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Mal que sí dura cien años. Rodrigo Ospina OrtizЧитать онлайн книгу.

Mal que sí dura cien años - Rodrigo Ospina Ortiz


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francés parte de la observación de que el ejercicio del poder crea perpetuamente saber e inversamente el saber conlleva efectos de poder51. Esta relación se manifiesta en acciones de carácter político para el control sobre los individuos (legislación penal, teorías y prácticas médicas, organización del trabajo, etc.) y en formas discursivas de expresión del poder. Pero para entender el poder en su verdadera dimensión, Foucault afirma que este debe ser analizado desde sus formas menos jurídicas, desde los mecanismos sutiles que permiten que sea ejercido (como la influencia o difusión de ciertas ideas sobre el manejo del cuerpo), desde sus intenciones, desde su funcionamiento como un factor circulante entre todos los individuos de la sociedad y no solo desde aquellos que lo detentan. El poder, más que un “algo” que se posee, es una relación de diversos elementos. Lo que se forma con esta relación entre poder y saber es una sociedad de la normalización52. Los avances de la medicina, por ejemplo, la medicalización general del comportamiento, de las conductas, de los discursos, de los deseos, etc., tienen lugar en el frente en el que se encuentran los dos planos heterogéneos de la disciplina y de la soberanía53.

      Foucault también se refiere a los intelectuales, la relación que sostienen entre teoría y praxis, y la forma como asumen el concepto de verdad. Parte del contexto de mayo del 68 para afirmar que la idea del intelectual como “agente de conciencia”, situado al margen de la sociedad, se ha desdibujado desde el momento en que las masas descubren que no necesitan de ellos para saber54. Este intelectual era por excelencia el escritor, aquel que se situaba fuera de la esfera del Estado y defendía una verdad universal. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XX, se produce una politización del intelectual en cuanto se aleja de aquella universalidad mencionada y da un giro hacia la especificidad de su saber. Se convierte entonces en un “intelectual específico”, que deriva sus rasgos de su condición de científico-experto, y que defiende un régimen de la verdad que es reglamentado desde las instancias de poder55. En el transcurso de esta biografía se demuestra que la transformación del intelectual que explica Foucault se presenta de manera mucho más temprana en el caso de Jorge Bejarano.

      Para entender las estructuras cognitivas de la clase dirigente con respecto a la higiene, en esta investigación se consultó al historiador Carlos Ernesto Noguera, quién logró plasmar con claridad los postulados foucaultianos a la realidad colombiana. Según Noguera, los asuntos higiénicos no eran necesariamente una cuestión técnica ni médica. Estaban vinculados a intereses políticos y concepciones ideológicas. El control de las clases obreras y campesinas trató de imponerse por medio de lo que identificó como el dispositivo higiénico, es decir, una forma de mecanismo de poder en el que antes que el mejoramiento de las condiciones de vida prima un interés político dominante56. Los acueductos, alcantarillados, la vivienda higiénica, la buena alimentación, la protección materna e infantil, la prohibición de ciertos vicios, la prevención de enfermedades y demás aspectos relacionados formaban parte de una cognición social que, junto con los condicionamientos del desarrollo del capitalismo y el progresivo avance de los movimientos reivindicativos de las clases obreras, se propusieron imponer un prospecto de sociedad moderna que necesitaban las élites nacionales para insertarse en el mundo exterior.

      Con respecto al concepto de discurso político se trabajó a partir de los postulados hechos por el sociólogo y semiólogo argentino Eliseo Verón57. Para Verón, el discurso político debe ser tratado como campo discursivo en el que se presentan intercambios (juegos) y en el que interactúan diferentes tipos discursivos y sus variantes. Dichos intercambios, por una parte, ocurren en un sentido diacrónico, lo que hace variar la estrategia discursiva a lo largo del tiempo; por otra parte, se manifiestan de diferentes maneras en cuanto a los medios de difusión en que aparecen —prensa, radio, televisión, etc.—, hecho que debe ser tenido en cuenta. Para el caso de Bejarano, los modos de manifestación del discurso se identificaron con la prensa, la tribuna pública y la academia.

