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Leer antes - Márgara Noemí Averbach


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a los autores amerindios estadounidenses o las obras canónicas de William Faulkner (ver las notas al respecto) decidan si esos libros merecen su atención y por lo tanto, las escribo en un lenguaje diferente al que utilizo para un artículo especializado o una ponencia en un congreso sobre literatura.

      En cuanto a las diferencias entre los dos tipos de notas, la primera es casi obvia aunque, para quienes no están familiarizados con el trabajo periodístico, tal vez sus consecuencias no lo sean tanto: en las notas centrales, el periodista cultural tiene un espacio mucho más amplio para expresarse y el espacio es siempre importante en los medios. Contar con más cantidad de palabras para decir algo cambia el enfoque de quien redacta: hay más posibilidades para explorar temas adyacentes y para las explicaciones secundarias; las oraciones pueden ser más largas y, sobre todo, es posible desarrollar las ideas y conceptos con mayor profundidad. No creo que yo lo haga conscientemente pero lo cierto es que, en las notas principales, mi estilo es más complejo, más adjetivado, más semejante a mi literatura de ficción.

      La segunda diferencia se relaciona específicamente con la falta de formato previo. Como ya expliqué, para mí las reseñas tienen componentes básicos que cambian solo en casos excepcionales. En cambio, cuando escribo una nota larga, el formato está definido por el tema de que se trate. Por ejemplo, si se va a decir algo sobre un tema muy tratado en otros medios o en mi propio medio, tal vez el tono esencial sea el del debate (así ocurre aquí con algunas notas sobre el canon de la literatura estadounidense). En cambio, si se trata de un autor al que se recuerda por una fecha especial, la idea es más bien la de hacer una introducción a su obra. Así, cuando la idea es el debate, yo hago referencia a las notas anteriores y planteo mi opinión no siempre como parte de una discusión sino como una ampliación de las anteriores (por ejemplo, en mi discusión de la película de Quentin Tarantino, Django Unchained, escribí porque sentía que había cuestiones centrales de esa película que no se habían tocado en las notas anteriores, no para refutar a los autores de esas notas).

      Sin embargo, hay tipos de notas centrales que sí tienen formatos definidos: el ejemplo más evidente es el de la entrevista, un género especial que en realidad, es fruto de una colaboración entre un periodista que pregunta y la persona que le contesta. La calidad de una entrevista depende de ese trabajo conjunto: las preguntas deben ser buenas y estar bien preparadas; las respuestas, reflexivas e interesadas. La colaboración existe aunque haya tensión entre los dos autores, como puede suceder sobre todo en las entrevistas con políticos o sobre política. En cultura, la tensión también es posible pero muchísimo menos frecuente.

      Desde mi punto de vista, en una entrevista seria, quien pregunta tiene obligaciones ineludibles: 1-preparar preguntas que lleven al autor o autora a explorar sus ideas principales sobre la escritura; 2-tener la capacidad para repreguntar, modificar preguntas y adaptarse al ritmo y sentido de la conversación más allá de la preparación; 3-ser fiel a lo que se dijo en la transcripción y redacción de la nota, es decir no modificar las respuestas.

      Una vez realizada la entrevista, parece haber diferentes maneras de prepararla para la publicación. Como lectora de medios, he visto muchas entrevistas redactadas en discurso indirecto: “Me dijo que…”, “Confesó que…” Yo estoy completamente en desacuerdo con eso: suelo organizarlas como un diálogo en el que transcribo tanto la pregunta como la respuesta porque, ese formato deja en claro la calidad de “colaboración” de la entrevista, la identidad de los dos autores y qué dijo cada uno. Sin embargo, en algunos casos, ese formato no es posible, sobre todo por problemas de espacio. La redacción del discurso indirecto implica intervención de quien pregunta en las respuestas y, en mi opinión personal, quien pregunta debe estar lo menos presente posible, excepto a través de una breve introducción (que explique la razón por la que vale la pena entrevistar a esa persona en particular) y de las preguntas mismas. El objetivo de una entrevista es el entrevistado.

