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Texto, edición y público lector en los albores de la imprenta. AAVVЧитать онлайн книгу.

Texto, edición y público lector en los albores de la imprenta - AAVV


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noticias sobre sus tratos con la casa de Nicolás Rodríguez son más explícitas, pues allí recuerda, por ejemplo, haber adquirido entre otras obras «12 tesoros de pobres. 82 docenas de comedias. 12 don quixotes y seis obras de Góngora».

      Como juez superintendente de impresiones en el pleito de 1650 que venimos siguiendo, Lorenzo Ramírez de Prado actuaba sobre el comercio de impresos comprados en Sevilla para satisfacer la demanda del mercado lector en la corte. Hubo de ocuparse de «coplas diferentes sueltas» y otras menudencias o pliegos, por desgracia muy mal descritos. No obstante, entre ellos se puede asegurar que se encontraban la Historia del esforzado caballero Conde Dirlos y la Historia del emperador Carlo Magno, sin olvidar a la Doncella Teodor o a Roberto el diablo, así como «jácaras», «romanceros variados», «entremeses sueltos», medio centenar de fábulas de Esopo, doscientas docenas de comedias sueltas, veinticuatro docenas de oratorios de fray Luis de Granada y dos resmas de cartillas.

      También se ocupó el consejero de Castilla de obras de Juan Pérez de Montalbán [Sucesos y prodigios de amor en ocho novelas ejemplares; Vida y purgatorio de San Patricio], Miguel de Cervantes [Novelas ejemplares; Don Quijote, primera y segunda partes], Francisco de Quintana [Experiencias de amor y fortuna], Alonso de Castillo Solórzano [Las harpías en Madrid], Luis Vélez de Guevara [El diablo cojuelo], Gonzalo de Céspedes y Meneses [Historias peregrinas y ejemplares], Alonso Núñez de Castro [Espejo cristalino], Baltasar Porreño [Dichos y hechos de Felipe ii], Ginés Pérez de Hita [Historia de los bandos de los zegríes y abencerrajes], Jerónimo Cortés [Lunario y pronóstico perpetuo; Libro de fisonomía natural y varios secretos de naturaleza], Juan de Palafox [El pastor de Noche Buena], José de Valdivielso [Romancero espiritual], Luis Remírez de Arellano [Avisos para la muerte], Roberto Bellarmino [Declaración copiosa de la doctrina christiana de Roberto Bellarmino], Francisco de Castro [Reformación del christiano, assí del pecador como del virtuoso], Comptentus mundi, Alonso Romano [Recopilación de toda la teoría y prácticade cirugía], Melchor de Santa Cruz [Floresta española], Juan de Escobar [Romancero del Cid], Jerónimo Rosales [Catón cristiano] o las Epistolae de san Jerónimo.

      Si los memoriales presentados por los interesados en las reimpresiones ante el Consejo de Castilla reflejan una parte crucial de la demanda del mercado lector, su comparación con el cargamento de Manuel Antúnez revela coincidencias que sólo cabe interpretar como elocuente ratificación de que los falsarios sabían apreciar a la perfección las tendencias del mercado al que surtían. Al fin de cuentas, también ellos —impresores y libreros— eran costeadores de ediciones, que en ocasiones recurrían a la petición de licencias y privilegios y en otras, muchas, ocasiones simplemente no lo hacían.


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