      Verón también considera que el discurso político se construye desde la identificación de un “adversario”, lo cual le permite definir tres tipos de destinatarios que surgen desde el enunciador: el primero es el de los prodestinatarios, de carácter positivo, los cuales tienen una relación con el enunciador de “colectivo de identificación”, unidos por un lazo de “creencia presupuesta”. En otras palabras, se está hablando de los seguidores del discurso, del “nosotros”. El segundo es el de los contradestinatarios, de carácter negativo, aquellos excluidos del colectivo de identificación y cuyo lazo de creencia se da en sentido inverso, es decir, el “otro”. El tercero y último es el de los paradestinatarios, aquellos a los que va dirigido todo lo que en el discurso político se encuentra en el campo de la persuasión. En el discurso de Jorge Bejarano se identificaron estos tres destinatarios en diversos contextos.

      Por otra parte, se usó el concepto de comunidad epistémica de Teun van Dijk y los planteamientos que presenta este autor con respecto al análisis de la prensa, medio de expresión por excelencia de Jorge Bejarano. Van Dijk parte del hecho de que la noción de episteme —saber o conocimiento verdadero según su acepción clásica— no debe entenderse simplemente como un “conocimiento compartido”, sino que dicho concepto debe definirse en términos socioculturales a partir de los criterios y estándares que la comunidad construye sobre ese conocimiento. Lo anterior significa que una comunidad epistémica es una agrupación social poseedora de un conocimiento al que se aplican ciertos criterios de valoración propios de dicho grupo. Esos estándares de conocimiento que identifican a una comunidad epistémica son desarrollados por expertos e instituciones en diferentes sociedades y momentos, lo cual implica que los discursos manejados por ellos no deben ser analizados solo desde la estructura discursiva per se, sino también, desde las relaciones de poder de quienes los emiten y hacia quienes son emitidos58.

      En relación con lo anterior, para el lingüista holandés el análisis de las opiniones —editoriales, columnas de opinión, etc.— debe hacerse desde un triángulo que relaciona la cognición, la sociedad y el discurso59. Esto lleva a entender la opinión como una representación mental y como una creencia evaluativa, es decir, un conocimiento que puede estar sujeto a criterios de verdad o falsedad, compartidos social y culturalmente. Más importante aún es la diferenciación que hace Van Dijk entre opiniones mentales —representaciones y valoraciones de algo— y opiniones discursivas —opiniones localmente emergentes o fabricadas que se expresan, de manera verbal o escrita, en un contexto específico—60, pues son estas las que se tomaron como uno de los referentes para el análisis de Jorge Bejarano. El discurso de opinión se caracteriza por una estructura argumentativa y una construcción semántica particular de su contenido, a lo que se agrega un estilo de entonación específico según la intención del discurso o sus destinatarios. En palabras de Van Dijk, “[…] a menudo las opiniones no se expresan tanto por lo que se dice, sino por cómo se dice”61.

      Para finalizar, se tuvieron en cuenta los planteamientos de Mijail Bajtín con respecto a los géneros discursivos, con el fin de identificar y describir el o los estilos discursivos utilizados por Bejarano62. Bajtín plantea la existencia de construcciones semánticas a las que llama “enunciados”, en las cuales se conjugan diferentes factores —principalmente culturales y lingüísticos— para dar forma a estilos de discurso o géneros discursivos. Dichos géneros pueden ser simples (primarios) o complejos (secundarios), de acuerdo con la forma en que los enunciados sean presentados o las cargas ideológicas (culturales) que traigan tras de sí. Otro elemento importante de los enunciados es que generan una relación activa entre diferentes sujetos discursivos, es decir, provocan respuestas y construcciones adicionales a los enunciados. Además, Bajtín identifica un rasgo esencial de los enunciados que es la entonación expresiva, la cual representa una expresividad típica del género discursivo del hablante o se trata de un eco del matiz expresivo, ajeno o individual, que hace que la palabra muestre la totalidad del enunciado ajeno como determinada posición valorativa63. En este sentido, se identificaron en el estilo retórico de Bejarano esos matices que permiten ver la intencionalidad de un discurso o una manera de dirigirse a sus destinatarios.

      La biografía como género histórico se ha rescatado desde hace varias décadas64. Frente al rechazo y deslegitimación procedente de la consolidación de los


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