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Hemingway en la España taurina - Alfonso Martínez Berganza


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      BIBLIOTECA JAVIER COY D’ESTUDIS NORD-AMERICANS

       http://puv.uv.es/biblioteca-javier-coy-destudis-nord-americans.html http://bibliotecajaviercoy.com

      DIRECTORA

      Carme Manuel

      (Universitat de València)

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       Hemingway en la España taurina

      © Herederos de Alfonso Martínez Berganza

      1ª edición de 2021

      Reservados todos los derechos

      Prohibida su reproducción total o parcial

      ISBN: 978-84-9134-813-9 (ePub)

      ISBN: 978-84-9134-814-6 (PDF)

      Ilustración de cubierta: Fotografía del archivo de Alfonso Martínez Berganza. En el callejón, Berganza, con un cigarrillo en la mano junto al sitio reservado para el Gobierno Civil, contempla un brindis, en una corrida de toros a finales de los años cuarenta

      Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

      Publicacions de la Universitat de València

       http://puv.uv.es

       [email protected]

      Edición digital

       A Mercedes

      Índice

       PRESENTACIÓN, Alberto Martínez Arias

       NOTA PREVIA DEL AUTOR

       CAPÍTULO I Era de Illinois y se llamaba Ernesto

       CAPÍTULO II Fiesta

       CAPÍTULO III ¿Por quién doblan las campanas?

       CAPÍTULO IV El verano sangriento

       APÉNDICE

       EPÍLOGO El desolladero

       Fotografías

      PRESENTACIÓN

      Alfonso Martínez Berganza terminó de escribir este manuscrito en los últimos días de 1961 y decidió dejarlo reposar en un cajón a la espera de que cediera la tormenta que caía sobre la reputación de su protagonista. Ernest Hemingway se había disparado a bocajarro dos balas de rifle el 2 de julio y quitarse de en medio no había contribuido, ni mucho menos, a que se enderezara su figura en aquella España tan nacional y tan católica que incluso había cuestionado el Concilio Vaticano II.

      El régimen franquista se había enardecido tras la publicación en la revista Life en español de las tres entregas del reportaje titulado The Dangerous Summer, que llevaban la firma del Nobel y conforme se fueron publicando sucesivamente en España (31 de octubre y 14 y 28 de noviembre de 1960) su imagen tan admirada hasta entonces se transmutó de amigo respetado en villano aborrecido.

      El día después del suicidio de Hemingway el periódico Pueblo, en su tercera página, publicó un artículo de opinión de Alfonso Martínez Berganza titulado ‘Adiós a las armas’ en el que reconocía abiertamente su admiración y su profundo respeto por Ernest Hemingway. “Bajo la impresión del momento, no cabe el análisis frío y profundo de su historia. Lo único que brota es el elogio sincero de quien llora el no haber podido estrechar su mano, cuando estaba tan cerca de la mía”.1

      Hemingway estuvo por última vez en España a finales del verano de 1960. Dijo que había venido a rematar detalles para el reportaje de 10.000 palabras que le habían encargado los editores de la revista Life y aprovechó para entregar en persona el cheque de 500 dólares con el que estaba dotado el premio de periodismo que llevaba su nombre y con el que quería apoyar, y durante cinco años al menos, a los jóvenes escritores españoles. “En España hay escritores extraordinarios con mucho talento… quiero conocer las inquietudes que expresan los más jóvenes…”. El primer premio de periodismo Ernest Hemingway se había convocado desde las páginas del diario Pueblo y en la visita que hizo a la redacción estuvo Alfonso Martínez Berganza pero, vaya usted a saber por qué, a pesar de que apenas les separaba un suspiro, el saludo entre ambos no se produjo.

      El 22 de diciembre de 1960 se anunció el ganador del primer, y último, premio Hemingway de periodismo, cuando empezaba a despuntar la operación de acoso contra el Nobel. El ganador del cheque de 500 dólares, seis mil duros de la época, fue Alfonso Martínez Berganza con el artículo titulado de forma premonitoria “El desolladero”. Todo un presagio del lugar al que estaban conduciendo entre todos a uno de los grandes dominadores de la narrativa del siglo XX, capaz de cautivar a los lectores con novelas como Fiesta, Por quién doblan las campanas o El viejo y el mar.

      La entrega del premio se produjo el día de Nochebuena de 1960. Alfonso Martínez Berganza recibió el cheque firmado por Hemingway de manos de Antonio Ordoñez, protagonista de The Dangerous Summer junto a su cuñado Luis Miguel Dominguín, asiduo invitado por Franco a sus cacerías y más franquista que el dictador,2 que en unas declaraciones recogidas por la agencia EFE aquel mismo día decía que el Nobel era “un mal novelista y peor crítico taurino”.3

      ¿Qué había escrito Hemingway en el reportaje para recibir semejante bajonazo? Simplemente decir lo que había visto persiguiendo a Ordoñez y Dominguín durante el verano de 1959 en las diez corridas de toros en las que participaron juntos. Escribir de toros y de toreros, intentando reflejar sus emociones y sus miedos. Escribir de lo que ocurría dentro y fuera de los cosos, de lo que había visto y de lo que le habían contado, denunciando de paso artimañas y trampas, por todos conocidas, pero nunca reconocidas. Y citar con un vago aire de desprecio a Manolete, asegurando que fue un buen torero “pero con trucos baratos”.

      Desde la inmediatez, Alfonso Martínez Berganza analiza en esta suerte de ensayo novelado aquellos acontecimientos vividos, navegando entre el reportaje taurino, la crítica literaria y el análisis sociológico de aquella afición sometida al dictado de los grandes vates de la crítica taurina de la época, entre ellos Gregorio Corrochano, autor de una frase “Es de Ronda y se llama Cayetano”, que hizo fortuna entonces y que aún se recuerda en homenaje al padre de Antonio Ordoñez, Cayetano, El Niño de la Palma. En el análisis del reportaje aparecido en Life dice Alfonso Martínez Berganza que “hay conocimiento, descripciones y crónicas taurinas que ni los críticos más perspicaces de la fiesta han conseguido” y que “el reportaje es claro y didáctico en lo taurino” reflejando “todo lo que llevaba dentro (Hemingway) desde hacía más de treinta y cinco años en torno a los críticos, los toreros y los toros”. Y aún más, señala a esos “entendidos con cátedra” que “no sabían por dónde darle la cornada” y que “se agarraron a lo de “los trucos baratos” “buscando la solución por los flancos y el adorno pijotero, como también hacen los torerillos baratos”

      Alfonso Martínez Berganza no pudo


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