Aproximaciones a la filosofÃa polÃtica de la ciencia. ОтÑутÑтвуетЧитать онлайн книгу.
de la ciencia y un medio estratégico de cambio social.
Los herederos de esta idea fueron numerosísimos. En Inglaterra, por ejemplo, Christopher Freeman fue discípulo y representante de las ideas de Bernal, y en parte quienes se formaron y formaron el Science Policy Research Unity de la Universidad de Sussex, como Keith Pavitt (recientemente fallecido, como Freeman) o Ben Martin. En general forma parte del núcleo de las políticas socialdemócratas europeas y, en cierta forma, del proyecto de sociedad de bienestar. Si uno examina las introducciones a los programas de investigación de la ce, especialmente al VI Programa Marco, encontrará resonancias reconocibles de las ideas bernalianas.
No vamos a desarrollar ahora un examen crítico de estas ideas. Pero sí es necesario subrayar la concepción pragmática de la ciencia y, sobre todo, que unas autoridades legítimas y justas puedan por sí mismas ordenar la política de la ciencia en un sentido de preservación de la armonía entre justicia y políticas de la búsqueda de lo verdadero, o de lo más eficiente. Implica algo así como una creencia en la transparencia y maleabilidad del sistema de I+D, como si no pudiera ser que el sistema generase su propia dinámica "weberiana" insensible a las necesidades sociales y a las particulares características de la sociedad. Por otra parte, el modelo bernaliano, de una distribución adecuada de las necesidades y fines sociales, según un criterio basado en la justicia, será a la vez una distribución eficiente del trabajo científico, extiende de modo irresponsable el optimismo hasta el proceso de desarrollo de la ciencia y, en la dirección inversa, hasta el progreso social. Implicaría automáticamente que cualquier desarrollo del sistema, no importa que sea básico o aplicado, es automáticamente un motor del progreso social. Varias décadas de pesimismo tecnológico reiterado nos hacen levantar la ceja ante tal creencia.
La solución comunitarista o la República de la Ciencia
El gran oponente de las ideas de Bernal y de la Association of Scientific Workers fue el fisicoquímico Michael Polanyi. Representa el segundo modelo de solución al problema de Platón. Se trata de una mezcla de solución liberal universal con una autonomía irrebasable de la ciencia. El contexto político de Polanyi es el mismo que el de Bernal, salvo que Polanyi se encuentra en el otro extremo político. Polanyi, como será también Popper, representa la reacción liberal contra las ideas marxistas que se habían extendido por las sociedades occidentales con los frentes antifascistas que se organizaron en los albores de la guerra. Polanyi formó parte activa de la epistemología política de la Guerra Fría oponiendo a las ideas bernalianas argumentos que provienen de una concepción del conocimiento que habría de popularizarse unos años después. Steve Fuller ha estudiado con cuidado el periodo que discurre desde la publicación de La estructura de las revoluciones científicas, que tiene como contexto los momentos más álgidos de la Guerra Fría, cuando la carrera armamentística se convirtió también en carrera tecnológica y económica, y Estados Unidos y Europa decidieron extender una concepción de las relaciones entre ciencia y sociedad que después hemos llegado a conocer muy bien, puesto que el "paradigma kuhniano" se extendió irresistiblemente en los nuevos departamentos que se fueron creando al compás de este modelo. La expresión más pura de este proyecto fue la revista Minerva, cuyo primer número salió el otoño de 1962, y en cuya editorial de presentación encontramos una perfecta determinación de su propósito. Así, comienza describiendo los cambios sufridos recientemente por la ciencia: la extensión de las disciplinas, la creciente especialización, la explosión numérica de estudiantes, científicos y universidades a lo largo del mundo, y sobre todo, lo que Minerva denominaba "gubernamentalización de la ciencia" y que caracteriza en estos términos:
