La mirada inquieta. AAVVЧитать онлайн книгу.
podrán gozar de la misma credibilidad, prestigio y estatus que los gestores, los conservadores o los comisarios.
Con la intención de ayudar a recorrer este camino, algunas universidades e instituciones hace ya tiempo que estamos trabajando tanto en programas de formación como en reivindicaciones de esta profesión, ya que consideramos que la educación formal no puede estar desvinculada de todas estas importantes implicaciones sociales. Los modos de afrontar el tema son varios, pero sin duda la investigación y el estudio son un arma poderosa para hacerle frente y un termómetro que nos da el diagnóstico de la situación.
BREVE EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO MUSEO: INTENCIONES EDUCATIVAS
Antes de empezar a hablar de lo que entendemos hoy en día por educación en el museo, y a modo de introducción para situarnos en el tema, hemos creído conveniente hacer un breve recorrido por la evolución de la institución museística con el fin de facilitar comparaciones en todas las variables que intervienen y dar la oportunidad de analizar el contexto en que se plantea, por primera vez, la educación en el museo. Con el objetivo de centrar mejor los aspectos implicados, pues, presentaremos la evolución del museo a través de una tabla confeccionada a partir de aquellos aspectos museísticos que nos han parecido más variables y dinámicos, en el tiempo y el espacio, y que han ido conformando desde las colecciones iniciales hasta los museos actuales.
Estos aspectos son los siguientes:
a. los objetos sobre los que recae la selección y la ordenación;
b. los sujetos que operan en la selección y atribuyen valores a estos objetos;
c. los valores que se atribuyen a los objetos seleccionados;
d. los espacios donde se reúnen;
e. la finalidad del coleccionismo y de los museos;
f. la accesibilidad del público a las colecciones y a los museos, y, finalmente,
g. las intenciones educativas del coleccionismo y de los museos.
A través de la siguiente tabla evolutiva podemos ver que la educación en el museo no nace en el siglo XX, sino que de un modo implícito o explícito, elitista o popular, directo o indirecto, como finalidad u objetivo, siempre ha ido acompañando a la institución museística. Ahora bien, es evidente que hoy en día lo que se considera que debe ser la educación en el museo debe incluir más elementos que los de los estudiosos renacentistas, ya que debe responder a los retos de una sociedad postmoderna, con todo lo que eso implica: por un lado, los efectos del consumismo y la globalización; y por otro, las mejoras que nos puedan aportar las nuevas tecnologías y la cultura visual que nos rodea.
TABLA 1
EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO MUSEO DESDE SU GÉNESIS HASTA EL SIGLO XX
Es conveniente dar una perspectiva rigurosa cuando se hace la revisión histórica de las últimas décadas y no desestimar las aportaciones significativas (que no quiere decir mayoritarias) que han habido en nuestro entorno próximo ni tampoco dejar de lado los importantes esfuerzos empleados por algunas instituciones catalanas para estar al día en estos temas. Tampoco podemos caer en el error, muy generalizado, de creer que
la educación tradicional de los museos procede únicamente de Europa, y la innovación la definen las influencias norteamericanas. Esta simplificación, que ha sido bastante divulgada, en estos momentos no puede darse como válida. Es verdad que las políticas de público son una preocupación marcadamente americana, y aquí no nos hemos olvidado de los aspectos de la conservación, pero ello no priva de que las políticas que ahora estamos planteando sean necesariamente sectarias.
(A. Garcia y R. Juanola, 2003)
Lo que sí podemos decir es que tanto en Europa como en Estados Unidos, la función educativa de los museos se ha ido configurando según la gestión de la institución, la conservación y la exposición de la colección, y según el carácter y profesionalización de su personal. Por lo tanto, las concepciones de la educación en el museo responden a menudo al modelo de institución de fondo que determina una práctica museológica u otra, siendo éstas altamente cambiantes y divergentes no sólo de país a país, sino también en círculos o ámbitos geográficos pequeños.
La evolución museística nos permite observar que el hecho determinante del desarrollo de la función educativa de los museos fue su apertura pública. Nos referimos no sólo al acceso físico, sino al reconocimiento del visitante como parte integrante de la institución. Como consecuencia, se incrementó la tensión entre la preponderancia de los objetos y/o de los visitantes, una de las tensiones más comunes entre los profesionales del museo. De hecho, hoy en día, esta dicotomía todavía existe y se traduce en el debate sobre la falta de equilibrio entre aquellos que representan la tradición de los objetos –que actualmente se encuentran en las posiciones de poder y no quieren ser cuestionados– y los que piden un cambio estructural e ideológico del museo, resituando las tareas tradicionales de éste para convertirlo en una institución útil para la sociedad mediante la aportación de oportunidades educativas para el público. No es que actualmente no se defiendan los valores tradicionales del museo (investigación, conservación o exposición) sino que, como dice Hooper-Greenhill (1998: 10),
El reto es preservar estas preocupaciones museológicas tradicionales y combinarlas con los valores educativos que se centran en cómo los objetos conservados en los museos pueden mejorar la calidad de vida de todo el mundo.
LOS MUSEOS DE HOY EN DÍA: IMPLICACIONES EDUCATIVAS
Hoy en día podemos afirmar que en el panorama museístico conviven instituciones de distintas y variadas líneas de actuación y que, por lo tanto, no se puede hablar de la existencia de un solo modelo de museo, sino de la convivencia más o menos grata de la diversidad. Este hecho tendría mucha relación con las distintas «etapas» que según Díaz Balerdi (1994: 99), ha sufrido el museo durante su evolución. Él las resume en
tres grandes etapas, cada una de las cuales gira en torno a un vector prioritario al que se supeditan todos los demás. La primera se caracterizaría por la preponderancia del objeto. La segunda, por la del sujeto. La tercera, por el acento que se pone en la relación entre el sujeto y el objeto. O lo que es lo mismo, conservación, público y comunicación.
Padró (2002a), además de añadir una cuarta etapa, que respondería al momento en que el museo es capaz de dotar al público de las herramientas suficientes para dialogar y construir culturalmente el museo, considera que las etapas descritas por I. Díaz Balerdi, más que etapas son sistemas, que se organizan como zonas simultáneas y no progresivas y que pueden convivir en una misma realidad. Este hecho provoca que actualmente, según nuestro parecer y a grandes rasgos, convivan, al menos, tres modelos de museos distintos, que se organizan en relación con la importancia que éstos otorgan a sus funciones: los museos tradicionales, los nuevos museos y el llamado «postmuseo» (Hooper-Greenhill, 2000: 144). Para mostrar las características de cada uno de estos tres museos nos ayudamos de la tabla siguiente:
TABLA 2 TRES TIPOLOGÍAS DE MUSEOS QUE CONVIVEN EN EL SIGLO XXI
¿QUÉ ENTENDEMOS HOY EN DÍA POR EDUCACIÓN EN EL MUSEO?
Actualmente, la idea de que la educación es uno de los principales objetivos del museo es un hecho aceptado, básicamente, por todo el mundo. Ahora bien, el problema aparece cuando intentamos definir qué se entiende, exactamente, por educación en el museo. Fontal (Calaf, 2003: 53) nos pone