El desafío de la cultura moderna: Música, educación y escena en la Valencia republicana 1931-1939. AAVVЧитать онлайн книгу.
a partir de principios de 1937: el Consejo Provincial de Valencia. De él pasó a depender una Conselleria de Cultura cuyo primer titular fue Francesc Bosch Morata, dirigente del Partit Valencianista d’Esquerra. Entre los objetivos del equipo de Bosch Morata figuraba la creación de una infraestructura cultural propia para el País Valenciano y la defensa decidida de la lengua y la cultura autóctonas. El primer paso fue la fundación, en febrero de aquel año, del Institut d’Estudis Valencians (IEV), que tenía como principal cometido la recuperación y la difusión del patrimonio cultural valenciano, y que se estructuró en cuatro secciones: Histórica-Arqueológica, Filológica, Ciencias y Estudios Económicos. El IEV editó libros y folletos, creó un archivo propio y organizó conferencias, concursos literarios y artísticos, proyectos de investigación científica, etc. Por su parte, la Universidad de Valencia, aunque vio obstaculizada –y paralizada en gran medida– su actividad docente habitual por causa de la guerra, incrementó su función como institución cultural pública durante este periodo, especialmente en el campo de la extensión educativa, mediante cursos y otras iniciativas extraacadémicas. Asimismo, se vio favorecida por su condición de refugio de profesores e intelectuales de otras universidades españolas, así como por el dinamismo de sus estudiantes agrupados mayoritariamente en torno a la Federación Universitaria Escolar (FUE). Esta organización puso en marcha un amplio abanico de actividades culturales que seguían la estela iniciada en años anteriores: publicaciones (Frente Universitario o El Estudiante en Armas), teatro universitario «El Búho», cine-estudio FUE, «Brigadas de Choque para el Estudio» en institutos, creación de la «Casa del Estudiante», organización de colonias infantiles y de la «Universidad Popular», etc.
Además de la labor institucional, no puede entenderse la efervescencia cultural vivida en Valencia durante este año sin hacer referencia a la actividad desarrollada por una serie de asociaciones vinculadas al mundo progresista y obrerista que desarrollaron un intenso trabajo de animación cultural. La sección valenciana de Cultura Popular –vinculada a las entidades del Frente Popular– puso en marcha un programa de difusión cultural que incluía la organización de servicios de lectura en los frentes y hospitales, bibliotecas ambulantes, guarderías y colonias, clases de cultura general, etc. Sin embargo, el caso más conocido es tal vez el de la AIDC de Valencia, fundada en los primeros días de la guerra, pero cuyo origen hay que remontar a la confluencia de grupos de intelectuales y artistas de sensibilidad marxista (por ejemplo, los agrupados en torno a la Unión de Escritores y Artistas Proletarios) con otros de carácter nacionalista (Acció d’Art), y que se había plasmado en proyectos como la publicación de la revista Nueva Cultura a partir de 1935. La AIDC, en cuyo proyecto (al igual que en otras iniciativas de este tipo) se comprometió a fondo el PCE como parte de su programa de movilización del mundo cultural e intelectual, nació con la pretensión de representar mayoritariamente el compromiso prorrepublicano de los intelectuales valencianos. Su presidente en Valencia era el catedrático José María Ots y Capdequí y entre sus miembros se encontraban Max Aub, Ricard Blasco, Ángel Gaos, Ramón Gaya, Juan Gil-Albert, Eduardo Gilabert, Emili Gómez Nadal, Marcelo Jover, Regino Mas, Pascual Pla y Beltrán, Rafael Raga, Josep y Juanino Renau, Carles Salvador, etc. La AIDC desplegó una ingente actividad a través de sus distintas secciones: «Literatura», «Música», «Publicaciones» y «Artes Plásticas». Por mencionar solo como ejemplo esta última (subdividida a su vez en talleres de «Arte Popular», «Bocetistas», «Propaganda Gráfica» y de «Agitación y Propaganda»), cabe subrayar que desarrolló diversos proyectos. Uno de ellos –en colaboración con el Sindicato de Arte Popular de la CNT– fue la construcción de cuatro fallas «políticas» en marzo de 1937, con una clara orientación propagandística y de crítica a la sublevación franquista, que se exhibieron en la Lonja por aquellas fechas.
