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Espais i imatges de la Generalitat - AAVV


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de las obras de esta época se pueden calificar de utilitarias, sin que parezca existir todavía un interés evidente por monumentalizar la sede de la Generalitat, sino simplemente el deseo de garantizar el mantenimiento de un edificio que debía cumplir unas funciones prácticas, relacionadas con la administración, la centralización de los ingresos y gastos de la institución, y las reuniones periódicas de los diputados.24 Incluso las pocas actuaciones de pintores que se registran tienen un cometido muy práctico, siendo la primera de una cierta, aunque escasa, dificultad figurativa, la llevada a cabo por Joan Ridaura, que en 1447 recibió el encargo de pintar una tabla con los escudos de los tres brazos para ponerla sobre la puerta de la casa.25

      Las obras adquirieron una mayor envergadura en el último cuarto del siglo XV, en una época en que la Generalitat se había convertido ya en un importante poder político en el reino. Así en diciembre de 1477 se comenzó la edificación de un porche delante de la puerta principal que se encomendó al carpintero Lluís Amorós, miembro de una saga que llevaba todo el siglo al cargo de la fábrica de madera de la catedral, y al maestro obrer de vila Miquel Ruvio, y la primera fase se dio por finalizada en abril de 1478, cuando se entregó a ambos una paga de 2.487 sueldos y 10 dineros, muy por encima, como vemos, de la media de las contratas del período inmediatamente anterior.26

      Pero el gran impulso a la monumentalización del edificio se dio en 1481, con la compra de la casa contigua a la primitiva sede de la Generalitat, que pertenecía al donzell Arnau Guillem Escrivà, por el que actuaron su hija Peirona y su yerno Galeàs Joan. En 1446 un Galeàs Joan, quizá el padre del que nos interesa, era jutge comptador de la institución, una especie de auditor de cuentas.27 Su hijo sería, ya en esta década de 1480, uno de los oligarcas de la ciudad y persona de confianza del rey Fernando el Católico, en tanto en 1482 sería el primer ciutadà nombrado en la ceda o listado elaborado por el racional de la ciudad de las personas «aptas» para ocupar el cargo de jurat municipal al año siguiente.28 Sin embargo, aunque él era de alguna forma el administrador de los bienes de su suegro, la casa, de considerables dimensiones, aún le pertenecía oficialmente a este último.29 El contrato de la venta del inmueble a la Generalitat afirma que éste iba desde la calle de Caballeros a la plaza de los Pròxita –la parte norte de la actual plaza de Manises–, y que confrontaba, además de con la primitiva sede de la institución, con una casa propiedad del pavorde de la catedral Berenguer Clavell y con un adzucac o callejón sin salida. Sabemos, por otra parte, gracias a los albaranes de la Generalitat, que ni Escrivà ni Galeàs Joan vivían en esa casa, sino que la tenían arrendada a una tal Damiata Mateu por doscientos sueldos al año, que los diputados tuvieron que devolverle a esta cuando en 1481 la echaron de su vivienda.30 El precio por el que la Generalitat adquirió este nuevo espacio fue de 16.000 sueldos, de nuevo una inversión astronómica, muy lejos de los precios del mercado inmobiliario habitual, lo que revela tanto el gran tamaño de las propiedades adquiridas, como quizá también la capacidad de los vendedores de aprovechar la urgencia de espacio que padecía una diputación poderosa y todavía muy solvente, capaz de desviar parte de la inversión hacia su propia deuda consolidada. Esto ya lo observamos en el caso de la vivienda de Desplà, y se vuelve a comprobar en esta segunda, cuando una parte del precio se convirtió también en un censal de 664 sueldos anuales que la Generalitat comenzó a pagar a Arnau Guillem Escrivà al año siguiente.31 Además de esto se debieron abonar setecientos sueldos de lluïsme al titular del dominio directo del inmueble, el sacerdote Lluís Valls, beneficiado de la catedral.32 El que este derecho enfitéutico, que solía gravar las compraventas de inmuebles con aproximadamente un 10 % de su precio de venta, solo ascendiera a esa cantidad, equivalente más o menos a lo que la Generalitat debió de abonar en metálico a Escrivà y a su yerno, seguramente quiere decir que la táctica habitual de convertir parte del precio en un censal buscaba también la ventaja de ahorrarse una parte importante de este recargo.33

