La variación genética, la selección natural, el entorno y las experiencias singulares contribuyen a moldear nuestro yo social y emocional. El autor considera las bases neuronales del aprendizaje social, la empatía, e incluso el amor, tanto el romántico como el maternal, y cartografía la biología del rechazo, de la resistencia y del miedo para relacionar estos fenómenos con determinadas zonas anatómicas del cerebro. Así descubrimos que nuestra memoria se esculpe una y otra vez, o que la oxitocina funciona como una poción amorosa en las mujeres y estimula la confianza. Con todo, en el mundo de la psiquiatría y la neurociencia lo normal difícilmente es la norma y no constituye necesariamente un estado ideal, sino, más bien, un panorama de las posibilidades humanas.