La transformación renovable de nuestro modelo energético y, en definitiva, de nuestro modelo económico, nos sitúa ante el importante reto de la neutralidad climática, esto es, del desplazamiento de las clásicas fuentes energéticas fósiles y su sustitución por una «energía segura, sostenible y limpia». Transformación que se ha de realizar a través de una transición eficiente y, también, justa, sin que nadie se quede atrás. Para conseguir este reto, la descarbonización de la economía ha de apoyarse en las energías renovables, que son objeto de un «nuevo Derecho», de un nuevo marco regulatorio que tiende a facilitar su penetración masiva y, a la vez, ordenada, tanto a través de un planteamiento normativo general, como específico en los distintos sectores. No obstante, como en toda transición, no se trata en modo alguno de un tema cerrado. La actual revisión del marco normativo europeo ya nos indica que, todavía, queda mucho por hacer.