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Chile - Suecia 200 años de amistad. Varios autoresЧитать онлайн книгу.

Chile - Suecia 200 años de amistad - Varios autores


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a la votación, entregó tres votos para Mistral y dos para Valéry.

      Gabriela Mistral y el mundo solo vinieron a enterarse de esta decisión más de 2 meses más tarde, cuando la Academia Sueca ratificó la propuesta del Comité Nobel.

      La “Reina de la poesía latinoamericana” recibió de manos del Rey Gustavo V el Premio Nobel de Literatura el 10 de diciembre de 1945, como primer latinoamericano en todas las disciplinas, en la historia del Premio.

      Gabriela Mistral con otros galardonados en 1945:

      Foto: Biblioteca Nacional

      Desde el Konserthuset de Estocolmo, Gabriela Mistral, la maestra del campo chileno, se encaminó entonces hacia la eternidad.

      Los últimos cincuenta años de

      relaciones entre Suecia y Chile

      Por Fernando Camacho Padilla

      Doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y la Pontificia Universidad Católica de Chile en convenio de cotutela. Anteriormente, en Suecia, fue profesor en las universidades de Estocolmo, Uppsala, Södertörn y Dalarna.

      En pleno contexto global de movilización social por la defensa de la soberanía de los pueblos, como ocurría a favor de Vietnam y del África Subsahariana, la campaña de Salvador Allende de 1970 fue seguida con gran atención por los sectores progresistas de Occidente, quienes veían en su figura la posibilidad de hacer la revolución por la vía democrática. Suecia, en ese momento con Olof Palme en el cargo de primer ministro, y con una juventud fuertemente comprometida en la solidaridad internacional, miraba al gobierno de la Unidad Popular con esperanza. Por este motivo, delegaciones políticas, principalmente del Partido Socialdemócrata, llegaron a Chile con el fin de fortalecer los lazos y firmar acuerdos de cooperación que permitieran a Allende avanzar con su programa de reformas. Olof Palme había estado en Chile en el año 1969 en calidad de ministro de Educación con motivo de la inauguración del observatorio La Silla, viaje en el que se encontró con Pablo Neruda en su casa de Isla Negra. Durante el gobierno de la Unidad Popular no tuvo la posibilidad de regresar, pero varias de las personas más cercanas a él, como Pierre Schori o Sten Andersson, viajaron a Santiago. Por primera vez, la prensa cercana a la Unidad Popular, como El Siglo o Clarín, presentó a la amistad sueca como incondicional y ejemplar.

      En 1972 el gobierno de Palme designó a Harald Edelstam embajador en Santiago. Nadie imaginaba en ese momento la trascendencia histórica que tendría el diplomático tan solo un año más tarde. Su llegada al país coincidió con la acentuación de la crisis económica, el desabastecimiento y la agitación social. Se trataba de una persona con un fuerte compromiso humanitario, movido por sólidos principios éticos, a los que se sumaban una personalidad decidida y valiente. Por lo cual, durante sus misiones en el extranjero, no había dudado de usar su posición para salvar las vidas de quienes corrían peligro, como hizo en Oslo durante la Segunda Guerra Mundial. Sus convicciones políticas le llevaron también a conocer personalmente a dirigentes guerrilleros, como el comandante César Montes durante su estancia en Guatemala, poco antes de viajar a Chile.

      Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, Edelstam, conocedor del accionar represivo de los regímenes militares de la región, pero también de otras partes del planeta, no dudó ni un instante de la nueva misión que debía asumir. Ese mismo día acudió personalmente a la Embajada de Cuba que estaba siendo atacada por un destacamento militar. Su intervención fue decisiva, pues logró parar la agresión y garantizar la salida segura de todo el cuerpo diplomático cubano. Desde ese momento, Suecia representó los intereses de Cuba en Chile hasta la recuperación de la democracia. Las instalaciones cubanas se convirtieron en espacios de gran provecho en esos meses de caos y violencia, pues en ellas se pudo albergar a las decenas de asilados que acudieron a la representación sueca en la búsqueda de su protección. Esta situación generó un profundo malestar en la Junta Militar encabezada por Augusto Pinochet, que declaró persona non grata a Harald Edelstam a comienzos de diciembre. Con su partida, el gobierno sueco decidió bajar su representación diplomática a nivel de encargado de negocios hasta que no se reestableciera la democracia y se respetaran los derechos humanos. El primero de ellos fue Carl-Johan Groth, quien con una actitud mucho más discreta continuó con la protección de los perseguidos políticos.

