta a la manera tradicional –la remisión a Homero es constante y explícita en cuanto a dicción, fraseología y vocabulario–, pero no repetitiva ni imitativa, alcanzó gran fama. Tanta es su riqueza temática y descriptiva que a veces se lee como un manual de paradoxografía (relatos de maravillas), y los estudiosos la tienen por predecesora de la novela romántica tardía.