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La liturgia, casa de la ternura de Dios. José Rivera RamírezЧитать онлайн книгу.

La liturgia, casa de la ternura de Dios - José Rivera Ramírez


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expresada en el Hijo que es la sabiduría y comunicada interior y sabrosamente por el Espíritu Santo.

      Conciencia de la eficacia del año litúrgico bien vivido, por la acción del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia. Deseo confiado, receptividad continua a la acción litúrgica, a la iniciativa divina que manifiesta. Atención a la liturgia que vivo desde todos los campos de mi vida: trabajo, estudio, oración, lecturas, santificación personal, abnegación, visión de la Iglesia, visión del mundo, organización de la vida (del día, de la semana, del ritmo del año). Contraste que experimento con la organización del tiempo y del descanso que vive el mundo.

      Conocimiento de las personas divinas que me comunica la liturgia: sus cualidades, sus atributos, su manera de actuar, sus acciones en los hombres y en el mundo, sus deseos, su acción en mí.

      «Mentalidad» litúrgica que se me va desarrollando: perfectamente integrada. Que integra los diversos niveles de mi persona en orden a la santidad: sensibilidad, manera de ver las cosas y los hombres, criterios, posturas, deseos…

      El año litúrgico como cristificación, configuración con Cristo continua: comunicación eficaz, inmediata del misterio de Cristo, entrando en comunión real con él, con su vida aquí en la tierra. Acción continua de Cristo sacerdote, con toda su eficacia…

      Necesidad de recibir y de cooperar a esta actividad de las personas divinas y de la Iglesia como miembros vivos del cuerpo místico…

      3.- Adviento

      Deseo de Cristo, Hijo de Dios, Verbo eterno y verdadero hombre. Deseo de Cristo como salvador. Conciencia de la necesidad de ser salvado, de ser liberado. Conciencia de la necesidad que tiene la Iglesia y cada uno de los hombres. Verdadera necesidad de salvación: profundidad que adquiere el criterio en mi vida real; manifestaciones…

      Actitud de esperanza: ver la virtud en general. Deseo confiado, continuo, permanente, radical, sin fisuras de esta salvación para mí y para los demás.

      Objetos de mis deseos: abnegación continua de apegos. Deseo de la vida eterna, del encuentro definitivo con Cristo. Conciencia de los obstáculos que pongo. Planteamiento cada vez más consciente de toda la vida como un continuo adviento de Cristo a mí y a los demás. No solo preparación para la Navidad, sino para todo el año litúrgico.

      4.- Navidad

      Amor a Cristo, Verbo encarnado para mí, porque es complacencia del Padre y del Espíritu Santo, porque nos es dado para esta complacencia perfecta y eterna. Intimidad con Cristo esposo.

      Tendencia fácil y gozosa a la oración: intimidad consciente y explícita. Contemplación abundante de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

      «Intercambio que nos salva»: si mi vida va teniendo sentido centrada en Cristo.

      5.- Epifanía

      Manifestación de Cristo a todos los hombres. Si le reconozco en sus distintas manifestaciones y presencias. Y con fuerza y expresividad (Inhabitación, liturgia, sacramentos, Iglesia, pobres, sufrimientos, humillación, cruz, superiores…). Si voy siendo manifestación de Cristo cada vez más luminosa, más clara, más reconocible.

      6.- Tiempo anterior a Cuaresma

      Nos presenta la vida cristiana como seguimiento de Cristo. Conciencia de haber sido llamado ya desde el bautismo: iniciativa divina; Cristo ha venido a llevarme consigo.

      Vida de santidad, como vida de relaciones personales con las personas divinas y por ello también con los demás y con el mundo. Cristo me introduce, es mediador, siempre desde él. A partir del bautismo.

      Llamada a la santidad, a la plenitud de la vida divina en Cristo: «Este es mi Hijo muy amado, en quien me complazco. Escuchadle». La vida cristiana como complacencia en Cristo, como escucha del que es la única palabra que tiene el Padre.

