En los últimos años, se ha dado a nivel internacional un incremento de las manifestaciones de odio, discriminación, hostilidad o violencia, hacia personas y grupos por razón de sus creencias religiosas, especialmente en el ámbito de las redes sociales. Algunos culpan a determinados creyentes y líderes religiosos de favorecer la radicalización. Otros consideran que la proliferación de leyes para combatir el discurso de odio podría facilitar la imposición de nuevos tipos de censura, como podría considerarse la práctica de no-platforming. Además, la jurisprudencia de los tribunales internacionales, en especial el TEDH, carece de criterios claros y coherentes sobre estas materias. De ahí que ante estos conflictos entre libertad religiosa y libertad de expresión, los autores se planteen en estas páginas si nos dirigimos hacia un futuro en el que los jueces tengan autoridad para juzgar la validez de las creencias.