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Ser hoy persona humana y creyente. Antonio Nicolás Castellanos FrancoЧитать онлайн книгу.

Ser hoy persona humana y creyente - Antonio Nicolás Castellanos Franco


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descubierto.

      ¿Pero qué es un valor? Más que definirlo es mejor describirlo.

      Según por donde se mire, resaltamos diferentes aspectos del valor. Algunos lo ven, como una creencia básica, a través de la cual interpretamos el mundo, damos significado a los acontecimientos, a la propia vida, y sentido a la existencia. El valor puede ser el precio de un objeto, que no tiene nada que ver con los principios inspiradores de la conducta humana ética, sabia, libre y solidaria.

      Damos un paso más. Los valores se encuentran como desdoblados en un valor positivo y en su correspondiente valor negativo, antivalor o desvalor. Así al valor de la justicia se opone el contravalor de la injusticia y al valor de la virtud se opone el antivalor del vicio... En el mundo de los valores la persona no se mide ni por lo que dice ni por lo que posee. Vale por lo que es y por lo que hace.

      Los valores desarrollan una conciencia crítica y creativa, que permite tomar postura y crear una opción personal y coherente ante los desafíos del mundo[5]. Y no se queda en las meras actitudes, sino que actúa con comportamientos libres, serios, responsables y solidarios en el ámbito de una sociedad pluralista, donde las propias valoraciones, creencias, visiones y opciones han de saber convivir, en respeto y tolerancia, con los valores y visiones de los demás.

      El valor es la convicción firme y razonable de lo que es bueno o malo y de lo que te conviene o no. Y eso produce en nosotros una escala de preferencias, la escala de valores.

      Los valores éticos requieren para serlo ser fruto del ejercicio de la libertad, son cualidades de la persona humana y son universalizables, es decir, toda persona los pone en práctica para ser y por ser plenamente humanos.

      Si miramos a la historia, nos damos cuenta que consideramos patrimonio común los valores de igualdad, libertad, solidaridad, respeto y promoción de la justicia y de la paz, debido a que son valores que asociamos a los derechos humanos y son el resultado de procesos históricos conseguidos[6].

      En todos estos valores es decisiva la acción de la familia, de la escuela, de la parroquia, las instituciones... en definitiva, la sociedad en la que vivimos[7]. Hemos de reconocer que en medio de las estructuras de poder del sistema actual de valores y contravalores, viven personas muy honradas y de buena voluntad, pero que se sienten impotentes ante ellas.

      En definitiva, alguien que encarna valores, sabe valorar a la persona, su dignidad, el sentido de la vida, lo afectivo, lo simbólico, lo gratuito, una vida sencilla, humana, compartida, mientras que la sociedad de hoy ofrece lucro, desigualdad, consumo en exceso, discriminación.

      Adela Cortina nos ofrece otra dimensión. Los valores no son, ni cuentan, ni se verifican, solo se degustan. Quien tiene capacidad de estimar, los puede apreciar. Y esta capacidad la tenemos todos entreverada entre la razón y el sentimiento. Por eso somos capaces de valorar a las personas y las cosas. Las cosas tienen precio y las personas dignidad. La dignidad es el fundamento en que se basan los derechos humanos, los valores y las virtudes. Y los derechos humanos no se conceden, se reconocen.

      El valor es la utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite. El valor se refiere a la cualidad de las cosas y para poseerlas se da dinero o algo equivalente. El precio se puede fijar pero el valor no. «Todo necio confunde valor y precio», decía Antonio Machado. Los valores son cualidades reales de las personas, las cosas, las instituciones o los sistemas. Y precisamente porque lo son las estimamos:

      El valor no es un objeto, no es una cosa, no es una persona, sino que es una cualidad que descubrimos en la cosa (un hermoso paisaje), en la persona (una persona solidaria), en una sociedad (una sociedad respetuosa), en un sistema (un sistema económico justo), en las acciones (una acción buena)[8].

      Tenemos la capacidad de estimar, de valorar, y es inconcebible un mundo sin valores, sin generosidad, armonía, lealtad... Aquí lo que cuenta no es tanto una jerarquización aceptable, como el desarrollo armónico de todos los valores, de una forma complementaria y armónica.

      Creo que la mejor fórmula de educar en valores es aplicar la pedagogía del encuentro, con todos los que creemos que la vida tiene un sentido y un porqué, por extraño que nos parezca, y que reconocemos y respetamos la dignidad de todos.

      Valores para vivir

      El ser humano necesita una visión integral e integradora de toda la realidad personal, social, cósmica y trascendente. La palabra alemana Weltanschaung lo expresa de maravilla, pues esta «visión del mundo» se va forjando a través de ese proceso gradual de asimilación e interiorización de una escala y jerarquía de valores, que permiten una correcta interpretación de uno mismo, de los demás y de la sociedad en general. Dicha jerarquía de valores fluye entre las constituciones democráticas de cada país, desde la Declaración universal de los derechos humanos que recoge el sentir común de la humanidad y los valores que dignifican la existencia humana; y para los creyentes los valores del reino de Dios, que anunció Jesús:

       Apertura al otro, sin discriminación o exclusión.

       Preferencia por los empobrecidos y marginados.

       La persona ante todo y sobre todo.

       Condena del ídolo dinero.

       Prioridad de las relaciones humanas, personales, interpersonales y personalizadas.

       Conformarse con lo suficiente para conseguir una mejor distribución de los bienes, que son de todos y no de unos pocos.

       Vivir la sexualidad como un espacio igualitario.

       Hacerse el último a la hora de servir, compartir y en no tiranizar ni oprimir[9].

      El mundo de los valores es muy variado, no se identifican, pero se relacionan entre sí. Así, por ejemplo, Max Scheler, el creador de la escuela de la ética de los valores, ordena los valores según una jerarquía en la que unos son superiores a otros y los superiores reclaman una mayor urgencia que los inferiores. Mientras que nuestro filósofo José Ortega y Gasset presenta otra clasificación, no jerárquica, si bien señala un lugar específico a los valores morales. La vida humana exige encarnar unos valores de forma equilibrada:

       Sensibles: placer/dolor, alegría/pena.

       Útiles: capacidad/incapacidad, eficacia/ineficacia.

       Vitales: Salud/enfermedad, fortaleza/debilidad.

       Estéticos: bello/feo, elegante/inelegante.

       Intelectuales: verdad/falsedad, conocimiento/error.

       Morales: justicia/injusticia, libertad/esclavitud, igualdad/desigualdad, honestidad/deshonestidad, solidaridad/insolidaridad.

       Religiosos: sagrado/profano.

      En la página siguiente se muestra otro modelo de escala de valores muy completo.

      Ante este cuadro de valores, ¿cuál tiene que ser nuestra postura, actitud, compromiso serio? Tres cosas podemos hacer y debemos hacer:

       Apoyar, respetar y dar continuidad a aquellos valores, que ya existen.

       Defenderlos allí donde son precarios o muy vulnerables.

       Tratar de encarnarlos, donde no existen o suprimir los valores negativos.

      Por supuesto no vamos a describir cada valor.

      Pero quiero llamar la atención y brevemente digo una palabra sobre algunos que tienen mucho que ver con la existencia del siglo XXI: la austeridad solidaria, la profundidad, la cultura de la no violencia, la justicia y la libertad.

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