      Certeza de la llamada a la santidad. Manifestaciones de esta llamada: seguridad, confianza… Esperanza de seguir. Criterios equivocados frente a esta llamada que todavía me funcionan: que es difícil; que solo llama a algunos; desconocimiento; la dificultad de mis pecados e infidelidades…

      7.- Cuaresma

      «Está cerca el reino de Dios; convertíos»: actitud continua de conversión ante Cristo, siempre presente.

      a) Bautismo: gracia de filiación divina, deificación, elevación al nivel sobrenatural. Si lo vivo de manera habitual, consciente y gozosa. Si lo valoro debidamente. Si lo agradezco como don inmerecido. Consecuencias de esta vida divina: en mi pensamiento, en mis deseos, en mis sentimientos, en mis actuaciones… a lo divino. Trabajo, como colaboración con la gracia para desarrollar todas las «virtualidades» del bautismo.

      b) Penitencia: vida divina rechazada por el pecado. La realidad de mi pecado; su gravedad en lo que tiene de específico. Importancia real que le doy (humildad, prudencia y medios que pongo para evitarlo…). Ofensa a Dios. Horror al pecado, mi ser de pecador. Necesidad de penitencia. Contrición.

      Deseo de purificación que el mismo Cristo me comunica: de mi pensamiento (errores, vanidades, pensamientos inútiles, criterios falsos…). De mi afecto (desarreglos respecto a personas o cosas…). De mis tendencias corporales (gustos, comodidades…).

      c) Oración: gracia de trato real con las personas divinas. Conciencia de relación personal. Frecuencia. Sentido de indignidad. Oración continua. Intercesión y petición: criterios; experiencia…

      d) Limosna: desprendimiento hasta de lo necesario. Tendencia a la pobreza efectiva. Capacidad de donación de sí mismo. Sentido de administración. Actitud de providencia.

      e) Ayuno: «Mi comida es hacer la voluntad del Padre». Qué cosas me «alimentan», me descansan. Negación del alimento natural, en todas sus formas, para acceder más fácilmente al gusto y deseo espiritual.

      f) Mortificación: criterios. Abundancia. Muerte continua al hombre viejo, carnal. Espíritu de sacrificio, de cruz, como tendencia de identificación con Cristo. Tendencia al conocimiento de Cristo que se manifiesta en la cruz. Realizaciones prácticas de una vida mortificada.

      8.- Jueves Santo

      a) Sacerdocio: conocimiento, aprecio, conciencia de presencia personal de Cristo, buen pastor. Actitudes que lo significan en mí.

      b) Caridad fraterna: presencia de Cristo en los demás, especialmente en los pobres, en los que sufren… Tendencia creciente a la caridad universal, total en cuanto a mi entrega, en cuanto a todos. Manifestaciones diversas de egoísmo…

      c) Eucaristía: presencia sacramental, real de Cristo mismo. Deseo, aprecio, valoración real (ver manifestaciones de ello), sentido de indignidad, adoración, comunión (con todos sus matices y efectos). Criterio de todo esto y su eficacia en mí.

      9.- Viernes Santo

      Tendencia a contemplar a Cristo crucificado.

      Sentido de cruz: amor a la cruz, a los padecimientos, a la humillación. Búsqueda gozosa. Deseo de compartir los padecimientos de Cristo, de completar lo que falta a su pasión.

      Intercesión, expiación, sentido del valor redentor del sufrimiento. Criterio y realizaciones prácticas.

      10.- Resurrección y tiempo pascual

      Gozo sin más de la glorificación de Cristo, de que viva glorioso en el cielo, de su triunfo definitivo, eterno.

      Conciencia de que vive siempre para interceder en nuestro favor, de que nuestra fe tiene sentido a partir de su resurrección.

      Deseo del cielo de vivir los bienes eternos, gozándome en Cristo mismo. Deseo de estar con nuestra cabeza, de participar plenamente de su gloria.

      Cristo resucitado nos hace testigos de su resurrección: testimonio. Apostolado. Celo apostólico…

      11.- Pentecostés

      Madurez cristiana: relación personal, consciente y amorosa con el Espíritu Santo. Principio vital de todos los actos del cristiano. Espíritu de adopción: «Los que se dejan mover por


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