Memorias de posguerra. Garcia Manuel EmídioЧитать онлайн книгу.
Así es. Pero Leopoldo Méndez le da al grabado una dimensión que no le da Guadalupe Posada. El grabador Posada estaba más cerca del pueblo. Leopoldo tiene más contacto con el muralismo. Esa fue mi formación. Porque yo soy un hombre que no pudo hacer estudios. Ni de secundaria. Ni de bachillerato. Soy autodidacta.
P.: ¿Qué papel jugó la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios?7
R.: La Liga fue creada por el Partido Comunista Mexicano. Su gran influencia se siente allí y también sus grandes militantes. Porque la Liga tuvo una gran proyección. Fue un foro para que gentes de posiciones muy diferentes discutieran. Pero también tuvo los sectarismos propios de la época. Sin embargo allí conocimos gentes de una gran experiencia en las artes como en la política como Juan de la Cabada. Para nosotros los jóvenes era como una especie de profeta de la calle. Un hombre con todo el sentido popular que guardó toda la vida, alguien que había tenido la experiencia de las cárceles, persecuciones, militancia. Ese era el ambiente de esa época.
P.: ¿Cuándo ingresó en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios?
R.: Ingresé en la Liga tras haber hecho en 1936 mi primer mural en Xalapa. Con la audacia propia de la juventud acepté el encargo y pinté un mural al fresco para la Escuela Normal de Xalapa en esos años. Mi tema del mural de ese tiempo fue el anti-imperialismo en la historia de Veracruz. Durante mi estancia en la capital del Estado de Veracruz conocí a José Mancisidor.8
P.: ¿Quién fundó la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios?
R.: José Mancisidor vivía en Xalapa. Aquí en la Ciudad de México ya existía la Liga. Este escritor fue uno de los defensores del Puerto de Veracruz en ocasión de la invasión de los norteamericanos. Era un joven cadete de la Marina. Y peleó en defensa de México. Cuando conocimos a Mancisidor en Xalapa, recién casados, era un hombre maduro, un profesor de la Escuela Normal, nos trató con esa franqueza y esa apertura que tienen los veracruzanos y nos ayudó mucho. Cuando regresamos de Xalapa al terminar el trabajo él vino para la Ciudad de México. Y seguimos en contacto. Entonces ingresé a la Liga y también, de acuerdo a mis inquietudes antifascistas, ingresé al Partido Comunista Mexicano en 1937. Poco después la Liga recibió la invitación para enviar delegados escritores al Congreso de Valencia.
P.: Invitación indistinta para escritores y artistas.
R.: Nosotros los pintores nos sumamos a la delegación. Fernando Gamboa entonces no era pintor sino alumno de la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Desde entonces se dedicó a la museografía.
P.: ¿Qué delegados fueron a España?
R.: No soy el mejor testigo de esa experiencia. Desde luego el comisario y encargado de nuestra delegación fue José Mancisidor. Con nosotros venían el músico Silvestre Revueltas y Fernando Gamboa que era el editor y director de la revista histórica Frente a Frente. Era un gran organizador. Asistió asimismo el escritor Octavio Paz, como invitado. No sabría decirle cómo lo invitaron. Él ha escrito que estaba en el Sureste de México y que recibió la invitación a través de una carta. También venían el escritor Juan de la Cabada y María Luisa Vera, una profesora que pertenecía a la sección de Pedagogía de la Liga. Porque esta organización en un momento dado se abrió también a recibir a los maestros.
P.: Falta citar al poeta Carlos Pellicer.9
R.: Pero Carlos Pellicer no era miembro de la Liga. Él fue invitado porque era un gran poeta. No nos acompañó en el viaje. Viajó aparte. Carlos Pellicer era un poeta católico pero con sentimientos antifascistas completos.
P.: Como José Bergamín.
R.: Sí, seguramente. Octavio Paz tampoco era miembro de la Liga.
P.: Pero Octavio Paz era entonces de izquierdas.
