Wittgenstein y la estética. Jacques BouveresseЧитать онлайн книгу.
los textos y entra de lleno en la vida.
El lugar de la estética en la filosofía de Wittgenstein
El título del presente epígrafe es deliberadamente laxo al referirse al lugar de la estética en la filosofía (y no en la obra) de L. Wittgenstein. No obstante, conviene empezar por este último aspecto: ¿cuáles son los escritos de Wittgenstein sobre estética? Si somos estrictos, la respuesta a esta pregunta plantea una sorprendente paradoja: Wittgenstein no escribió prácticamente nada sobre estética, si entendemos que “escribir” significa culminar con la publicación un proceso de elaboración más acabado que unas meras notas de clase, fichas o esbozos. En realidad, este aspecto podría hacerse extensivo, si no con la misma agudeza, a toda la obra de Wittgenstein, puesto que, como es sabido, a excepción del Tractatus , una recensión, un artículo y un vocabulario para la escuela primaria, los textos considerados hoy como fruto del filósofo no son más que compilaciones publicadas póstumamente por sus albaceas literarios a partir de sus papeles.
Así pues, lo que se ha considerado tradicionalmente como los textos sobre estética de Wittgenstein consisten en las Conferencias de Wittgenstein de 1930-1933 (una serie de apuntes tomados por Moore), las Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa de 1938-1946, que no son más que notas tomadas por varios alumnos de las clases impartidas por el filósofo, y, más secundariamente, algunas notas de clase procedentes de otros cursos como las Wittgenstein´s Lectures 1930-32 o las Wittgenstein´s Lectures 1932-35, además de algunas observaciones más o menos esporádicas en varios de sus libros, y muy especialmente en las Vermichte Bemerkungen (aparecido en castellano como Observaciones, en inglés como Culture and Value). Es evidente que se trata de textos no escritos por el propio Wittgenstein y cuya publicación, además, es muy probable que Wittgenstein no hubiese considerado.
Pero existen una serie de indicios que nos llevan a pensar que la estética de Wittgenstein es algo más complejo y más rico que lo que una lectura de sus textos “sobre estética” podría deparar (sin menospreciar el indudable interés de estos escritos). En primer lugar, y en sintonía con ese rechazo visceral del despiece en áreas filosóficas del que hablábamos al principio de estas páginas, la obra de Wittgenstein nos impulsa a considerar, para una estética wittgensteiniana, el conjunto de sus escritos, o aún mejor, el pensamiento wittgensteiniano entero. De este modo, las consecuencias para la estética se sitúan en el centro mismo del pensamiento de Wittgenstein y no enganchadas, casi por los pelos, en su periferia. De esta centralidad de la estética en su filosofía habla elocuentemente la conocida cita:
Los problemas científicos pueden interesarme, pero nunca apresarme realmente. Esto lo hacen sólo los problemas conceptuales y estéticos. En el fondo, la solución de los problemas científicos me es indiferente; pero no la de los otros problemas (Observaciones, p. 140)
No es una mera casualidad el hecho de que los textos considerados como “centrales” (como las Investigaciones filosóficas ) estén plagados de ejemplos tomados de la música, la pintura, la arquitectura, la literatura, etc. ¿Es un simple reflejo de su gusto e interés por lo artístico desde la infancia (como atestiguan su biografía y las “personal recollections” de sus amigos)? No; hemos de interpretar la sintomaticidad de este hecho mucho más allá: existe una doble corriente de aportaciones entre el pensamiento de Wittgenstein y la estética. A saber, leer el pensamiento de Wittgenstein con ojos estéticos (desde las precupaciones, los intereses, los problemas y los modos de proceder de la estética) implica un replanteamiento profundo (si no convulsivo) de la naturaleza misma de éstos; pero también, ese “enfoque estético” constituye una privilegiada atalaya para comprender adecuadamente el pensamiento de Wittgenstein en su compleja riqueza. Y, en línea con esto, no resulta en absoluto descabellado afirmar que este camino de ida y vuelta constante que pone en relación a Wittgenstein con la estética es la mejor expresión de la dicotomía decir / mostrar, central en toda su obra: la posibilidad misma de una “estética wittgensteiniana” descansa sobre una parte “no escrita” o “no dicha” por Wittgenstein. Eso es literalmente cierto en el Tractatus, donde la estética, junto a la religión, la ética, la lógica y la metafísica pertenecen al terreno de lo “no decible”. Pero también lo es para el llamado segundo Wittgenstein, el Wittgenstein de las PU., para quien el “decir” entendido como una formulación sistemática, fundamentadora, de “teorías estéticas” deja paso a un decir menos pretencioso (las descripciones suplementarias) definitivamente reconciliado y en perfecta simbiosis con el “mostrar”.
