Virgilio establece dos relaciones muy distintas con el campo: en las Bucólicas compone un idealizado mundo de pastores cultos que conversan en parajes idílicos; las Geórgicas son un tratado acerca de las arduas labores del agro que sin embargo acaba cantando la sencillez de la vida rural. Publio Virgilio Marón (70-19 a.C.) gozó, más que de la admiración, de la veneración de todos los romanos, puesto que fue decisivo en la educación espiritual de su sociedad. Pero, al margen de su ascendencia y prestigio nacionales, el Mantuano sigue atrayendo a multitud de lectores que aprecian la exquisita sensibilidad de sus versos, su enorme capacidad para expresar todo tipo de pasiones y sentimientos. Si Virgilio trabajó en las Bucólicas, la primera de sus grandes obras, durante tres años (42-39 a.C.), dedicó siete años de su vida (37-30 a.C.) a escribir las Geórgicas. Las Bucólicas crean un escenario idílico, inspirado en el poeta siracusano Teócrito, en el que los pastores, personajes cultos y refinados que desentonan con lo rústico del fondo, dialogan sobre temas atemporales como el amor, la poesía, la música, la belleza, la naturaleza, la vida y la muerte, la mitología, etc., con una perfección formal extraordinaria y sin perder de vista la sociedad romana y las circunstancias históricas contemporáneas (por ejemplo, la confiscación de las tierras, que la familia de Virgilio había sufrido). Se trata de diez poemas de unos cien versos cada uno que no constituyen únicamente una colección, sino un libro cuidadosamente estructurado en un esquema simétrico. Las Geórgicas pertenecen al género didáctico: son un tratado de agricultura y ganadería de carácter doctrinario, una gran obra de utilidad práctica para la explotación agropecuaria del campo que bebe de todas las fuentes posibles, las de sus contemporáneos y las de tiempos anteriores. Se dividen en cuatro libros que cabe agrupar en dos grupos: los dos primeros abarcan el mundo inanimado (la tierra, los instrumentos para trabajarla, las predicciones meteorológicas, etc.) y el de las plantas; los dos últimos, el mundo animado (el ganado, los perros y singularmente las abejas). Sin embargo, el poema rebasa lo didáctico y deviene un canto a la vida y al trabajo manual en el campo. El Apéndice virgiliano, por su parte, es una colección de poemas menores, de corte alejandrino, que desde la Antigüedad se han atribuido al poeta mantuano, aunque no añaden nada sustancial a sus obras excelsas.