       Organización general de este volumen

      En este volumen, se presentan en secciones separadas las notas principales y las reseñas o comentarios de libros. Las notas principales tienen título, las reseñas no. Quiero explicar las razones. Hay medios en los que las reseñas se publican de ese modo. En el diario en que yo trabajo, las reseñas tienen título pero quienes los redactan son periodistas de planta, nunca el mismo crítico. Como no puedo hacerme responsable de los títulos (y en algunos casos no estoy de acuerdo con ellos), decidí no agregarlos y publicar la nota tal cual la envío al suplemento.

      Las reseñas son muchas y era importante clasificarlas. Había que encontrar una manera de presentarlas, un índice. Eso fue muy difícil. Cualquier clasificación, incluso la que divide geográficamente a los libros por cultura de procedencia o nacionalidad del autor o autora, conduce a superposiciones: ¿qué se haría con autores como Henry James o T. S. Eliot, a quienes algunos consideran estadounidenses y otros ingleses? En el caso de la clasificación elegida aquí, la cuestión es todavía más problemática porque, después de mucho pensar, decidí seguir más de un criterio y los criterios se superponen.

      El problema de toda clasificación es que nunca es satisfactoria en su totalidad. Siempre hay zonas grises entre categorías y zonas que las categorías invisibilizan en lugar de destacar. En el caso de la escritura, las variables que la definen son demasiadas como para organizarlas en una cuadrícula de compartimentos estancos. Hay muchas maneras de agrupar los textos. En una enumeración incompleta: por género (en ese caso, el criterio se relacionaría directamente con el texto); por cultura de procedencia del autor (nacionalidad, grupo social, raza, etnia, tribu); por supuesto, por calidad literaria (pero esa clasificación en libros que para mí fueron “malos” o “buenos” no tiene sentido aquí porque por política editorial los “malos” son mucho menos); por período histórico de creación (nuevamente, una clasificación poco productiva en este caso: la mayor parte de los comentarios se hacen sobre libros nuevos, contemporáneos, no sobre reimpresiones). Ninguna de esas clasificaciones describe el texto en su totalmente porque todo texto es un cruce de todos esos criterios y muchos otros. Por ejemplo: una novela policial quedaría dentro de los géneros populares pero también podría ser un libro excelso en cuanto a calidad literaria, estar muy relacionado con la identidad de género, etnia o raza del autor o autora, etc. La conclusión es que cualquier clasificación es arbitraria y conduce siempre a incoherencias y contradicciones. Por eso, ninguno de los criterios que tomé para hacer el índice es excluyente y ninguno podría abarcar a todos los textos. Así, opté por esta clasificación ecléctica, que no es ni coherente ni unitaria pero cuyas grietas permiten cruces entre categorías.

      Al respecto, vale una aclaración de otro tipo. La manía clasificatoria de las culturas europeas produce siempre terrenos pantanosos y deja fuera regiones enteras. Yo, que siempre investigué literaturas basadas en visiones no europeas del mundo (esencialmente las de los negros y amerindios de los Estados Unidos), que no tienen tendencias clasificatorias sino holísticas, sé perfectamente que hay libros que podrían ubicarse en otras secciones pero esa es justamente la intención del índice: se trata de una clasificación de límites permeables y debatibles, una clasificación con espíritu bastante anticlasificatorio.

      La primera división —entre notas principales y reseñas o comentarios— está basada en la diferencia entre notas centrales y notas tipo reseña. Dentro de esas dos grandes secciones, los criterios van cambiando y por lo tanto, es más práctico explicarlos en cada uno de los prólogos.

      Todos los criterios menos el último están basadps en datos más o menos objetivos. La última sección —la de los libros raros y extraordinarios— es diferente porque ahí el criterio está relacionado con la “evaluación/recomendación” y no con el origen del libro, su género o cualquier otra característica. El criterio “extraordinario” es impresionista y absolutamente personal. En esa sección, presento reseñas de libros que fueron para mí, inolvidables y sobre todo, sorprendentes. Como lectora, esos libros y no otros me produjeron una impresión irrepetible. Son libros diferentes, sí, pero tal vez haya lectores a quienes dejen absolutamente indiferentes. Lo que cuenta en esa última sección del libro es mi recepción personal de esos libros, mi “gusto”.

      Así, toda la clasificación que se ve en el índice es intencionalmente fallida. Creo que eso permite ver relaciones entre autores y culturas


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