La ciencia de los sentimientos. Ignacio Rodríguez de RiveraЧитать онлайн книгу.
Tomemos un ejemplo que muchos hemos podido experimentar en nuestra vida cotidiana: veamos cómo se produce una sensación de movimiento en algunas ocasiones:
Estoy sentado en el asiento del tren, junto a una ventanilla, y el tren está detenido en la estación junto a otro tren, también parado.
‘Veo’ que el tren vecino se mueve, primero lentamente y, poco a poco, más rápido. Al poco tiempo, percibo una vibración en mi cuerpo y entonces siento y me doy cuenta de que es mi propio tren el que está moviéndose (si su movimiento fuese más acelerado, también percibiría, a través del órgano del equilibrio de mi oído, mi propio desplazamiento; pero en este ejemplo eso no sucede, porque la aceleración no es suficiente para estimularlo).
Durante la primera etapa, cuando sólo siento el movimiento a través de la vista, lo atribuyo a que el movimiento es ajeno: el tren vecino. Pero cuando, además de la vista, interviene el sentido corporal de la vibración, ambos sentidos unidos y simultáneos dan como resultado la cualidad sensorial de movimiento propio.
Lo que pretendo poner de manifiesto con este ejemplo es que un mismo hecho (movimiento del tren) puede producir dos cualia diferentes, según intervenga uno o varios sentidos en su formación: cualidad de movimiento ajeno, o cualidad de movimiento propio.
(Queda por saber si, en realidad, al mismo tiempo que se mueve mi tren, también se mueve el otro en sentido contrario. Necesitamos otros datos para averiguarlo).
Esto nos ocurre continuamente cada día, cuando vemos que el sol se desplaza allí arriba, porque no percibimos el movimiento de nuestro planeta. Por eso seguimos diciendo que el sol ‘sale’ o ‘se pone’ sobre el horizonte. Eso es lo que sentimos, aunque ‘sepamos’ que ambos se desplazan respectivamente: primero creímos saber que el Sol se movía; luego averiguamos que la Tierra se mueve en torno al Sol; más tarde llegamos a saber que ambos se desplazan respectivamente, aunque en distinta proporción. (Y el cuento sigue con que todo el sistema solar se mueve, que también se mueve la galaxia, etc.).
Pero volvamos al tema de la mente y los hechos que ocurren en su interior:
El hecho de que varios cualia se produzcan simultáneamente tiene la consecuencia de que las neuronas que se activan al mismo tiempo quedan enlazadas entre sí, de modo que, cuando uno de esos cualia es reactivado por un nuevo estímulo, se activan todos los demás a él enlazados; es decir, que si la primera constelación contenía, por ejemplo, la sensación de color rojo, y también el calor; cuando recibamos un estímulo visual de cierta frecuencia correspondiente al rojo, también se activa la cualidad de temperatura. O a la inversa: la activación del calor activa la de rojo.
Esa ‘representación’ de la experiencia rojo-caliente se vuelve a hacer presente ante lo rojo o ante lo caliente. Por eso podemos decir que la mente es un sistema de re-presentaciones de la experiencia.
Pero, antes de seguir adelante, tratemos de aclarar ese concepto de sistema que vengo usando:
Un sistema es un conjunto de elementos relacionados entre sí de tal modo que la variación o cambio de uno de ellos acarrea (directa o indirectamente) cambios en los demás.
Suele decirse que un sistema es un conjunto de elementos “y” la relación entre ellos. Por lo tanto un sistema es una unidad, no una suma o agregado de unidades; un sistema no es reducible a los elementos que lo componen.
La molécula de agua es un sistema compuesto de tres elementos atómicos: dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, que están relacionados entre sí. Si los separamos, desaparece el agua, con todas sus propiedades químicas y físicas.
Una imagen, a tamaño perceptible, de un sistema puede ser el siguiente (que pongo siempre como ejemplo gráfico de los elementos y sus relaciones):
Tenemos un conjunto de poleas y las tenemos colocadas en un mismo plano en el espacio. Cada una de esas poleas puede girar libremente, con independencia de las demás.
Ahí tenemos un conjunto de elementos, que son las poleas.