El patrón de esta reciente "gubernamentalización" de la ciencia, de lo académico y de la educación superior es extremadamente complicado y variable. Engloba muchas cosas: el establecimiento de relaciones contractuales entre gobiernos y universidades y empresas privadas para la conducción de la investigación y el aprendizaje académico y científico; los esfuerzos gubernamentales para adiestrar un cierto número de especialistas en ramas particulares de la ciencia y la academia en un periodo determinado de tiempo; las decisiones de promover ciertos campos de la investigación; los planes gubernamentales de crear nuevas universidades e instituciones tecnológicas; los planes gubernamentales y políticas de atraer a los más talentosos a las carreras en ciencia y académicas; el fomento gubernamental de la utilización económica de los resultados de la investigación; la dirección real de los laboratorios gubernamentales; la incorporación de la consultoría técnica y científica en el proceso normal de gobierno; la búsqueda de modos de apoyar la ciencia y la enseñanza que respeten la autonomía de las instituciones intelectuales mientras obtienen ciertos servicios deseados.11
Me he permitido esta larga y prolija cita porque representa lo que uno consideraría que es el sueño bernaliano, el establecimiento de una política de la ciencia y la tecnología estable y planificada desde el gobierno. Pero al grupo que representa el consejo editorial de Minerva no le importan tanto los resultados que pueda tener esta política cuanto "la corrección o legalidad de esas demandas". Su posición política es más bien distinta a la bernaliana:
Ciertas demandas que son políticas en el sentido de servir sólo al interés primario de un partido son ilegítimas. La exclusión de otras materias reconocidas universalmente de investigación y enseñanza o la intrusión de creencias políticas y gubernamentales en la sustancia del trabajo intelectual o la influencia de los gobiernos en el nombramiento del personal de enseñanza e investigación sobre bases políticas, raciales o ideológicas son también ilegítimas. También es ilegítimo que las demandas de científicos y académicos tengan que estar de acuerdo con las políticas de su gobierno o de lo contrario sean excluidas o degradadas. Es la intención de Minerva afirmar la concepción tradicional de la autonomía de la vida intelectual, y más específicamente de la libertad académica y negar la validez de las afirmaciones ni sirve a la enseñanza ni al bien común. Reconoce al mismo tiempo que esta concepción tradicional, por más que sea válida como principio, requiere una formulación que haga justicia a las nuevas variopintas relaciones entre el gobierno de un lado y la ciencia, la academia y la educación superior del otro. 12
Está claro que este aggiornamiento que persigue Minerva es parte de una política abierta de oposición a todo lo que signifique alguna ideologización de la ciencia o de su trabajo. A este respecto es muy ilustrativa la lista, no muy larga, del Consejo Editorial. Junto a científicos como Robert Oppenheimer, 13 Abdus Salam o Sir John Eccles, aparece un grupo de historiadores y filósofos que no resisto relatar: Gerald Holton, Thomas S. Kuhn, Charles Snow, John M. Ziman, y, claro, el inspirador de la revista, Michael Polanyi. Es en ese número precisamente en el que aparece el artículo que resume la posición que representa paradigmáticamente el segundo modelo de ciencia ordenada en una sociedad ordenada, "The Republic of Science: Its Political and Economic Theory".14
El objetivo de la epistemología política de Polanyi es el mismo que el que expresa la editorial de Minerva, defender la autonomía de la ciencia contra las intrusiones ideológicas. Fue una posición política que Polanyi tuvo desde que en 1930 fue nombrado catedrático de Química Física de la Universidad de Manchester, cuando comenzaron a llegar noticias sobre cómo los especialistas en genética, o quienes se oponían a Lysenko, eran expulsados o enviados a los gulags. En realidad Polanyi se oponía a la penetración de las ideas de planificación social de la ciencia originadas en el marxismo. Lo más interesante es que deriva su posición política de una posición epistemológica que conocemos bien por ser una parte del núcleo duro del kuhnianismo: el carácter tácito y el compromiso personal como elementos esenciales de la profesión científica.
El carácter tácito de la ciencia, que se opone a su carácter público en un sentido de objetividad proposicional lingüística, deriva esencialmente de tres elementos. El primero es el carácter