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Feminismos y antifeminismos. Autores VariosЧитать онлайн книгу.

Feminismos y antifeminismos - Autores Varios


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1931, algunas presidentas de las AFR y conocidas figuras del blasquismo esta­blecieron en El Pueblo una serie de debates y reflexiones sobre los derechos femeninos, principalmente sobre el voto de las mujeres, objeto de polémica durante la aprobación de la Constitución. A finales de ese mismo año, Belén Sarrága visitaba Valencia tras largos años de residencia en diversos países latinoamericanos. El periódico blasquista anunciaba su visita a la ciudad, y daba la bienvenida a la propagandista por su «admi­rable cooperación en nuestra labor republicana».[103]Días más tarde era visitada por las representantes de las Agrupaciones Femeninas que se fotografiaban con ella. También, una larga entrevista en el periódico repasaba su militancia librepensadora, republicana y a favor de la «causa femenina». Belén Sárraga, que había vuelto a España para reor­ganizar en Málaga el Partido Federal, se mostraba partidaria de la igualdad civil de las mujeres que aún no se había conseguido, y abundaba en la idea de que era necesaria su preparación para el acceso a los derechos políticos.[104]Escritores y periodistas, como el también pedagogo Luis Bello, manifestaban paralelamente su desasosiego ante el voto de las mujeres españolas, afirmando, por ejemplo: «Ni un solo momento dudo de que aquí el voto de la mujer será contrario a su liberación». Por eso pedía un pequeño aplazamiento del sufragio femenino ante la incógnita de las primeras elecciones de la República.[105]En otros casos, los articulistas que escribían en el periódico, mostraban su confianza en el republicanismo femenino, pronosticando que: «[...] la mujer votará con nosotros en las próximas elecciones, volviendo la oración por pasiva y hundiendo a quienes con tan burda maniobra pretendían hundir a la República».[106]Los artículos femeninos que hacían referencia a la cuestión, como el escrito por Trinidad Pérez, expresaban el convencimien­to de que las republicanas formarían un frente único para combatir con arrojo y valor, defendiendo sus «puros ideales». Utilizando una metáfora notablemente maternal para referirse a las mujeres, decía también que, gracias a las mujeres se acercaba la hora en la que la joven República «cre[ciera] saludable y robusta en este ambiente de bienestar y cariño de que sabr[ían] rodearla».[107]

      Tras las elecciones de 1933, la cultura política compartida por los blasquistas con­tinuaba actuando como elemento cohesionador, donde hombres y mujeres representaban y daban distintos significados a las experiencias femeninas, produciendo identidades colectivas y tratando de definir y redefinir sus diferentes intereses


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