R.: Mire, yo no conocía a Octavio Paz. Puedo decir que nunca conocí bien a Octavio Paz. Solo lo conocí hasta que lo traté en Valencia. Por entonces había escrito un par de libros: Bajo tu clara sombra (1937) y La raíz del hombre (1937). Era además un joven apolíneo. Recién casado con Elena Garro, su primera mujer que lo acompañó a España, como Fernando Gamboa también recién casado con Susana Stell, una norteamericana muy bella y de gran corazón. Fue una colaboradora imprescindible de la actividad de Fernando Gamboa en esos años. Olga y yo sentimos un gran aprecio a ambos.
P.: ¿Cómo fue el viaje de México a España?
R.: Fui invitado como miembro de la Liga. Creo que fue José Mancisidor quien promovió mi invitación. Porque veníamos casi juntos de Xalapa y un día nos encontramos con Fernando Gamboa en la sección de Artes Plásticas de la Liga de la que yo había sido el jefe al principio del Gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-40). Puesto que había dejado para dedicarme a pintar. Fernando Gamboa y yo teníamos una buena amistad. Él era un hombre capitalino con conocimiento del mundo del arte. A Fernando Gamboa se le ocurrió la exposición de Cien Años de Grabado Político Mexicano. Allí empezó, por nuestra parte, el destripadero de libros con grabados. En la biblioteca de mi familia había un ejemplar de Los mexicanos pintados por ellos mismos, con litografías del siglo XIX. Un rarísimo ejemplar con una descripción de los personajes de la época. De allí arrancamos las páginas que hicieron falta para la exposición. Fernando, por su parte, consiguió asimismo muchas estampas de la prensa mexicana y periódicos políticos del siglo XIX. Grandes litógrafos que tuvimos en el siglo pasado como Evodio Escalante y Picheta, seudónimo de Gabriel Vicente Gahona.
P.: ¿Gabriel Gahona entre ellos?
R.: En ese tiempo Gahona no era tan conocido. Picheta el grabador yucateco era más conocido. Pero teníamos las revistas del XIX como La Orquesta, El Ahuizote, El hijo del Ahuizote Don Bullebulle, etc. Toda esa herencia de gráfica política que nos dejó el liberalismo mexicano del siglo XIX. Por esas fechas existían, asimismo, grandes grabadores contemporáneos como Leopoldo Méndez, Alfredo Zalce, Pablo O’Higgins, etc. Con la audacia propia de Fernando Gamboa arramblamos con todo para España y como teníamos el apoyo de la Secretaría de Educación Pública (SEP) nos lanzamos en automóvil –un antiguo Ford negro– y cruzamos la frontera mexicana y nos fuimos a Nueva York. Un largo viaje. Tenía una fotografía –que le regalé al escritor José Revueltas y la perdí– en la que aparecía el músico Silvestre Revueltas con una cachucha de chófer de visera, sentado en Monterrey. Así hicimos todo el viaje. Y así nos hicimos grandes amigos gentes que apenas nos conocíamos.
P.: ¿Quiénes iban en ese viaje?
R.: Todos los escritores y artistas citados menos Carlos Pellicer.9 Hicimos la ruta con diversas paradas. Al llegar a Nueva York nos embarcamos. No recuerdo el nombre del barco. Hicimos una travesía plena de alegría. Al llegar a París nos encontramos al Coronel Adalberto Tejeda que era el embajador de México en Francia (1935-37). Antes había sido Gobernador de Veracruz. Un radical de izquierdas. Una izquierda no partidista. Con Garrido Canavas y Garrido Puerto había formado un triunvirato de gobernadores que habían constituido el Partido Socialista del Sureste. Que era de un radicalismo casi anarquista. El Coronel Adalberto Tejeda nos recibió en París. Era un hombre apasionado por la música. Un personaje interesante. Sólo conocía a José Mancisidor pues ambos eran de Veracruz. Y así estuvimos hasta cruzar la frontera.
P.: ¿Cómo fue el viaje a España?
R.: Tengo vagos recuerdos del viaje. España me embargaba. Veía tantas cosas… Sí que recuerdo cuando llegamos a Valencia y la Embajada de México nos mandó a alojarnos en una Residencia que tenía por el Puerto de Valencia. En el Grao. Allí empezamos a distribuirnos. Los que íbamos sin mujer éramos Juan de la Cabada y yo. Nos alojamos en una terraza con un techo de cristal. Así cuando pasaban los bombardeos salíamos corriendo y veíamos pasar los aviones italianos y los