El desafío de la cultura moderna: Música, educación y escena en la Valencia republicana 1931-1939. AAVVЧитать онлайн книгу.
gran parte de la gestión de la Universidad republicana y el traslado a Valencia en noviembre de 1936 del comité ejecutivo de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos, que integraba a la FUE. Muchos afiliados marcharon voluntarios al frente y otros se dedicaron a tareas de transformación social y cultural que propugnaba la organización. En guerra, la organización tomó posiciones revolucionarias. Creyó que había llegado el momento de la génesis de una nueva sociedad socialista que comportaba crear una nueva universidad democrática «del pueblo y para el pueblo», que pusiera sus conocimientos al servicio del pueblo (la clase obrera) y los trabajadores (Souto, 2013).
Merece destacarse la participaron de los estudiantes en diversas actividades, más allá de acudir como voluntarios a los frentes de Madrid, Teruel o el Ebro, o como soldados movilizados. Actuaron, en el frente y en la retaguardia, en diversos campos: abrieron nuevamente la Universidad Popular, atendieron las colonias escolares y las ampliaron (Buñol, Canals, Godelleta y Paiporta), participaron en las milicias de cultura, dando clase en el frente y en la retaguardia en las Brigadas de Choque para el Estudio y en el Instituto), llevaron las representaciones del teatro universitario El Búho, que dirigía Max Aub, al frente y a la retaguardia, poniendo en escena obras (Cervantes, Calderón, Valle-Inclán…) para soldados y vecinos en distintos espacios de Valencia y en otras ciudades como Alicante, Castellón, Gandía, Requena, Almansa, Hellín o en los Llanos, para las Brigadas Internacionales. Los estudiantes de Bellas Artes contribuyeron a la elaboración de carteles, folletos y murales dirigidos por el profesor Vicente Beltrán, mientras los estudiantes de Medicina y especialidades sanitarias participaron en muchas de estas actividades como Brigadas Sanitarias, sin que faltasen los de otras especialidades técnicas que lo hicieron en fortificaciones. Políticamente, el rasgo característico fue la unidad de criterio político de la FUE con otras organizaciones juveniles de los partidos y sindicatos del Frente Popular, especialmente las JSU. Con su presión y militancia, consiguieron, a principios de 1938, crear una Residencia de Estudiantes para alumnos de fuera de Valencia, que acabó ubicada en la Casa de la Cultura de la calle de la Paz, cuando esta fue trasladada, con el Gobierno, a Barcelona. También consiguieron becas para estudiantes necesitados, huérfanos de guerra e inválidos, que se concedieron a partir del curso 1937-38, así como matrícula gratuita además de para los becarios, para otros que lo justificasen. Estas becas, que eran de 200 a 450 pesetas mensuales con 12 pagas, se abonaban periódicamente (aunque con retraso) en la caja de la Universidad, a la que le transfería el fondo el Ministerio. Las concedía, previa solicitud de los interesados, una comisión de cada facultad integrada por el decano, el secretario y un representante de la FUE, y se le exigía al solicitante que acreditara «de modo suficiente» la adhesión a la República si no eran hijos de combatientes o huérfanos de guerra.
La participación de la mujer en cargos de representación de los estudiantes debe señalarse como aspecto novedoso, común a otros ámbitos, aunque era debido a la marcha de los jóvenes al frente. En la Junta de Gobierno se sentaron Nieves Rivot, Isabel Picazo o Ángeles Carrasco, que sustituyeron a Ricardo Muñoz Suay o Luis Galán. También participaron en colonias escolares, clases en barriadas, fábricas de guerra y talleres, en el teatro universitario El Búho y en talleres de la Escuela de Bellas Artes (Mancebo, 2003).
En cuanto a la investigación, suspendidas las tareas ordinarias, se activaron proyectos y actividades relacionados con las emergencias bélicas: trabajos de apoyo logístico a la defensa y difusión cultural y propaganda. Las principales actuaciones afectaron a los profesores de Medicina y Ciencias, o a las escuelas de Ingeniería. Entre las aportaciones más destacables de la investigación universitaria se distingue el estudio y la praxis médica de los problemas de alimentación de la población civil, campo en el que trabajaron los fisiólogos José Puche, catedrático de Valencia y rector, su maestro Augusto Pi Suñer, de Barcelona, y Grande Covián, joven investigador y discípulo de Negrín. Cuando las tropas franquistas sitiaron Madrid, Puche fue nombrado director del Instituto Nacional de Higiene y Alimentación, y estudió, con otros colegas, los problemas planteados por la carestía alimentaria y la dieta mínima para atender a la población y a los soldados del frente (aporte de proteínas, etc.), cuestión de la que se ocupó al principio del conflicto. En los últimos meses de la guerra fue nombrado por el presidente Negrín para ocuparse de la Dirección General de la Sanidad de Guerra, con lo que se trasladó a Barcelona. En su ausencia, Ramón Velasco Pajares, vicerrector y catedrático de Letras, actuó como rector en funciones. Desde el nuevo cargo, Puche dirigió la organización sanitaria del frente, que consistía en la preparación de unidades de asistencia en primera línea que atendían de inmediato a los heridos para poderlos evacuar en condiciones a instalaciones hospitalarias próximas y de la inmediata retaguardia. Acabada la guerra, se dedicó a organizar la asistencia a los refugiados políticos (Barona y Mancebo, 1989).
