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La Argentina: La conquista del Rio de La Plata. Martin del Barco CenteneraЧитать онлайн книгу.

La Argentina: La conquista del Rio de La Plata - Martin del Barco  Centenera


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por postrero testamento, Al D. Diego de poco le servia, Pues tuvo en Santa Cruz atrevimiento, Y pagó en Potosí su tiranía. Diré en otro lugar este alzamiento: Al Abrego volvamos, que sabiendo Que Irala vuelve, al monte vá huyendo. Irala habiendo tiempo navegado El Paraguay arriba con su gente, Y al buen Nuño de Chaves despachado A que salga al Perú muy diligente, Se vuelve á la Asumpcion, que el que ha pecado No puede asegurar jamás la mente: Que no puede hallarse mejor ciencia, Ni prueba, que le iguale á la conciencia. Llegando á la ciudad al fin Irala, Con grande regocijo es recibido; De Mendoza la muerte le desala El corazon, y entrañas le ha rompido. Tras Abrego con priesa el monte tala, Y á Escaso aquesta causa ha cometido: Mas no le fué en el tiro de su mano, Que un tiro que tiró no sale vano. Al Abrego á prender Irala envia, Porque él con los leales retirado Andaba por los bosques á porfia, Del remedio de España confiado. El Escaso, que supo dó dormia, Una noche le halla descuidado, Y al blanco pecho apunta, y fué tan cierto, Que el corazon le parte, y deja muerto. Muchos de los leales desmayaron, Por verse sin cabeza y perseguidos, Y algunos al Irala se pasaron, Y fueron con amor dél recibidos. Los otros, que mas tiempo porfiaron, Vinieron con dolor muy afligidos: Que el nombre de leal era nefando, Y en trisca le nombraban, y burlando. A tal punto llegó el atrevimiento, Del bando del Irala, que casando Su hija con Vergara, por contento Y placer, un soldado suspirando En una farsa sale descontento, Y roto y pobre, y otro preguntando, Y él responde, diciéndole ¿quien era? De los leales soy, que no debiera. ¿Qué, de leales sois, le dice luego: Mirad pues bien el pago que sacado Habeis de esa contienda y triste juego, Que tan contra razon habeis jugado? Hermano, por ventura estais tan ciego, Que no veis que es andar de pié quebrado: El triste del leal dice temblando, Hermano, lo que sé que estoy penando. El valeroso Chaves caminaba La vuelta del Perú donde ha salido, Con trabajo sobrado que pasaba, De gente que el camino le ha impedido. A muchos fuertemente conquistaba, Y á su diccion y mando ha sometido, Rompiendo fuertes y altas palizadas, Con obras muy heroicas y afamadas. Conquistò los Chiquitos, que es frontera Del gran Mojo, Señor de la Laguna: Y entiendo que si mas adentro fuera, A cuestas nos sacára la coluna; Y Hércules segundo Chaves fuera, Y por mas le imitar, el sol y luna A cuestas sustentára, como al cielo El otro, por le dar á Atlas consuelo. Al fin salió al Perú, donde ha hallado Al licenciado Gasca el venturoso. Despues de su negocio relatado, Procura de volverse muy gozoso. Un pueblo en el camino hubo poblado, Por extender su fama deseoso, Santa Cruz de la Sierra le nombraba, Que el sitio al de su tierra semejaba. A Cabeza de Vaca ya volviendo, Lleváronle á Castilla aherrojado. Agora que lo estoy aquí escribiendo Me admiro, como nunca castigado Aqueste caso fué, atroz y horrendo, Y el gran levantamiento confirmado. En mi tiempo yo ví se recelaba El pueblo del castigo que esperaba. Venegas y Cabrera, pues, al preso Llevaron á Castilla, y lo entregaron Al Consejo Real con gran proceso, Y causas, que á su gusto fulminaron. De aquestos dos el uno pierde el seso, Al otro en breve tiempo lo enterraron, El preso por sentencia fué privado Del título y blason de Adelantado. En su lugar habiendo proveido A Sanabria el gobierno, va á Sevilla,[60] Casóse, y el casamiento le ha impedido Que no pueda salir ya de Castilla: Que en breve se murió; y ha partido Con el resto de gente y la cuadrilla Que en armada Sanabria puesto habia, Entregada á la mar, Doña Mencía. