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Comunidad e identidad en el mundo ibérico. AAVVЧитать онлайн книгу.

Comunidad e identidad en el mundo ibérico - AAVV


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y difundir el pasado de la Monarquía Hispánica. Pero la figura del hispanista, en este caso, no basta; y como afirma J. Elliott: «la figura del hispanista debería quedar siempre en segundo lugar respecto al historiador. Pero afortunado el historiador cuyo país de elección tiene tanto que ofrecer».1 En realidad, la integración y la simbiosis del historiador norirlandés ha sido tan plena y completa que se asemeja a una segunda piel o prenda de vestir; y, además, con la perspectiva positiva de quien revisa y estudia el pasado de un país y un territorio sin condicionamientos previos de origen y con una capacidad de observación, por tanto, más aguda y profunda.2

      Es éste un aspecto que ha perseguido, deliberadamente, con sistematicidad y con una excepcional curiosidad intelectual que, entre otras cosas, ha contribuido a otorgarle reconocimiento en Europa y Gran Bretaña incluyendo dos doctorados honoris causa: Valencia y Granada. Pero el mérito y el significado del trabajo de Jim en el campo internacional le viene dado por el papel que ha jugado en la historiografía española a partir de la segunda mitad de los años ochenta. Es uno de los historiadores que ha participado en el proceso de innovación de dicha historiografía en la etapa del posfranquismo, contribuyendo, poderosamente, a influir en el desarrollo de las grandes cuestiones estructurales y socioeconómicas de la historia social y muy especialmente en los campos teórico y metodológico.

      Dos grandes logros se pueden apuntar: a) la recuperación de textos contemporáneos y tratadistas de época que ofrecen sugerentes aportaciones y visiones novedosas respecto al análisis que las fuentes escritas tradicionales: notariales, concejiles, parroquiales, judiciales, muestran al historiador. Se trata de enfrentar a las fuentes con la realidad de la época ofrecida por sus propios protagonistas; aunque esta versión precisa de contraste al no estar exenta de la subjetividad o intereses de diverso tipo. Otra manera más sutil es cruzar fuentes que matizan resultados estadísticos como, por ejemplo, el catastro de Ensenada o los censos de población (1591, 1787). Las tipologías y formas familiares que estas excepcionales fuentes ofrecen de la realidad social, se verá matizada por relaciones sociales y de parentesco que saltan las estrictas divisiones de fuentes estadísticas, pero estáticas, para explicar las actuaciones y prácticas económicas y sociales, a la vez que adquieren movilidad temporal. Podríamos afirmar que frente a uniformidad y unidad familiar, bien sea nuclear o extensa, nos encontramos con complejidad y diversidad familiar.

      La segunda aportación de Jim tiene que ver con su interés por la recuperación y el estudio de la comunidad. Sin embargo, sus presupuestos teóricos se orientan más hacia la historia local que hacia la microhistoria; la vida de los personajes sencillos en su recorrido horizontal y vertical se entrelaza con las relaciones sociales de vecindad, amistad, trabajo y producción que articulan un sistema social basado, sobre todo, en los lazos personales y en los vínculos sociales que reflejan la dependencia y la jerarquía como factores de ordenación y organización social.

      En un programa de doctorado impartido por Jim Casey en la Universidad de Murcia entre el 24 y el 26 de mayo de 2006, trasladó a sus alumnos dos líneas que enmarcaban el contexto general de la historia de la familia en Europa: a) señalar la deuda de los historiadores para con la temática de la antropología social: la reconstrucción de las formas de solidaridad y de jerarquía social en las sociedades llamadas «a pequeña escala», típicas de la Europa preindustrial; b) explorar la importancia de las relaciones en tales sociedades de «persona a persona», donde se confunden vida pública y vida privada, «casa y calle», «casa, familia y taller gremial», siendo el nexo entre ambos el concepto del «honor» de la familia.

      A partir de estas consideraciones, la trascendencia, importancia e influencia de la familia se puede rastrear en tres campos: a) la adscripción del individuo a la categoría social heredada; b) el acceso a la propiedad a través de instrumentos familiares (herencia de tierras, oficios de los padres, casamientos con herederas), tanto o más que por el funcionamiento del mercado de trabajo; c) la protección que podía brindar el lazo de sangre o de parentesco artificial (compadrazgo) en sociedades caracterizadas por la descentralización del poder. Todas estas consideraciones tienen como protagonistas a la comunidad en la que se desenvuelven los individuos que protagonizan estas prácticas y estas realidades.

      Una evidente conclusión a estas propuestas de análisis es el acercamiento de la antropología y la sociología al análisis histórico.

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