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Historia de la sociabilidad contemporánea. AAVVЧитать онлайн книгу.

Historia de la sociabilidad contemporánea - AAVV


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tendencias. Las circunstancias de la Guerra Civil, por ejemplo, determinaron la emergencia del trabajo «voluntario» sobre todo en labores sanitarias, acciones humanitarias, beneficencia o educación. Medio siglo más tarde, el mismo auge del pensamiento neoliberal puso de nuevo en primera línea el voluntariado, con múltiples aportaciones internacionales y nacionales que daban cuenta del potencial educativo de la sociedad civil organizada y mostraban cómo el asociacionismo libre y «voluntario» ha sido fuente de cambios educativos, a veces decisivos. Mucho cabría hablar de la emergencia y desarrollo del «voluntariado» como sujeto o «constructo» histórico.11

      DOS EJEMPLOS DE REDES

      Es difícil resumir y calibrar el progreso en el conocimiento de las redes de sociabilidad contemporáneas. Centrémonos ahora solo en dos aspectos, a saber, por un lado los efectos (en el terreno de la educación popular) de las redes de la masonería, siglos XIX-XX; y, por el otro, el significado de la eclosión del asociacionismo femenino.

      El primero de estos temas hunde sus raíces en el siglo XIX (librepensamiento, masonería y educación), el segundo –la presencia social, la educación de la mujer y el papel de las organizaciones de mujeres– ha experimentado gran auge en las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI.

      En un balance relativamente reciente en torno a la temática abordada en los Symposia del CEHME, Ferrer Benimeli se refería a las contribuciones sobre política interior española, relaciones internacionales con América, Filipinas y Europa (Italia, Francia, Bélgica, Portugal) o con algún país del área mediterránea (Marruecos, Turquía o Israel), etc., sobre «educación, laicismo, anticlericalismo, cultura, mujer, beneficencia, librepensamiento, composición socioprofesional, ideología…», sobre derechos humanos, sobre el rechazo de la masonería y sobre la difusión de la masonería, sin olvidar las relaciones conflictivas con la Iglesia católica, la prosopografía masónica o el tema de archivos y fuentes.

      Queda mucho por profundizar acerca del papel de la masonería en cuanto a influencias interterritoriales en el espacio mediterráneo, aunque es cierto que más o menos indirectamente hay estudios, por ejemplo, sobre la acción de grupos librepensadores en congresos y acciones diversas. De manera permanente e incisiva ha abordado el profesor gallego Alberto Valín el tema de la influencia masónica de la educación popular, insistiendo en la actividad en el terreno cultural, moral o filosófico de muchos militantes obreros ibéricos en el siglo XIX –el caso de gente como Anselmo Lorenzo Asperilla–, que en las redes masónicas aprendieron oratoria y logística en la acción tanto de naturaleza reivindicativa como cultural, y a trabajar en común, en un marco de respeto democrático, para la consecución de fines sociales y de enseñanza mutua.

      Una posible idea rectora en un estudio comparado sería la de ver la masonería como un asociacionismo de élite social. El carácter tendencialmente mesocrático y elitista se percibe también en la ubicación de las logias masónicas, casi siempre en el centro urbano. La red o redes masónicas, de implantación territorial y racionalidad geopolítica bastante identificables, se han nutrido de clases medias y profesiones de todo tipo, pero poca clase obrera, a lo sumo miembros de la aristocracia obrera.

      Ahora bien, ¿cómo definir las redes masónicas en tanto que estructuras de sociabilidad organizada de gran importancia política y cultural hasta la actualidad? Aquí hay que considerar la base ideológica (elementos filosóficos, elementos religiosos), el ideal de perfección de la organización y sus interpretaciones, ortodoxias y heterodoxias, divisiones, desuniones, pasiones, banderías, traición, crisis.

      Tensión de pureza y facilidad en caer en la transgresión. Fracaso de proyectos de unión masónica (1888, por ejemplo). Trátase, en cualquier caso, de una concepción –la de la masonería en sus ramas diversas– antropológica cambiante de fondo laicista, una especie de religión secular cuyos nombres y referentes simbólicos (como, en la situación española, Riego, Sócrates, Giordano Bruno, Ferrer Guardia, Rosario de Acuña…) evocan modelos personales que evocan, a su vez, virtud y valores.

      Históricamente, las redes masónicas no han sido nunca redes de masas. Los grupos masónicos han sido casi siempre de pocos efectivos en comparación con las tasas de afiliación de las redes asociativas de todo tipo (en las últimas décadas del siglo XIX y hasta la Guerra Civil de 1936).

      Pero una cosa es la cantidad y otra la efectividad en cuanto a incidencia social y humana. Una cosa es el registro numérico y otra la proyección exterior. No han constituido un movimiento social, aunque han colaborado en los movimientos sociales. Han tenido, según qué vientos políticos soplaran, momentos de auge y de reflujo. Habría que comprobar si es cierto y hasta qué punto en los países latinos la masonería nunca volvió a tener la importancia e implantación social de los ochenta del siglo XIX.

      Las redes masónicas se integran, desde el punto de vista geopolítico, en la selva del asociacionismo propiciado por las transformaciones ilustradas burguesas y liberales desde quizá el siglo XVIII y con toda seguridad desde el siglo XIX.

      Aquí son de interés ítems como circunscribir la influencia de la masonería en la creación de los nuevos espacios asociativos, por ejemplo, en España, entre 1835 y 1850 (casinos, ateneos, liceos y círculos de la amistad). En el caso español, las redes masónicas, más importantes cualitativa que cuantitativamente, han sido expresión de las luchas políticas (por el poder político) de liberales, republicanos y progresistas; en general, no han sido instrumentos directos de poder económico.

      La focalización en grupos de élite de influencia política ha sido una de las causas de importantes crisis societarias, como la que tiene lugar con motivo de la independencia cubana y filipina. No tanto con el problema catalán, ya que en Cataluña habría habido una dinámica algo distinta, por el tinte catalanista de muchos masones desde la Renaixença y hasta la II República. Sea como sea, hay que ver el activismo político como factor a veces importante de desunión de la familia masónica.

      Habría que ver las distintas interpretaciones a expresiones rituales de la concepción antropológica de la masonería, en lo que se refiere a prácticas de iniciación, la recepción de mandil de maestro masón, etc. Calibrar la conexión entre rituales, regla de vida, valores masónicos, todos ellos guiados por la filosofía de la fraternidad, la evolución de normas y símbolos, las oscilaciones y «écarts» del discurso entre la mística y el sentido de realidad. Ahondar en la comparación de la «producción» masónica en cuanto a prensa, literatura, arte, pedagogía. Cerner –separando mediante cedazo lo grueso de lo fino en una materia desmenuzada– cómo se expresa en la vida masónica la mujer, esta «mitad en la sombra» (las «logias de adopción»), su papel, la representación de la mujer en la producción masónica, el significado de la escasa representación, históricamente hablando, de la masonería femenina.

      Habría que evaluar también las consecuencias –en el plano de la


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