Vía Lucis. Pablo Cervera BarrancoЧитать онлайн книгу.
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Vía Lucis El camino del Resucitado
Pablo Cervera Barranco
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El Vía Laucis Devoción pascual del Tercer Milenio
Manuel G. López-Corps[1]
«Recientemente, en diversos lugares, se está difundiendo un ejercicio de piedad denominado Vía Lucis. En él, como sucede en el Vía Crucis, los fieles, recorriendo un camino, consideran las diversas apariciones en las que Jesús –desde la Resurrección a la Ascensión, con la perspectiva de la Parusía– manifestó su gloria a los discípulos, en espera del Espíritu prometido (cf Jn 14,26; 16,13-15; Lc 24,49), confortó su fe, culminó las enseñanzas sobre el Reino y determinó aún más la estructura sacramental y jerárquica de la Iglesia» (Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, 153).
En la base de esta devoción pascual está el salesiano P. Sabino Palumbieri, fundador en 1984 del movimiento TR 2000 (Testigos de la Resurrección para el año dos mil), quien propuso esta devoción para el cristiano que debía testimoniar al Resucitado en los albores del Tercer Milenio. En el mundo de habla hispana, fue el P. Martín Descalzo quien, en su libro Razones para la alegría, propuso vivir la Pascua como un camino de luz: «Durante siglos las generaciones cristianas han acompañado a Cristo camino del Calvario, en una de las más hermosas devociones: el Vía Crucis. ¿Por qué no intentar –no “en lugar de”, sino “además de”– acompañar a Jesús también en las catorce estaciones de su triunfo?». Corría el año 1985.
En Italia, el santuario italiano de Nuestra Señora de Pompeya, lugar de difusión del rosario, asumió la teología de este piadoso ejercicio y en 1997 se erigieron catorce paneles de bronce (Dragoni) con imágenes del Vía Lucis. La propuesta al peregrino es, tras la celebración de la Eucaristía, meditar «el camino de la luz», subrayando que el cristiano parte del santuario siguiendo las huellas del Resucitado. Como celebración comunitaria, el santuario de Pompeya programa el Vía Lucis el sábado: en las primeras Vísperas del domingo.
Con estos presupuestos, en el inicio del Tercer Milenio, la Santa Sede promulgaba un Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia (DPPL) (2001), cuyo texto recordaba que:
«Mediante el ejercicio del Vía Lucis los fieles recuerdan el acontecimiento central de la fe –la Resurrección de Cristo– y su condición de discípulos que, en el Bautismo, sacramento pascual, han pasado de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia (cf Col 1,13; Ef 5,8)» [ib].
Lugares e iniciativas
En la madrileña Ermita de San Isidro, que celebra al santo labrador mozárabe en la Cincuentena pascual, se dejó sentir la influencia de Martín Descalzo. Allí, el «Camino de la Luz» comenzó a celebrarse como preparación al Gran Jubileo con un esquema septenario, resaltando así la simbólica de este número en la tradición gothohispana. Las siete semanas de la Pascua dan pie a una meditación más profunda del evento del Resucitado en las primeras horas del domingo. La celebración, que iniciaba con un Lucernarium, concluía con una statio mariana y una profesión de fe ante la fuente del agua que el santuario cobija desde hace siglos.
Durante siglos, la devoción del Vía Crucis ha logrado que popularmente los fieles meditasen en el primer momento del evento pascual –la Pasión– y que cada viernes se subrayase el misterio del amor de Cristo en la Cruz. Conscientes de que muerte y resurrección son dos caras del mismo Misterio Pascual del Señor, el Vía Lucis, con todas estas iniciativas, vuelve a «ser un medio para que los fieles comprendan vitalmente el segundo momento de la Pascua del Señor: la Resurrección» (ib).
Esquemas celebrativos
No hay ninguna lista establecida de las estaciones de la Resurrección. Algunos formularios presentan catorce en analogía con el Vía Crucis (cf Martín Descalzo); y, otros, siete momentos en consonancia con la simbólica pascual del Apocalipsis (cf López-Corps).
I. En el esquema de catorce la primera estación es: «Jesús, resucitando, conquista la vida verdadera» (Mt 28,1-6). El enunciado de la segunda reza: «Su sepulcro vacío muestra que Jesús ha vencido a la muerte» (Mc 16,2-6). En la tercera, se detiene a contemplar el triunfo definitivo de la resurrección y sus consecuencias: «Jesús, descendiendo a los infiernos, muestra el triunfo de su resurrección» (1Pe 3,18).
Las siguientes son las estaciones de los testigos de la resurrección. Así, la cuarta estación es mariana: «Jesús resucita por la fe en el alma de María» (Lc 1,41-49). La quinta, bien hermosa y significativa, es la estación de María Magdalena: «Jesús elige a una mujer como apóstol de sus apóstoles» (Jn 20,11-18). La sexta contempla a los de Emaús: «Jesús devuelve la esperanza a dos discípulos desanimados» (Lc 24,13-31).
La séptima, bajo el epígrafe «Jesús muestra a los suyos su carne herida y gloriosa» (Jn 20,26-31), muestra una de las claves de las contraseñas de la resurrección: las llagas sanadas. La corporeidad de la resurrección es el argumento de la octava estación: «Con su cuerpo glorioso, Jesús explica que también los cuerpos resucitarán» (Lc 24,36-43).
El «camino de la luz» se recorre para vencer el miedo y para recuperar la confianza y la alegría: «Jesús bautiza a sus apóstoles contra el miedo» (Jn 20,19-31); «Jesús anuncia que seguirá siempre con nosotros» (Mt 28,16-20); y «Jesús devuelve a sus apóstoles la alegría perdida» (Jn 20,19-31) son los epígrafes de las estaciones nueve, diez y once.
Las tres últimas son las estaciones de la misión. La Pascua marca siempre el tiempo de la Iglesia enviada a la evangelización: «Jesús entrega a Pedro el pastoreo de sus ovejas» (Jn 21,15-17); «Jesús encarga a los Doce la tarea de evangelizar» (Mt 28,16-20); y «Jesús sube a los cielos para abrirnos camino» (He 20,9-14) son los respectivos enunciados de las estaciones doce, trece y catorce.
Este es el camino esperanzado y alegre, audaz y valiente de una Iglesia que –con María, nueva Eva, Reina del cielo– ora, recibe la fuerza del Espíritu (He 2,1ss.) y espera que su Señor venga glorioso desde el cielo.
II. El esquema septenario –siguiendo la tradición hispana– es más breve: La victoria del Cordero inmolado; El encuentro con las santas mujeres; La aparición en el camino de Emaús; Las puertas cerradas del Cenáculo; La comida junto al lago de Tiberíades; El Señor Jesús a la derecha del Padre; y El Misterio de Pentecostés.
Sin embargo, puede desplegarse celebrativamente durante la Cincuentena pascual en tres variantes posibles (a, b, c) para los domingos 1º y 4º (a); 2º y 5º (b), 3º y 6º (c):
1. «La victoria del Cordero inmolado» (Mt 28,1-7; cf Mc 16,1-8; Lc 24,1-9; Jn 20,1-2).
a. El descenso al Abismo: luz y vida (1Pe 3,18; cf Mt 28,11-15).
b. El hallazgo del sepulcro vacío (Mt 28,11-15; Mc 16,2-6).
c. Pedro y Juan corren al monumento (Jn 20,3-10; cf Lc 24,12).
2.