"He narrado la muerte de muchos santos, pero todos ellos me han confirmado la verdad de esta antigua intuición cristiana: «Cuando muere un santo, es la muerte la que muere»". El autor presenta así una impresionante galería de santos, «fotografiados» en los últimos instantes de su vida. Para todos ellos, la muerte es la ternura de un abrazo, el encuentro con el Amado, largamente perseguido. Contemplaremos así la muerte de místicos y mártires, religiosos y laicos, ancianos y niños, que han aprendido el secreto del amor quizá en una vida breve pero enormemente intensa. Mediante estos sugerentes «retratos» el autor ayuda a descubrir la vida como un viaje hacia una felicidad más plena, la de la Casa del Padre.