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Diario de un adolescente precoz colombiano. SAMCЧитать онлайн книгу.

Diario de un adolescente precoz colombiano - SAMC


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de pie y poner su pie izquierdo en el sanitario para así ayudar a abrirse más el culo. Su agujero era rosadito y su polla preciosa, gorda y bien dura, aunque yo tuviese dos años más que él, estaba claro que él ya había tenido alguna complicidad, pues tenía incluso más experiencia que yo en el área sexual. Le chupé el culo y la polla hasta que llegó el momento en el que me dijo: “Métemela ya” y cuando fui a hacerlo su padre nos golpeó la puerta fuertemente y nos jodió el maravilloso momento.

      Salimos muy asustados, los dos sabíamos que estábamos haciendo algo “malo” y más, porque el que nos había pillado fue Don Hamir, su padre, y nos dio mucha vergüenza. Yo me fui para mi casa y él, seguro que, en la suya aguantó el regaño de su padre.

      Al día siguiente en horas de la tarde, vino su madre y empezó a hablar con mi madre, después de un buen rato hablando entre ellas, mi madre vino a mi habitación y me dio una pela*, me regañó y de paso me castigó, ya que Óscar había dicho que yo le había obligado a hacer lo que estábamos haciendo, entonces fui el que corrió con todo el castigo y el título de violador, porque tenía dos años más que él y eso mi madre me lo recalcó mientras me pegaba.

      A partir de entonces me alejé de mis amigos de la cuadra y empecé a juntarme con otros chicos más grandes y más “malos”, pues sus hermanos hacían parte de la gallada* de los malandros* del barrio.

      Allí empecé a seguir a las chicas, ya que quería demostrarles a mis nuevos y actuales amigos que yo podía tener una novia.

      Mientras estudiaba, empecé a frecuentar a mis nuevas amistades e incluso también a enamorar a alguna chica del barrio.

      Mientras hacía las nuevas amistades, me fui alejando de mis amigos de la cuadra y empecé a empeorar en el colegio, había dejado de ser el niño dulce y me convertí en el chico rebelde.

      Había hecho muy buena amistad con un chico de otra cuadra llamado Diego, no era especialmente guapo, pero me gustaba, ya que desde el principio fuimos muy cómplices y estábamos siempre juntos.

      Un día me invitó a su casa a jugar en la computadora con un juego llamado “Pacman”, desde entonces nuestra amistad cambió e incluso desde ese día nos unimos mucho más y en un momento dado, se sacó la polla y empezó a masturbarse, entonces me pidió que también lo hiciera yo y ni corto ni perezoso le seguí, pues me dio mucho morbo su descaro y la forma de cómo lo pidió, estaba claro que le daba morbo ver otra polla, por eso estaba deseoso de vérmela y como siempre mis amigos quedaban encantados con mi polla, él sin pensarlo me la tocó y pude notar que le encantaba. Ese día solo nos tocamos y morboseamos* viendo como cada uno llegaba al clímax del placer, pues él ya eyaculaba y eso me encantaba.

      Pasaron los días y nuestra amistad fue muy cómplice, siempre permanecíamos juntos desde la mañana hasta la noche, tanto que él se hizo novio de una chica de otra calle y yo estaba enamorando a su amiga.

      Siempre que teníamos oportunidad y estábamos solos, ya fuera en su casa o en la mía, aprovechábamos para darle rienda suelta a nuestra complicidad, tanto que un día le pedí que me echara la leche en mi mano y con ella me masturbaba. Esa sensación fue maravillosa, hacerme aquella paja con su leche aún caliente, pude sentir su olor y me encantaba hacerlo, hasta que hubo un momento en el que él sin decir nada, me la chupó aún con su leche, seguro que esa experiencia, la recordaríamos siempre los dos. Y así fue cada vez que teníamos oportunidad, nos masturbábamos y terminábamos chupándonos las pollas.

      Un día nos fuimos todos a la piscina municipal y allí mismo me encontré a mis amigos de la cuadra, pero ya casi no les prestaba atención, pues había entrado en el círculo de “chicos malos” del barrio. He de decir que Ximena, la chica que tanto me gustaba nunca me había dado un beso y aunque yo le gustaba, no quería darme un beso, ya que tenía una pequeña verruga en mi labio y eso siempre fue el hazmerreír de mis amigos, pero nunca me importó.

      Entonces Ximena era solo una pantalla para hacerles creer que me interesaban las chicas y aunque ella me gustaba no le daba tanto interés, pero sí a su primo Wilmar, que era un chico guapo, alto, moreno y me ponía muy cachondo.

