Poesía de una gran fuerza literaria, el epigrama ejerció una gran influencia en toda la literatura posterior. Desde época helenística y durante toda la Antigüedad, el epigrama fue muy cultivado como género poético refinado y erudito. Pronto se hicieron antologías y recopilaciones de los poetas que lo utilizaron. Dos de las más importantes, la Guirnalda de Meleagro y la Guirnalda de Filipo, junto con otros textos y a través de diversas recopilaciones, han llegado hasta nosotros gracias a la Antología Palatina, obra de un compilador anónimo del siglo X y llamada así por el manuscrito que la contiene, encontrado en Heidelberg, capital del Palatinado. La Guirnalda de Meleagro, junto con otros epigramas helenísticos, forma el primer volumen de la Antología Palatina en esta colección; en éste se incluye la Guirnalda de Filipo, tesalonicense afincado en Roma en época de Nerón. Su intención era continuar la de Meleagro incluyendo a los autores posteriores a éste. En conjunto advertimos la enorme riqueza de esta modalidad: poemas de amor, de nostalgias, sepulcrales o eruditos, de maldición o de lamento; hay epitafios, dedicatorias, loas a poetas y a artistas, a la naturaleza… Poesía de una gran fuerza literaria, el epigrama ejerció una gran influencia en toda la literatura posterior. Entre los autores españoles, la huella de la Antología Palatina se deja sentir, entre otros, en Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, Lope de Vega y Quevedo.