Ahora colocamos una cadena, cable o cuerda (‘cabo’ que dirían los marinos) de tal modo que rodee en cierto orden de particular a esas poleas. Con este método bien trazado hemos obtenido algo que se llama “sistema” de poleas, el cual funciona de tal modo que, cuando una de las poleas gira, provoca giro en las demás (lo cual sirve para elevar grandes pesos) con velocidades angulares que dependen del diámetro respectivo.
En ese sistema tenemos representadas dos cosas: los elementos (ruedas) y las relaciones entre ellos (la cuerda o cabo).
Los cambios de uno de los elementos produce cambios en los demás. Esto quiere decir que la ‘libertad’ de cada elemento queda limitada al formar parte de un sistema. Pero también quiere decir que el sistema así formado posee unas características o potencialidades que no tiene la mera suma de sus elementos. (En el ejemplo anterior se cumple aquello de que la unidad hace la fuerza)5.
A mí personalmente me gusta intentar una definición, en términos matemáticos, del concepto de sistema (los especialistas dirán si es acertada o no): Un sistema es un conjunto de variables mutuamente dependientes; porque creo que dicha definición permite caracterizar cada sistema según sea la índole de sus elementos y de las funciones que los relacionan entre sí.
Una vez entendido el concepto de sistema, podemos volver al asunto de ese sistema que llamamos mente:
Hemos visto que sus elementos más simples son los cualia, también hemos visto el tipo de relaciones iniciales que existe entre ellos: simultaneidad y mutua reactivación en cada nueva experiencia en la que coincide, al menos, uno de esos elementos.
Con sólo esto me atrevo a afirmar que hemos descrito y explicado cómo se forma la mente humana inconsciente. Y a partir de aquí podemos explicar el modo peculiar en que funciona esa mente o si se quiere decir en términos del antes citado Matte Blanco la lógica propia de la mente inconsciente (lógica que él formula en términos de la lógica matemática de Russell-Whitehead: lógica simétrica vs. asimétrica).
Las características del sistema inconsciente son las que enunció Freud en su célebre (y discutida) obra La Interpretación de los Sueños, características de las que únicamente me interesa destacar aquí dos, a saber: A) en el sistema inconsciente hay ausencia del factor temporal y B) hay ausencia del principio de no contradicción.
Es decir: ni tiempo ni negación; o, dicho de otro modo: sólo hay presencia (actualidad) y no hay contradicción, cosa que ya vimos cuando hablamos de sentimientos opuestos y simultáneos o, mejor dicho, de sentimientos que contienen simultáneamente valores negativos y positivos, pues en sí mismos no son contradictorios, sólo lo son para la consciencia.
Una vez aclarado el concepto general de sistema, podemos pasar a plantearnos cuáles son las causas o hechos que ‘ponen en funcionamiento’ al sistema mental, pues no todos los procesos que ocurren en el cerebro tienen que ver con la mente. Por ejemplo, el cerebro regula muchos procesos del organismo (respiración, ritmo cardiaco, vigilia o sueño, actos reflejos ‘automáticos’ a un estímulo, etc., por mencionar sólo algunos que son perceptibles para el sujeto).
Es un error, bastante frecuente entre neurocientíficos, calificar a esos procesos como inconscientes pues, aunque es cierto que transcurren sin que la mente sea consciente de ellos (como no somos conscientes de la circulación linfática o sanguínea), sería más apropiado decir que son procesos cerebrales ‘ajenos’ al ámbito propio de la mente (a nadie se le ocurre decir que la circulación de la sangre es un hecho inconsciente). Cuando hablamos de consciencia o inconsciencia, se sobreentiende que estamos hablando de asuntos o características de los procesos mentales, los cuales involucran necesariamente ciertos procesos cerebrales que todavía no han sido suficientemente aclarados por las neurociencias.
De paso, sobre esta última cuestión, creo oportuno señalar que las neurociencias han comenzado, a partir del último tercio del siglo XX, a investigar cuáles son los hechos neuronales que acompañan a la consciencia, por iniciativa de Krick (el mismo que descubrió, junto con Watson, la forma de doble hélice del ADN). Pero tengamos en cuenta que una