Otros campos de interés científico fueron las innovaciones en el tratamiento de heridas, donde Joaquín d’Harcourt, médico militar y jefe del Servicio Quirúrgico del Ejército republicano, en colaboración con otros colegas, usó vendajes oclusivos con sulfamidas para el tratamiento de las heridas y publicó trabajos relevantes sobre las fracturas, los trastornos tróficos por enfriamiento y la aplicación de sulfamidas (Baldó, 2002; Otero, 2017; Sánchez, 1999).
Los profesores de Ciencias de Valencia o los agregados de otras universidades trabajaron en la preparación química del vidrio para su utilización en la fabricación de fulminantes, investigaron sobre tetranitroanilina, aparatos reconocedores de sonidos (fonolocalizadores de aviones, en colaboración con el Instituto Nacional de Física y Química), descifrado de telegramas y estudio de claves, investigación de combustibles o sobre cuestiones de meteorología. Atendieron diversas necesidades militares y civiles como la enseñanza de matemáticas de utilidad inmediata en la guerra a alumnos preparados de los reemplazos llamados a filas; formaron a alumnos para el ingreso en las escuelas militares; dieron cursos de trigonometría y topografía a militares, así como manejo, interpretación y levantamiento de planos; prepararon a ayudantes de ingeniería militar; dieron clases teóricas y prácticas sobre el uso de transmisiones, cursos sobre explosivos y sustancias antigás, balística y emplazamiento artillero y fortificaciones; trabajaron en industrias militares; dirigieron fábricas de armamento, e instruyeron a obreros. Y, por supuesto, atendieron funciones de laboratorio. El Laboratorio de Química Orgánica de la Facultad fue adscrito al Ejército.
Los profesores de Medicina valencianos trabajaron en hospitales, clínicas y laboratorios atendiendo a soldados y población civil, y constituyeron equipos médicos especializados, además de formar a médicos y practicantes de campaña en la Facultad. Dieron además cursillos de tres meses sobre hemorragias y fracturas, vendajes, material sanitario de guerra y nociones de anatomía y fisiología.
Los profesores de la Facultad de Filosofía y Letras, en fin, atendieron la docencia en su facultad y en institutos de secundaria cuando se les asignó esta tarea, dieron ciclos de conferencias y clases en la Universidad Popular y explicaron «antifascismo» en centros militares; trabajaron en las oficinas de propaganda y, sobre todo, contribuyeron a la salvación del patrimonio artístico, bibliográfico y archivístico (a veces catalogando obras o documentos por vez primera). De la Facultad de Derecho no nos constan actividades de auxilio a la guerra, aunque no cabe duda que se hicieron.
En 1937 se crearon dos importantes instituciones culturales que, de haber continuado, hubiesen cambiado en profundidad el panorama cultural valenciano. La primera, en febrero de ese año, fue l’Institut d’Estudis Valencians, creado por la Conselleria de Cultura del Consell Provincial de Valencia a iniciativa y estímulo de Francesc Bosch i Morata y que presidió el rector José Puche Álvarez, con cuatro secciones: Histórico-Arqueológica (Ballester Tormo), Filología Valenciana (Gonzalvo París), Ciencias (Puche) y Estudios Económicos (Font de Mora) (AA. VV., 2014). La otra institución importante fue el Centro de Estudios Históricos del País Valenciano, que se creó en junio de 1937 (Gaceta de la República, 4-6-1937). Se instaló en el Colegio del Patriarca, y en su consejo rector tenía a profesores de la Universidad, a la que estaba adscrito: Luis Gonzalvo, José Deleito, José Ots Capdequí y Emili G. Nadal. Su función era la investigación de la historia del País Valenciano mediante seminarios y monografías, así como la divulgación de la historia y cultura mediante cursos, conferencias, exposiciones y estudios musicológicos