Como venimos diciendo, Valencia desempeñó, además, el papel de punto de encuentro cultural internacional con la celebración del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, auspiciado por el Ministerio de Instrucción Pública y la AIDC valenciana, e inaugurado oficialmente el 4 de julio de 1937 en el Salón de Sesiones del Ayuntamiento de Valencia (más tarde, los invitados se trasladarían a Madrid, Barcelona y, finalmente, París). Este Congreso fue la expresión más clara de la solidaridad de los intelectuales antifascistas de todo el mundo con la República española y en él se trataron temas como la función social de la literatura o el arte, el compromiso de los escritores, el humanismo revolucionario, etc. Entre los numerosos asistentes podemos recordar brevemente a André Malraux, Tristan Tzara, Octavio Paz, Alejo Carpentier o Pablo Neruda.
Un sector político antifascista con una especial confianza en las posibilidades transformadoras de la cultura había sido tradicionalmente el movimiento libertario, que había desplegado desde siempre un intenso abanico de actividades y prácticas culturales. También sucedió así durante este periodo, marcado, no obstante, como estamos viendo, por el fulgor de la acción cultural protagonizada sobre todo por los comunistas. Estos, que controlarían el Ministerio de Instrucción Pública hasta 1938, desarrollaron, como hemos venido contando, toda una batería de iniciativas culturales-propagandísticas, difícilmente superables en recursos materiales y humanos, bajo el patrocinio estatal, con apoyo internacional, métodos modernos, el concurso de buena parte de los intelectuales republicanos y su voluntad de representar a la totalidad del antifascismo. Todo esto se reveló eficaz desde muy pronto y, sobre todo, perfectamente adaptable a una situación de guerra. Frente a ello, los libertarios se encontraron, y también se sintieron, en una posición de inferioridad; intentaron adaptarse e incluso imitar aquellos métodos o tratar de centralizar su tejido asociativo y su entramado cultural. Sin embargo, gran parte de su actividad durante la guerra en Valencia siguió articulándose alrededor de los sindicatos, ateneos y agrupaciones libertarias existentes en la ciudad, que promovieron la creación de escuelas racionalistas y bibliotecas o la organización de conferencias, clases para adultos y veladas y festivales artísticos, prácticas culturales habituales entre los ácratas en años anteriores. Especialmente activas fueron, en este sentido, las agrupaciones de Juventudes Libertarias y de Mujeres Libres, sin olvidar la labor desplegada por los distintos comités de la CNT o de la FAI.
Cabe destacar, asimismo, la asociación Libre-Studio, que reunía a la intelectualidad valenciana afín a estos medios y que destacó en la celebración de exposiciones, la puesta en marcha de servicios de librería y bibliotecas para el frente e, incluso, la edición de una revista homónima de carácter cultural dirigida por el conocido escritor y ensayista Higinio Noja Ruiz. A esta hay que añadir otras publicaciones culturales ácratas aparecidas en Valencia en esas fechas: Estudios, Umbral, Semáforo o Nosotros (esta última próxima a los círculos individualistas), desde cuyas páginas se abordaban temas como la literatura, el arte, la ciencia, la sexualidad, el naturismo o la emancipación de la mujer. Algunas de estas publicaciones pusieron en marcha editoriales propias y llegaron a imprimir numerosos libros y folletos a lo largo de este periodo (Navarro, 2004).
EPÍLOGO. EL GOBIERNO SE MARCHA
A finales de octubre el gabinete de Negrín decidía su marcha a Barcelona; el 30 se firmaba el decreto que disponía un traslado que se realizará a lo largo de la primera semana de noviembre. Barcelona era un destino que se presentaba interesante políticamente dadas las características del nuevo Gobierno Negrín y su apuesta por la centralización política y económica. La presencia allí del ejecutivo central podía servir a la hora de poner freno a la autonomía del Gobierno de Companys en Cataluña y sumergir plenamente a esta, con todos sus recursos, en el esfuerzo de guerra. La nota gubernamental publicada en la prensa decía así:
El Gobierno ha decidido fijar su residencia oficial en Barcelona. Esta medida es un acto de interés público, cuya gestación responde a una política que se desarrolla con arreglo a un plan de previsiones, no a una eventualidad inesperada. Se trata de una vieja idea que data del gobierno precedente y que ha alcanzado su punto de sazón [...] los órganos del Estado iban ampliando su actividad, hasta el extremo de resultar angostas las posibilidades de Levante para acomodar todos los factores de una política de guerra […] El Gobierno tiene la convicción de que la región levantina no atenuará el entusiasmo que le concede la causa de la liberación nacional (Fragua Social, 31-10-1937).
Ilyá Ehrenburg, a quien hacíamos referencia al