La Universidad debe servir a la sociedad en la que se enmarca, e imbricarse en el tejido social- y económico en el que sus egresados previsiblemente buscarán una integración laboral. La entrada en vigor del Espacio Europeo de Educación Superior, y de las directrices motivadas en el Plan Bolonia, han prestado especial atención a la necesidad de fomentar la empleabilidad del alumnado acercando la actividad académica a la formación para la promoción del emprendimiento y la integración en el mundo empresarial, o al servicio de las Administraciones Públicas. Hoy es una necesidad que el alumno universitario al concluir sus estudios se encuentre preparado no sólo respecto de los conocimientos que pueda acreditar sino de las competencias y habilidades previstas en su título académico. Esta capacitación lo tiene que ser para un mundo cada vez más cambiante, en el que se apuntan metaversos, realidades virtuales, teletrabajo, drones, robots, maquinas operando con inteligencia artificial, y escenarios de digitalización en la proyección tanto personal como profesional. El presente estudio aborda una cuestión, a nuestro juicio desatendida en la academia, como es la proyección práctica, que las enseñanzas universitarias deben incorporar. Enseñanzas que se enmarcan en un currículo integrado, o integral y que exige la transferencia y conexión con el sector productivo a la par que permite que los que pronto serán egresados puedan mejorar su formación académica con un entrenamiento ad -hoc vinculado y conectado a su currículo profesional. A este objetivo vendrían a dar respuesta las actuales prácticas curriculares y extracurriculares, que se diseñaron en la formulación del Espacio Europeo de Educación Superior, las competencias y habilidades a ellas conectadas y la intensa labor de supervisión incorporada tanto para el docente académico como para el profesional de la entidad en la que ésta tiene lugar. El tema, con ser relevante, ha tenido poca atención por parte de la doctrina admi