      Aún se llevarían a cabo después dos nuevas ampliaciones, ahora hacia el este –hacia la actual plaza de la Virgen– en los siguientes treinta años, con la compra de dos inmuebles más: el del jurista Jaume Valero, en 1513, por 10.400 sueldos más la cancelación de una hipoteca o retrocensal que tenía contraído con Joan de Santàngel, que costó otros 7.500; y el del noble Dimas Aguilar, en 1518, por 25.000 sueldos. En todos los casos se mantuvo la misma estrategia de convertir una parte importante del precio en el capital de un censal.34 En total, como se puede observar en la tabla 2, solo en la compra del espacio para la construcción del palacio, y sin tener en cuenta la ampliación del siglo XX, se invirtieron 89.400 sueldos, el precio real de un mínimo de quince casas de gama alta en la ciudad, aunque en realidad poco más de un tercio de esa cantidad se llegó a desembolsar en efectivo, mientras que el resto generaba el pago anual de una renta de más de cuatro mil sueldos censales anuales, cuyo valor adquisitivo, eso sí, se iría depreciando con el tiempo. Esta inflación del precio de los inmuebles adquiridos da por supuesto qué pensar: ¿Estamos ya en esta época ante sobrecostes propios de una institución pública de alguna manera corrupta? ¿O los vendedores se aprovecharon de su posición de fuerza y la Generalitat solucionó el problema captándolos como sus acreedores y rentistas? Es posible que hubiera de todo un poco.

      TABLA 2. Compras de viviendas para la construcción del Palau de la Generalitat sobre sus solares

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       Inmuebles incorporados al solar del Palau de la Generalitat y su ubicación sobre el plano actual del edificio

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      Pero volvamos a 1481 para analizar ahora el coste de las obras realizadas en el nuevo edificio. La Generalitat disponía ya en ese momento de un solar rectangular de buen tamaño, que vendría a ocupar alrededor de unos 500 m2 en un rectángulo de unos 25 × 20 m, donde se habría de plantear un palacio con un patio en su centro, como muchos de los albergs privados de la nobleza valenciana. Para ello se firmaron unas capitulaciones de obra con el contratista Francesc Martínez Biulaygua, hijo de aquel Jaume Biulaygua que había actuado en la década de 1440, y señalado en el Dietari del capellà d’Alfons el Magnànim como el auténtico factótum de la arquitectura valenciana de la segunda mitad del siglo XV, además de como un persona con un pasado violento.35

      El contrato se firmó el 3 de julio de 1481.36 En él se afirma que la obra consistía en mesclar la una casa ab l’altra derribando la escalera de la casa vella de la diputació y levantando arcos que vendrían a delimitar el perímetro del patio central. Sobre uno de ellos se dispondría un altillo o naya en la pared que daba a la llamada cambra de parament y a una habitación hon dorm Gisquerol, lo que supone que el notario de la institución tenía ya su propia vivienda dentro del palacio. Ese altillo dispondría de un parapeto decorado «ab agulles e corones ab arquets de algeps ben lavorats», y para subir hasta allí se tenía que hacer una escalera de ladrillo que debía subir desde el pozo al piso superior, más o menos en la posición en que está la actual, construida unas décadas después. La nueva casa que se incorporaba al edificio fue también objeto de diversas reformas, abriendo allí una ventana nueva de dos corondes, o sea, con dos columnillas separando tres pequeños vanos. Por su parte la escribanía de la Diputación se ubicaría en una cuberta iusana, una especie de piso intermedio que había en el inmueble recién incorporado, y el archivo estaría a su lado, junto a la botiga de la casa novament comprada, lo que supone que en la fachada de la antigua vivienda de Arnau Guillem Escrivà había una de las típicas tiendas en el bajo que se solían arrendar a artesanos o mercaderes.37 Toda la obra, que incluía también veintitrés nuevas vigas de veintiocho palmos cada una (6,32 m), la pavimentación con cerámica de Manises de las nuevas salas y los portales de entrada a las mismas, se tasó en 5.000 sueldos, de los que 2.000 se pagarían al contado, otros tantos a mitad de obra y los 1.000 restantes al acabarla, lo que ocurrió en enero de 1482, en un tiempo muy corto para la época por tanto.38

      En el equipo de Biulaygua estaban


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