      Ese día en la piscina municipal, Diego y yo nos estábamos masturbando en una zona que nadie frecuentaba y Wilmar y otros amigos nos pillaron, pero en vez de irse, empezaron a masturbarse allí mismo con nosotros.

      Estaba claro que a todos nos gustaba vernos las pollas, pero siempre la mía llamaba la atención por ser de mayor tamaño que las de ellos. Pude notar cómo todos me miraban y se ponían más arrechos* al ver cómo me masturbaba, porque siempre lo hacía con tanta fuerza, que mis huevos golpeaban sobre mi mano.

      Hubo un momento que Katherine, la novia de mi amigo Diego nos encontró y en vez de irse, se escondió y pudo ver aquel morbo que hubo entre los ocho chicos que allí estábamos. Lo sé porque luego en la piscina se acercó y me dijo al oído que mi polla era la más preciosa de todas.

      Un día, Diego y yo estábamos en su casa masturbándonos y chupándonos las pollas y en cierto momento sentimos un grito “les pillé” y nos pusimos muy nerviosos, era su hermano mayor el que nos había visto, que tampoco era muy guapo, pero tenía mucho morbo.

      Él en lugar de irse de allí, se sentó al lado de su hermano y también sacó la suya, esta si era de grandes dimensiones, pues nada más sacarla vimos que era grande, con un capullo enorme, preciosa y sobre todo gorda, allí pude notar que me encantaba y él lo notó, me pidió que se la chupara y ni corto ni perezoso les hice la mamada a los dos hermanos, hasta que los dos me llenaron la cara con su leche. Después hubo un silencio de vergüenza, su hermano se levantó de la cama y nos dijo: “¡Maricones!”, nos reímos con cierta vergüenza, pero con mucha complicidad.

      Nuestra amistad cayó en rutina y como a todos los jóvenes, nos gustaba jugar también, así que gracias a mí, cada grupo de chicos de cada cuadra, nos hicimos todos amigos y jugábamos juntos en la calle a diferentes juegos (Beisbol, Yeimy, Escondite, etc.) y así reinó un poco la tranquilidad entre todos.

      Un día cualquiera después de jugar, las chicas y los chicos nos juntamos por separado, algunos tenían que recogerse más temprano, así que quedamos los más vagos y nos fuimos hacia el Jarillons, donde había muchos árboles y allí nos encontramos al hermano de Diego, nos sentamos todos a su lado y empezamos hablar de las chicas, de sexo y hubo un momento en el que uno por uno, empezamos a decir que se nos había puesto la polla dura. Todos nos subimos a un árbol y nos empezamos a masturbar hasta el punto de corrernos y luego soltamos las carcajadas, pero a mí me había encantado ver las pollas de mis amigos, aunque ya con algunos había tenido alguna complicidad.

      Al finalizar el curso, mi madre se enteró de que tenía que recuperar muchas materias y me castigó, así que no pude seguir con tanta libertad para estar en la calle, pero un día, Sebastián un amigo de mi cuadra, entró para saber cómo me estaba yendo con las clases, aunque sus intenciones eran otras, al rato me tocó la polla haciendo que se me pusiera dura. Sebastián tenía un año más que yo, pero sin ninguna experiencia, me abrazó y frente a frente empezamos a sentir nuestros cuerpos, rozando nuestras pollas duras, pero yo poco a poco fui bajando hasta que se la mamé, él se corrió en mi boca y aunque no tenía una gran polla, me gustaba mucho porque era un moreno guapo y siempre imaginé como sería su polla Y a pesar de irse corriendo de mi casa, supe perfectamente que había venido para eso.

      Pude pasar a 4º de primaria y llegaron las ansiadas vacaciones con ellas pude seguir trabajando en Sameco y así poder ganar dinero.

      Habían pasado varios meses y Sameco seguía igual, pero yo había cambiado un poco, tenía ganas de hacer dinero y hacer cualquier morbo que se me cruzara, me sentía grande y con la libertad de hacerlo.

      Un día llevando hojaldras del puesto de Don Hernando adonde su esposa, pasé por la estación de gasolina y pude conocer a un chico que trabajaba allí, desde que le vi me pareció un chico guapo, su uniforme le hacía más sexy, con el tiempo me gané su confianza, hasta que se dio cuenta de que me gustaba, aproveché y le pedí que me dejase pasar al baño. Claramente mis intenciones eran otras, un chico joven a esas horas de la madrugada y con ganas de sexo, estaba a disposición de la noche.


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