Viajes y viajeros, entre ficción y realidad. Autores VariosЧитать онлайн книгу.
Cuadro de Valencia no es un relato compacto. Está compuesto de breves capítulos sobre los más diversos temas sin que se pueda percibir ninguna sistematización especial, lo que se confirma si damos un breve vistazo al índice: junto a capítulos sobre comercio, industria y mineralogía, se encuentran cuadros de costumbres como bodas, celebraciones de Nochebuena, fiestas acuáticas, ladrones de agua o descripciones turísticas avant la lettre sobre la ciudad de Valencia, con sus monumentos, iglesias y calles, sin poderse descubrir a simple vista ningún orden determinado. Pero este carácter de mosaico, junto con su estilo ligero y ameno, es lo que le confiere su gran atractivo. Se trata de un bien logrado ensamblaje de temas y formas que integra de manera muy armónica todas las fuentes utilizadas, que no son pocas, principalmente las Observaciones sobre la historia natural, geografia, agricultura, poblacion y frutos del reyno de Valencia de Antonio José Cavanilles (1795-1797): datos estadísticos, detalles concretos y todo lo que se requería de una crónica de viajes ilustrada. La obra de Fischer está a medio camino entre el relato de viaje empírico-cuantitativo y el subjetivo-cualitativo. Porque aparte de todos los datos contables y medibles, su aportación propia y su visión extraordinariamente personal predominan sobre todo lo demás. En este sentido, no es totalmente exacta la información dada por Huerkamp y Meyer-Thurow sobre el Cuadro de Valencia en su bibliografía de los escritos de Fischer («sobre la base de A. J. Cavanilles, Observaciones sobre la historia natural geografia, agricultura, poblacion y frutos del reyno de Valencia»[3]). Cavanilles es una fuente fundamental para Fischer, pero no la única, y además, utilizando toda una serie de bases documentales, él logra componer una obra totalmente nueva.
El hecho de que le haya dedicado un libro especialmente a Valencia puede que se deba a que con las Observaciones de Cavanilles disponía de suficiente material de apoyo para hacerlo, pero aparte de ello, indudablemente ésta fue la ciudad de España que más impresionó y más entusiasmó a Fischer. Lo expresa así tanto en el relato general de su viaje a España como en Reiseabentheuer y en el Cuadro de Valencia, llegando a extremos que hoy pueden parecernos inverosímiles. Por ejemplo, cuando hace recuento de extraordinarios casos de longevidad:
... en Valencia (...) se da con tanta frecuencia una vejez dichosa, y (...) una vejez extraordinaria no es ninguna rareza. (...) En todas partes oiréis hablar de viejos de ciento veinte años, incluso de ciento cuarenta, que todavía están alegres y activos (Fischer, 2008: 260).
Todos los elogios del clima, de la vegetación y de la fertilidad, o de la belleza y precocidad de las mujeres, que hoy pueden parecernos tópicos, entonces no lo eran, sino que constituyen una antiimagen al servicio de la antropología positiva, que pinta el hombre y el mundo no como es, sino como debería o podría ser.[4] Pero la imagen idílica del ser humano se complementa con una imagen satírica. No se le puede reprochar a Fischer ser acrítico y cerrar los ojos a la realidad. El Cuadro de Valencia denuncia repetidas veces la ineptitud de los gobernantes, el fanatismo religioso, etc. Desde la postura del ilustrado alemán, Fischer está convencido de que un gobierno más sabio podría contribuir a que se tomaran algunas medidas concretas para mejorar el reino.[5]
Valencia consigue incluso el milagro de que el protestante Fischer se muestre comprensivo y desprejuiciado ante el culto a los santos practicado por los valencianos. Se trata de pasajes que destilan una fina y benévola ironía. Por ejemplo, hablando de las representaciones teatrales en la fiesta de San Vicente:
¿Puede, por ejemplo, haber algo más excelso que cuando San Vicente recupera un pastel de arroz perdido o cuando consigue detener con su hisopo un toro enfurecido? Se adivina: los bondadosos habitantes de este país se han buscado un santo patrón a su medida. ¡Viva San Vicente! (Fischer, 2008: 152).