En definitiva, hablar de una estética wittgensteiniana (esa parte no escrita por Wittgenstein) implica, de un lado, tomar partido por la interpretación de la obra y el pensamiento de Wittgenstein, y, de otro, estar dispuesto a una profunda reconsideración de la naturaleza, objeto, procedimientos y problemas de la estética como teoría.
aufklären / aufleuchten. Sobre los dos Wittgenstein
Resulta ya familiar el hecho de referirse a la obra y el pensamiento de Wittgenstein haciendo una distinción entre los denominados “primer Wittgenstein” y “segundo Wittgenstein”. Las razones aducidas para mantener dicha distinción, así como las caracterizaciones de uno y otro Wittgenstein, han resultado ser bastante simplificadoras, cuando no abiertamente confundentes. ¿Podemos, en justicia, mantenerlas en pie desde una perspectiva filosófica? ¿Cuáles serían los rasgos distintivos de uno y otro? Frecuentemente, el criterio para explicar la distinción es meramente biográfico: los años que suceden a la publicación del Tractatus y el “abandono” de la filosofía por parte de Wittgenstein y que preceden a la vuelta de éste a Cambridge son denominados la etapa de transición. Otras veces, primer y segundo Wittgenstein son considerados como entidades autónomas, esto es, como sendos corpus de ideas perfectamente aislables y reconocibles. Adelantaremos, por lo que a nuestra posición se refiere, que la alusión al primer y segundo Wittgenstein acaba teniendo, en último término, una justificación puramente operativa y no ontológica.
Los estudios sobre Wittgenstein ofrecen, a este respecto, un abanico de interpretaciones que van desde la ruptura radical entre primer y segundo Wittgenstein hasta la continuidad (con variantes peculiares). Para nosotros, es indiscutible que, sea cual sea el signo que se imprima a la transición, la filosofía del primer o del segundo Wittgenstein sólo adquiere su verdadero significado y riqueza en el contexto de la filosofía de Wittgenstein como un todo en el que cada etapa toma sentido por su relación y contraste con la otra. Dejando aparte las diferentes (y a menudo brillantes) interpretaciones sobre el grado de vinculación entre los dos Wittgenstein, nosotros vamos a exponer, siquiera brevemente, cómo el cambio en el modo de concebir la “claridad” es, quizás, una de las mejores atalayas para comprender la transición del primer al segundo Wittgenstein, centrándonos en el cambio de concepción filosófica que viene expresado en la transición del concepto de aufklären (en el primer Wittgenstein) al concepto de aufleuchten (en el segundo). Por otra parte, esta constatación no sólo tiene resonancias estéticas, sino que además mantiene con la comprensión estética una relación de mutua explicación.
En el T.L.P. (ver 4.112, 4.115 y 4.116, por ejemplo) la idea de “claridad” es clave en todos los párrafos en que Wittgenstein se refiere a la tarea y fines de la filosofía. Son diversos los términos que utiliza para expresar ese concepto: Klarung (aclaración) y klar (claro, claramente), Erläuterungen (elucidaciones), klar prachen (esclarecer, poner en claro), das Klarwerden (el esclarecerse).
Es bastante evidente que la claridad ocupa, en la filosofía de Wittgenstein, el lugar que en las filosofías tradicionales tiene el criterio de fundamentación, y en las teorías científicas, el criterio de demostración. Pero su papel no se limita a una mera sustitución de dichos criterios, sino que se resiste a cumplir las funciones que en ese lugar tenían asignadas éstos y funda un estilo filosófico radicalmente distinto, donde el único criterio de felicidad (de haber alcanzado la claridad) es la satisfacción de quienes lo logren entender (“Habrá alcanzado su objeto si logra satisfacer a aquéllos que lo leyeren entendiéndolo” - Prólogo al T.L.P., p. 31, y aquí no se trata de una captatio benevolentiae ).
En 6.521