      En cuestión de pocos días, empezaron a llegar los primeros exiliados a Suecia, no únicamente chilenos, sino también de distintas nacionalidades latinoamericanas, dado que durante el gobierno de la Unidad Popular, se había acogido a perseguidos políticos de numerosos países de la región, como Argentina, Uruguay, Bolivia, Brasil o Perú. Desde ese momento y hasta la actualidad, la presencia latinoamericana en Suecia, por entonces marginal, empezó a crecer con rapidez, en especial la chilena. Además, la visibilidad de la represión ejercida por los militares en América Latina, rápidamente se hizo presente en los diarios y noticieros de Suecia, conmoviendo aún más a los suecos. Por este motivo, en cuestión de pocas semanas, numerosos comités de solidaridad emergieron por toda su geografía nacional, como el Chilekommitté, integrado por personas con fuertes convicciones humanitarias, en su mayoría de distintas corrientes de izquierda, aunque no necesariamente militantes. También se convocaron múltiples veladas y concentraciones por parte de las distintas colectividades políticas, sindicatos y asociaciones de diversa naturaleza. Chile se convirtió en un aspecto central de la vida política sueca. Con la llegada de los refugiados que huían del horror, empezaron a emerger sus propias asociaciones, por lo general articuladas a partir de los partidos políticos. La más importante, que reunió a algunos de los partidos que formaron la Unidad Popular, se llamó el Comité Salvador Allende. De esa forma, se visibilizó aún más sus tradiciones y su cultura, se empezaron a escuchar las canciones de músicos como Víctor Jara o Violeta Parra, muchas de estas traducidas al sueco por artistas como Cornelis Vreeswijk, Arja Saijonmaa o Jan Hammarlund, por nombrar algunos. También el poncho, el charango, la guitarra y las empanadas fueron objetos cada vez más presentes en las actividades de solidaridad. El arte y la literatura de Chile se hicieron reconocidos en Suecia, lo que favoreció también la difusión de la producción cultural de los países de toda la región.

      Con el fin de los regímenes militares, numerosos exiliados optaron por retornar. El último país sudamericano en recuperar la democracia fue Chile, en 1990. La larga permanencia de los chilenos en Suecia les había hecho arraigarse y, en muchos casos, establecer familia. La decisión no fue fácil de tomar, y un número significativo optó por permanecer en el país de acogida ante la incertidumbre que le generaba regresar a la patria. Con la democracia, se elevaron las relaciones bilaterales, e igualmente, Suecia decidió apostar por el nuevo gobierno de la Concertación encabezado por Patricio Aylwin, a través de la firma de varios acuerdos de cooperación, especialmente en áreas de vivienda, derechos de la mujer y protección del medio ambiente. Asimismo, se intensificaron las relaciones comerciales. Los chilenos retornados, así como algunos de los suecos residentes en Chile, se convirtieron en actores claves para la construcción de los puentes económicos y culturales. En la segunda mitad de la década de noventa, la cooperación empezó a reducirse a causa del aumento del Producto Interior Bruto de Chile, el que superó los límites establecidos para beneficiarse de la ayuda al desarrollo sueca. De ese modo, se dio paso a la búsqueda fundamentalmente de estrategias de cooperación económica, y la memoria de periodo dictatorial parecía borrarse.

      La situación cambió de manera drástica con la detención en Londres de Augusto Pinochet en 1998, momento que movilizó de manera masiva a los chilenos residentes en Suecia. Con el 30º aniversario del golpe de Estado, en el año 2003, que vino acompañado de importantes gestos políticos, así como nuevas medidas de reparación para los sobrevivientes de la prisión política y la tortura, resurgieron en Suecia las actividades en recuerdo de las víctimas y en búsqueda de justicia, sobre todo por quienes fueron reconocidos en el Informe de la Comisión Nacional sobre Prisión Política


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