Todos estos detalles, algunos de los cuales quizá parezcan anecdóticos o pintorescos, son importantes porque pueden servir, entre otros indicios, para demostrar la estancia de Fischer en España, hecho que han puesto en duda no sólo alguna voz procedente de la Germanística,[6] sino también ya algunos de sus contemporáneos, que intentaban desacreditarle en la época en la que su estrella en la Universidad de Würzburg empezaba a declinar. Friedrich y Dorothea Schlegel, en cartas dirigidas al teólogo Heinrich Paulus, antiguo protector de Fischer en la Universidad, aluden de manera un tanto insidiosa a ciertas «calumnias» de gentes que sospechan que quizá Fischer pudo no haber estado nunca en España.[7] Pero esto sucedía en un momento en que estaba empeorando su posición como académico advenedizo y novato en el mundo universitario, por lo cual hay que tomar con mucha precaución todos los juicios negativos expresados sobre él por personas que sólo lo conocían de lejos.
Frente a esto, están todos los detalles proporcionados por Fischer y que son probablemente fruto de la propia observación, como ya hemos indicado anteriormente. Además, las coincidencias entre los relatos de Fischer y de Wilhelm von Humboldt en Die Vasken (1801) sobre el puerto vasco de Guetaria. En su Viaje, Fischer relata que se alojó en casa del cirujano del pueblo, y menciona algunos libros de medicina que encontró en su biblioteca. Humboldt, después de remitirse a la descripción de Guetaria en el Viaje de Fischer, menciona que se alojó en casa del mismo cirujano y encontró la biblioteca «todavía en el mismo estado» (Humboldt, 1961: 483 y ss.). Fischer también habla de un «indiano», y explica, «es decir, un hombre que ha hecho su fortuna en América» (Fischer, 1998: 46), que conoció allí y sobre el que da muchos detalles. Humboldt, por su parte, vuelve a referirse expresamente a Fischer en este contexto: «D. Francisco Echabe, el indiano que menciona el Sr. Fischer en su Viaje, ya no vivía cuando visitamos Guetaria» (Humboldt, 1961: 483 y ss.).
Si a esto añadimos la ausencia de publicaciones durante todo el año de 1798 en un autor como Fischer, cuyo ritmo de producción a partir de 1795 es de un promedio de tres libros por año, no es aventurado suponer que su estancia en España transcurrió, quizá no durante tanto tiempo como declara en su Viaje (dieciséis meses), pero sí a lo largo de ese año.
Los tres distintos acercamientos de Fischer a Valencia (en el Viaje, en las Reiseabentheuer y en el Cuadro de Valencia) coinciden en la alabanza del clima, la vegetación, las gentes y el estilo de vida. En las Reiseabentheuer, debido a la brevedad y al carácter semificcional de la obra,[8] se observa un mayor grado de idealización y tipificación. Pero los detalles presentes en el Viaje y en el Cuadro de Valencia están en gran parte tomados no sólo de las fuentes utilizadas, sino también de observaciones propias, e incluso de conversaciones.9 Con ello se neutralizan algunas inexactitudes, por ejemplo, la afirmación (Cuadro de Valencia, p. 8) de que el viento del oeste trae nubes de lluvia en los equinoccios, cuando en realidad es justamente lo contrario.
Valencia fue para Fischer la última estación significativa de su viaje, y allí se concentró su experiencia de España. Las múltiples impresiones, observaciones e informaciones ofrecidas sobre esta ciudad y su entorno proporcionaron, a un nivel divulgativo muy propio de la llamada «filosofía popular» típica de la Ilustración tardía alemana, una imagen del país y de sus gentes despojada de mitos e imbuida de espíritu ilustrado y optimista, resumida perfectamente en la siguiente cita de su Viaje:
En el curso de los cambios generales que pronto habrá en España, desaparecerá también aquí la presión de la nobleza y del clero, y Valencia se convertirá en la fuente de la nueva luz para todas las restantes provincias (Fischer, 1998: 186 y 438).
BIBLIOGRAFÍA
ANDRESEN, Karen (2008): «El ideario de la Ilustración en Christian August Fischer», en Fischer, 2008, pp. 63-74.
FISCHER, Christian August (1801): Reiseabentheuer II, Dresden, Heinrich Gerlach.
— (1998) [1799]: Reise von Amsterdam über Madrid und Cadiz nach Genua in den Jahren 1797 und 1798, Neuedition der Ausgabe, Berlín, ed. de Christian von Zimmermann, Heidelberg, Palatina.
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