La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos en la Valencia ilustrada. Autores VariosЧитать онлайн книгу.
Sigaud de la Fond y Valmont de Bomare, o a André Thouin en el Jardin du Roi (Peset, 1997). Animado y pagado por Floridablanca contesta a Masson, asesorado por Juan Andrés. Estudia botánica, en relación con la Académie des Sciences, con Antoine-Laurent de Jussieu y Jean-Baptiste Lamarck. Conoce la nueva ciencia, en especial le serán de utilidad la historia natural, la física y la lógica. Estudia la Monadelphia linneana, y publica también gracias a Floridablanca hermosos y sabios volúmenes de descripción. Intenta entrar en las instituciones madrileñas, pero tiene la oposición de Gómez Ortega y su escuela. Poco a poco va consiguiendo permisos, hasta que llegará a dirigir el Jardín en 1801, al retirarse el boticario. Será director de expediciones, siguiendo el ansia centralizadora de Gómez Ortega. Asimismo, mantiene fuertes polémicas con sus contrarios en la literatura científica internacional.
Por los rigores de la Revolución vuelve a Madrid, trayendo muchos trajes, un notable herbario y útiles libros comprados durante su estancia francesa. Entra en la Academia de Medicina, y cuenta con el favor de Montijo, Urquijo y Aranda. Aunque persisten allí las polémicas, aporta notables trabajos, como los dedicados a los arroces valencianos, un peligro para el paludismo. También se interesa por las posibilidades terapéuticas de algunas plantas, por ejemplo contra la rabia. Gracias a Floridablanca publica sus Icones y consigue entrar a dibujar en el jardín. En 1791 se plantea la realización de una Historia natural de España. Jovellanos iría a Asturias, él a Valencia en 1791. Busca la felicidad como buen ilustrado, a veces en contra de los terratenientes, los intermediarios e incluso de la Iglesia, que está a favor de propietarios ilustrados. Se publican las Observaciones entre 1795 y 1797, y suponen un importante aporte a la tradición de historias naturales hispanas. Es notable su trabajo geográfico, así como su preocupación por la morfología geológica.
Es consultado sobre la enseñanza en el Jardín, del que en 1801 será su profesor único; aporta su biblioteca, equipo, organización...; mejora las estufas y los semilleros, las relaciones internacionales, propone un manual..., y, por tanto, reforma por completo la enseñanza. Sus estudiantes logran las cátedras e impulsa los jardines botánicos; así sucedió en Valencia a través del rector Blasco. Muere en 1804, por lo que se queda sin publicar su estudio de plantas del Hortus Regius Matritensis. Ampara a Mutis y a su escuela, pero como hábil clérigo también es generoso con los discípulos de Ortega, elogiando mucho las láminas de la expedición del Perú. Aunque reconoce la calidad de las extranjeras, las considera en exceso caras y lujosas. Piensa mejor en unas láminas claras y sencillas, como las de Ruiz y Pavón.
En 1799 Urquijo consigue la publicación de Anales de Historia Natural (1799-1804), dirigida por los más distinguidos científicos. Aporta a sus páginas sus más notables características: rigor intelectual, utilidad pública, servicio a la Corona y credo católico. Vemos al Cavanilles completo, en sus más amplias variantes, al botánico descriptor de nuevos especímenes, que toma tanto de la península como de los descubrimientos de las expediciones, tanto del Jardín Botánico como de las recolecciones de Née. Es muy interesante su aportación al estudio de la flora de Bahía Botánica, en donde el francés en menos de un mes recogió más de mil especies. Se considera el Linneo español, pues piensa que tras la labor de colector está la del estudioso de gabinete. Recoge sin embargo amplios fragmentos del diario de Née, con descripciones agrícolas, geográficas, geológicas, antropológicas, zoológicas y botánicas. Añade estudios personales del material que trajeron, desde objetos e instrumentos (armas, maderas, vestidos, etc.) hasta un diente de canguro.
Gracias a préstamos de Gómez Ortega consigue la edición de herbarios de Joseph Banks. Nos puede así narrar la llegada inglesa y española a Australia. Los ingleses encuentran «deliciosos prados» que los españoles ignoran. Si aquéllos comunican a su gobierno las posibilidades de una rica colonia, el diario de Née alaba el futuro de unos felices colonos de baja extracción. Salvajes degradados y fieros se hallan allá, el último escalón humano por encima del orangután. Y aunque son distintos de los monos, están más cerca de ellos que los cafres, hotentotes y habitantes de Tierra de Fuego. Se diferencia de su obra Observaciones, más protector allí de la naturaleza, según Luis Arteaga. Hay en sus escritos distinto lenguaje sobre su tierra y las colonias, pero también se expresa a través de Née.
En las páginas de la revista encontramos tanto al Cavanilles filósofo cristiano, como al filósofo natural. Nos dice, al concluir el prólogo, que la riqueza y maravilla del reino vegetal «sorprehende y llama la atención de un filósofo, excitando en él ideas sublimes del Criador supremo». Reparte las plantas en lugares adecuados para su vegetación, por lo que son iguales las costas próximas de África y España, y distintas las de Europa y América, así como el Cabo de Buena Esperanza. Su papel de teórico de la botánica es de enorme importancia, como demuestra su escrito «Materiales para la historia de la Botánica», publicado en junio de 1800, un año antes de ser nombrado director del Jardín. Es ésta una ocupación de filósofos, pues como vimos, junto al remedio médico y al alimento agrícola, está el «dulce recreo» que busca la constitución íntima por medio del microscopio, los órganos de reproducción y la belleza y el uso de las partes. Se muestra distanciado al presentar amplia panoplia de orientaciones botánicas, así como al mostrar los métodos botánicos.
Partidario del método natural que –si bien hay antecedentes– atribuye por entero a la familia Jussieu, se distancia desde su nominalismo, pues no le parece posible reproducir la naturaleza. El sabio valenciano también duda de que si al complicar las clasificaciones se conocen mejor las especies y los géneros, la importancia dada a los cotiledones de las semillas es discutida. También piensa que las clasificaciones naturales son un sistema artificial más, pues sostiene que todos son artificiales. La naturaleza sólo produce individuos, sin imponer separaciones estrictas. En sus palabras se encuentran las principales disputas de la lógica moderna, de ahí la posibilidad de descripción de lo real y el papel de la inducción y la deducción en su conocimiento. Podía haber citado a Buffon, pero se refiere a Lamarck, pues ambos coinciden en la artificiosidad de los sistemas. No entra en la consideración natural, sino que sigue en la nueva lógica de Condillac y en la nueva ciencia newtoniana difundida por Jacquier. Y no menos aparece el nuevo mecanicismo científico, la creencia en unas leyes mecánicas que la naturaleza proporciona, en este caso como resultado de la perfección divina
Su mayor mérito es el detallado botánico, al estudiar incluso con microscopio los diversos órganos de las plantas, su germinación y fructificación. La naturaleza tiene sus leyes, que el botánico puede descubrir por intuición. También podía a primera vista descubrir familias –como las gramas, aun con diverso número de estambres– y anunciar el método natural, que entrará poco después de la mano de su discípulo Mariano Lagasca, que retomará de De Candolle. Será Cavanilles el primer naturalista científico entre nosotros, formado en las mejores instituciones de la época, volviendo la historia natural a su carácter de ciencia. Será el sabio que se admira ante la naturaleza, como científico y como clérigo.
BIBLIOGRAFÍA
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