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Universidades, colegios, poderes - AAVV


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acto correspondía al hecho por el cual se otorgaba la plena participación en el fuero y en los privilegios académicos. Hacemos referencia a un modo de proceder que se mostraba indispensable para poder optar a graduación, así como para votar en cátedra –beneficio no utilizado por los jesuitas, rompiendo de esta manera las relaciones universitarias establecidas a pesar de las primeras reticencias por parte del gremio– . Se trata de un acto que podía ser realizado a lo largo de todo el curso rectoral de san Martín a san Martín,17 aunque normalmente, salvo casos extravagantes, era realizado en los seis días posteriores a la elección del rector de la academia salmantina.18

      La inscripción normalmente era realizada de forma personal, pero en el caso de las instituciones vinculadas, como son los colegios y conventos, solían utilizarse unas listas globales en las que, si era necesario, se señalaba la ausencia del aforado en cuestión. Como ejemplo de esta actuación para la institución que estamos analizando tenemos los ejemplos del padre Pedro Pimentel, siendo lector en el curso 1626-1627,19 o del padre Juan de Montemayor, rector durante el curso 1630-1631.20

      Otro privilegio, aunque este más propio de las órdenes religiosas, era que el secretario (en compañía del escribano) acudía a sus domicilios a efectuar la matrícula. Pero dejémonos de generalidades y pasemos al caso concreto de la orden ignaciana.

      Aunque anteriormente hemos mencionado a Maximiliano Chapelle como oidor de las lecciones dominicas de patio de escuelas, debe esperarse dos años, al curso 1550-1551, para que los jesuitas asistiesen en cuerpo y forma de comunidad a las aulas universitarias.21 Las lecciones impartidas dentro del paupérrimo colegio por parte del rector Torres no disminuyeron a pesar de la asistencia a la Academia.22 Se trata de un marco temporal en el cual el domicilio de Salamanca se estaba convirtiendo en un lugar fundamentalmente destinado a la erudición intelectual.

      A partir de este momento, numerosas fueron las consultas sobre la conveniencia de realizar la matrícula universitaria por parte de la Compañía de Jesús como institución, entrando así en la órbita universitaria.23 La situación histórica encontrada más allá de la urbe universitaria afectó, más de lo que se podía esperar, a los movimientos de los mal llamados «teatinos» en la Universidad de la Corona.

      Recuérdese que en 1546 Fernando de Valdés fue nombrado arzobispo de Sevilla. Un año después se prohíbe el acceso al cabildo capitular de la catedral primada a todos aquellos quienes no demostrasen –la preciosa y ansiada– pureza y limpieza de sangre, con todas las consecuencias que de esto se derivarán. Por si no fuera suficiente, en 1559 se prenden férreas hogueras en Valladolid y Sevilla buscando, amargamente, apagar la llama luterana y sus disidencias religiosas. De igual manera, en este mismo año, el inquisidor Valdés publicó su índice de libros prohibidos y, para elevar la compleja situación, el arzobispo Carranza es detenido por el Santo Oficio.

      Pero la repercusión de este año no termina ahí. En noviembre, mediante una pragmática regia, se prohíbe que los súbditos hispanos realicen estudios fuera de los territorios de la Corona, salvo las excepciones de Coímbra, Roma, Nápoles y Bolonia. En 1562 Sevilla será la protagonista de otro auto de fe, con el expurgo de libreros y bibliotecas. Finalmente, en 1563 concluye el Concilio de Trento y Felipe II tan solo necesitó un año para promulgar sus conclusiones como leyes del reino.

      Durante esta sucesión cronológica los jesuitas de Salamanca fueron avanzando en lo que respecta a su evolución intelectual. Múltiples visitas de los padres Araoz y Nadal acallaron las temidas denuncias de auxiliis y las reticencias por parte de sectores tradicionalistas del gremio universitario. Lenta pero decididamente, la Compañía solicitaba una situación acomodada a sus deseos dentro de la propia normativa académica, fraguándose la víspera de la epifanía de reyes de 1570, cuando Martín Gutiérrez, en nombre del conjunto de la Orden, solicitó formalmente la admisión gremial.24

      En este momento, el claustro creó una comisión para que estudiase el caso, la cual volvió a reunirse cinco días más tarde, dictando una opinión favorable al deseo jesuítico, y un añadido del maestro Diego Cuadrado: la no intención ni pretensión de posesión de cátedra.25 Posiblemente, incitado por las redes de la Compañía, Cuadrado favoreció el cumplimiento de las ordenanzas internas de la Orden y así la aceptación por parte de la curia general.26

