El mundo prodigioso de los ángeles. Susana RodriguezЧитать онлайн книгу.
con el ser humano.
Debido a lo anterior, es imposible rendirles culto, ya que no les corresponde, y en el caso de que así fuera, habría degenerado en una especie de politeísmo, un hecho que San Pablo no dejó de subrayar en diferentes intervenciones públicas.
Sobre esta base fueron definidas las nuevas condición y función de los ángeles, que se impusieron a los creyentes como criaturas ejemplares cuya felicidad era su pleno compromiso al servicio de Dios.
Se trataba de unos seres idealmente puros, cuya imitación convenía al hombre para reconciliarse plenamente con Dios y entrar en su reino al mismo nivel de ellos.
¡Cuántas órdenes monásticas se inspiraron así en el modelo de los ángeles para alimentar el impulso espiritual de sus miembros!
Los tres arcángeles
Aunque los ángeles aparecen periódicamente en el gran libro sagrado, sólo tres de ellos se nombran claramente: Gabriel, Miguel y Rafael. Se trata de tres entes superiores al resto (arcángel significa literalmente «jefe de los ángeles») con misiones especiales: la doble anunciación del nacimiento de Juan Bautista al sacerdote Zacarías y la de Jesucristo a la Virgen María por parte de Gabriel, el combate entre Satán y Miguel y, finalmente, el rol reservado a Rafael, el cual se acomoda perfectamente a la simple función de ayuda (en especial al joven Tobías) y que prefigura el advenimiento del cristianismo. Él es el testimonio elocuente de estar al servicio de Dios y de los hombres.
Dar el nombre de un arcángel a un niño es disponer a este bajo su protección y esperar a descubrir cómo sigue su camino. De cualquier modo, la elección de un nombre concreto queda a gusto de cada uno.
Es así como Gabriel puede convertirse en Gabriele, Gabrielle, Gabrielo, Gabriello, Bielo, Gaby o Gabrio para los niños; y en Gabrielle, Gabriela, Gabrilo, Gabriele o Gaby para las niñas.
De igual manera, Miguel ha dado lugar a Michele, Mikel, Michael, Mikael, Mijaíl, Michelangelo, Miguel, Micha, Michal, Mihaly, Mik, Mick, Mike y Mitchell para los niños; y Michèle, Michelle, Michela, Michaela, Mikaela, Micaela, Mikala, Mikela, Michealina, Miguela, Micheline, Michelina y Misha para las niñas.
Rafael está en el origen de los siguientes nombres: Rafael, Rephael, Rafel, Raphail, Rafaele, Raffaele, Raffaelo y Raffaello para los niños; y Raphaelle, Raphaële, Raphaëlle, Rafaela, Raffaella y Raphaela para las niñas.
La devoción hacia los arcángeles
Aunque el culto rendido a los arcángeles es de inspiración antigua, no ha dado lugar a la edificación de santuarios… excepto en el caso de Miguel. Es cierto que numerosas iglesias, capillas y otros edificios religiosos muestran en sus paredes el testimonio de la devoción de algunos artistas por los arcángeles. Se trata de creadores que han ilustrado – cada uno a su manera y según la estética del momento– los momentos más significativos de las acciones «arcangélicas» que nos narran las Escrituras. Sin embargo, sólo encontramos como lugares dedicados exclusivamente a los arcángeles la abadía de Mont-Saint-Michel y la basílica de Monte Sant’Angelo. Es verdad que la edificación de estos dos santuarios está condicionada por la aparición del arcángel, algo que los convierte en lugares de peregrinación obligada.
La aparición de San Miguel en el Monte Sant’Angelo
La tradición narra cómo en el año 493 en una pequeña gruta del monte Gargan – que se rebautizaría como monte Sant’Angelo tras los milagrosos acontecimientos que evocamos a continuación con detalle– se produjo un acontecimiento prodigioso.
Unos campesinos, tras salir en busca de un toro que se había escapado, lo encontraron en una cueva. Uno de ellos, asustado por la agresividad del animal, preparó su arco y le disparó. Pero, para sorpresa de todos, la flecha, lejos de alcanzar su objetivo, se volvió contra el que la había lanzado y le causó la muerte.
Tras presenciar tal prodigio, los otros campesinos huyeron del lugar en busca del consejo del obispo local, Lorenzo, quien les recomendó tres días de ayuno y plegarias. Tras este breve periodo de penitencia, se produjo el milagro; el arcángel Miguel se apareció a Lorenzo y le dijo: «Yo soy aquel que está siempre cerca de Dios. Aquella cueva me pertenece y he recurrido a este signo para hacerlo saber. A partir de este momento, no se derramará la sangre de ningún otro toro».
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