El mediterráneo medieval y Valencia. Paulino Iradiel MurugarrenЧитать онлайн книгу.
económicos, han provocado un retorno espectacular de la cuantificación y de la mensuración de algunos factores que aclaran el crecimiento económico –o la recesión– y las mutaciones estructurales que se derivan. De esta manera se han introducido perspectivas temporales de muy larga duración, pluriseculares, en temas como el movimiento de los salarios y de los precios, el estudio de las rentas familiares, las pautas de consumo y los niveles de vida e incluso los análisis relativos a las desigualdades sociales.7 Estas tendencias cuantitativas están relacionadas con la disponibilidad de una masa impresionante de datos archivísticos y de técnicas de análisis muy refinadas que permiten analizarlos, pero también plantean importantes problemas en cuanto a la posibilidad de utilizarlos en la corta o en la larga duración y en cuanto a la pertinencia de aplicar los métodos a otros campos de investigación, como las condiciones y motivaciones que determinan las decisiones de los actores económicos y que obedecen, con frecuencia, a factores de tipo político y cultural. Recordando los dos enfoques que caracterizan la teoría económica clásica (el macro y el microanálisis) podemos decir que, en los trabajos recientes de los historiadores de la economía, coexisten dos perspectivas diferentes: una, dominante y más atenta a la medición del crecimiento económico de las sociedades preindustriales, y otra más débil y más preocupada por analizar los mecanismos internos del crecimiento mediante el estudio del funcionamiento específico de los distintos sistemas sociales e institucionales.8
DEFINIR
Todos los historiadores están de acuerdo: la economía europea medieval experimenta un movimiento de crecimiento de una extensión y de una duración excepcional que se inicia en los años 800-900 y que se acelera después del año 1000. Solo comparable al momento expansivo del siglo XVIII, este movimiento estableció los caracteres distintivos de la Europa moderna y los fundamentos de su hegemonía y de la primera «gran divergencia» sobre el resto del mundo. Más allá de las discusiones sobre su inicio y cronología, ciclos, comportamientos específicos de los diversos sectores y de las distintas regiones económicas, las definiciones son similares: revolución económica (Bloch), recuperación (Pirenne o Sabatino Lopez), expansión (Cipolla), crecimiento (Fourquin), revolución (Fossier), despegue (Duby), primera expansión (Palermo-Cortonesi), transformación multiforme (Feller), etc.9 El crecimiento económico medieval, admite Guy Bois, ha sido descrito muchas veces, pero no ha encontrado ninguna explicación satisfactoria.10 Continúa siendo un enigma, un misterio o, como decía Alain Guerreau, una aporía de la historia.11 Ante la imposibilidad de definir el misterio, concluía Guy Bois, «es preferible una aproximación analítica, ligada al examen sucesivo de las diferentes facetas del crecimiento y de sus influencias recíprocas».12
Si las causas constituyen un enigma, las manifestaciones son, en cambio, universalmente descritas y aceptadas: aumento demográfico, ampliación de la cantidad de tierra puesta en cultivo, incremento de la producción y de los niveles de consumo, compleja reformulación de los intercambios comerciales e incluso de la acumulación y de la inversión de capitales monetarios, mercantiles e industriales junto a la paralela expansión de los mercados locales y de las ferias regionales. Todo ello con una concepción fundamentalmente dinámica de los equilibrios económicos lentamente construidos: oferta y demanda, crecimiento e inversión, progreso técnico y de la productividad y aumento de los capitales disponibles. Guy Fourquin interpretaba este proceso como una especie de «carrera de velocidad» entre crecimiento demográfico y progreso técnico, donde la tasa de crecimiento de una economía y la oferta de bienes a disposición de cada individuo era resultado del incremento del volumen de inversiones en función, a su vez, de los sacrificios sobre el consumo.13 Ante el dilema eterno (¿consumir o invertir?), concluía Guy Fourquin, la vía del crecimiento habría sido el aumento de la inversión y la acumulación de capital (inmuebles, instrumentos, energía) que favorecería el progreso técnico y, al mismo tiempo, haría crecer el poder adquisitivo de los salarios y las rentas de la población, dinámica que sería aplicable, al menos en parte, al período después del año 1000.
En suma, y con terminología de la teoría económica clásica, el crecimiento era entendido como un proceso constante e ininterrumpido –movimiento de larga duración ritmado por ciclos y coyunturas de breve o medio término– de incremento cuantitativo en la cantidad de factores que intervienen en el proceso productivo (en particular, la cantidad de bienes capitales disponibles per capita o por unidad productiva) y de los niveles de productividad del sistema observada por el grado de división del trabajo.14 Dejando aparte el aumento de la población –quizá el más fuerte de toda la historia europea– y la coyuntura demográfica, que no sabemos dónde colocar si antes, durante o después del crecimiento, se trata de una concepción puramente cuantitativa del desarrollo –extensivo y no autosostenido según repiten constantemente los estudios dedicados a los siglos XI-XIII–condicionado por la intensidad de utilización de los factores productivos, especialmente tierra, y por la variación cuantitativa de la fuerza trabajo que era, en última instancia, el elemento decisivo. A todo esto se suele añadir, como explicación más o menos causal, los modos en que se estructuran e integran las relaciones sociales de producción y de distribución, es decir, los criterios de distribución de los bienes producidos y de la riqueza bajo la forma de renta, beneficio y salario.
En consonancia con esta perspectiva, Mathieu Arnoux ha propuesto recientemente la hipótesis de un aumento masivo y duradero de la oferta de trabajo campesino como motor de un crecimiento medieval sin cambios en las condiciones técnicas de producción. Observado desde este punto de vista, el problema se traslada a la comprensión de las motivaciones de los actores económicos y obliga a reconstruir el contexto que hace que los campesinos tengan que intensificar sus esfuerzos y aumentar la cantidad de trabajo.15 Frente a la visión tradicional que hace hincapié en incitaciones externas, como la violencia señorial y la presión fiscal, Arnoux entiende que el aumento de la oferta de trabajo es una decisión voluntaria y colectiva de los propios actores tal como, bajo la fórmula de «revolución industriosa», la describe Jan de Vries para explicar el crecimiento económico de los Países Bajos antes de la Revolución Industrial.16 Esta interpretación, sin embargo, tendría que integrarse con una explicación de los procesos de constitución del trabajo libre en la sociedad feudal y con otros factores como la retribución del trabajo, aspectos que permiten un alza duradera del nivel de vida en términos de consumo, lo que coloca las transformaciones del señorío, del consumo y del mercado como puntos centrales del debate.
Lo expuesto hasta ahora ha abierto una serie de nuevas perspectivas de gran interés y de estrecha colaboración entre economistas e historiadores que trabajan en historia económica. Una de las más importantes se refiere a la posibilidad de analizar el crecimiento en todas las economías preindustriales y comprender los cambios, emergencias, transformaciones y «divergencias» en una escala temporal amplia de larga duración. Este objetivo exige la revisión del concepto pesimista de histoire inmobile del período premoderno y del proceso de discontinuidad, que desde el punto de vista económico era descrito como la transición de un mundo de rendimientos decrecientes (Ricardo) y de aumentos incontrolados de la población (Malthus) a un mundo diverso inaugurado por la Revolución Industrial.17 Este modelo remarcaba también el comportamiento tradicional del campesino que no produce para el mercado porque tiene una mentalidad conservadora distinta, que no es capaz de controlar el aumento de la población y que no puede superar el estancamiento