      En la víspera de la Purificación de 157027 se llamó a claustro al rector de la Compañía. Nuevamente se reitera la solicitud de incorporación gremial del colegio, asumiendo esta lo propuesto por el maestro Cuadrado.28 El doctor Gutiérrez supo jugar con los acontecimientos; por su parte, Cuadrado, buscando que, en el caso de que la Compañía llegase a tener influencia dentro de la Universidad, no se pudiese ejercer el voto estudiantil, lo que facilitaría el camino hacia una nueva propuesta petición a los jesuitas.

      Al aceptar el padre rector dicha propuesta, la respuesta del claustro fue la pretendida:

      […] luego, los dichos señores arriba tenidos, votaron el dicho pedimento de que arriba se haze mención, en la fee del dicho poder que tiene el dicho Martín Gutiérrez [rector] de la dicha casa e Compañía, e attendiendo el bien e aprovechamiento que ha fecho e haze e se espera que la dicha congregación a de hazer en esta çiudad e Universidad, dixeron que lo incorporaban e incorporaron, e agregaban e agregaron en esta Universidad al dicho colegio e casa e Compañía del Santísimo Nombre de Jesús desta dicha çiudad de Salamanca e a las personas e colegiales del, antes e avientes e por venir, para que, desde oy en adelante y para siempre jamás, como tal colegio incorporado en ella, pueda gozar e goze de los privilegios deste dicho Esttudio, según y cómo y de la manera que lo ha pedido e demandado el dicho padre Martín Gutiérrez. Y, en lo que toca al botar, que piden ser exceptos, e no pretender cátedras, en lo uno y en lo otro y en lo que toca a este artículo, se lo concede ad nutum Universitatis […].29

      Se realizó la matrícula gremial de la Compañía de Jesús en la Universidad de Salamanca.30 Con la rúbrica del secretario, Andrés de Guadalajara, a partir de este momento los jesuitas gozaban ya de los privilegios existentes en la Universidad de Salamanca para el conjunto de sus instituciones vinculadas.

      En el caso que nos atañe, dicha matrícula no era realizada por la totalidad de los habitantes del domicilio. A modo de aproximación sirvan los siguientes datos: en el primer año de matrícula, curso 1570-1571, la realizaron un 65,22 % de los habitantes, en 1597-1598 un 36,07 %, en 1625-1626 un 51,72 %, en 1645-1646 un 78,82 % y en 1669-1670 un 92,72 %.31

      No hacemos referencia a una evolución constante, puesto que influyen numerosas variantes, como el crecimiento demográfico mencionado anteriormente. Así como las pugnas universitarias, también debe tenerse en cuenta que la matrícula no es realizada el mismo día en el que tenemos las referencias demográficas y, por tanto, pueden haberse dado traslados o recibos, por lo que los datos que acabamos de presentar deben ser tenidos como aproximativos y sujetos a diversas variantes.32

      A nivel general, en la matrícula universitaria salmantina, fundamentalmente dentro de las órdenes religiosas, encontramos dos facciones. Por un lado, las reglas tradicionalistas que continuaban con el funcionamiento existente en la primera mitad del siglo XVI y, por otro, las innovadoras que rechazaban a las cátedras y sus provisiones –siguiendo la modélica praxis jesuítica–,33 aunque sustentasen actos académicos y su asistencia a las lecciones en escuelas fuese notable.

      Las llamadas órdenes tradicionales son las de los benedictinos, dominicos, agustinos, carmelitas calzados, mercedarios, trinitarios, tercera orden de san Francisco, premonstratenses, mínimos de san Antonio de Paula y los canónigos regulares de santa María de la Vega. Entre los innovadores, además de los jesuitas, encontramos a los franciscanos, bernardos, carmelitas descalzos, jerónimos, recoletos agustinos, mercedarios y trinitarios. Hacemos mención a dos formas diferentes de tener vinculación gremial en el estudio universitario.34

      Efectuar dicha matrícula tenía un coste. Según el profesor Rodríguez-San Pedro:

      Los derechos de matrícula fueron actualizados en 1595 y fijados en 8 maravedís para dignidades y bachilleres; seis maravedís


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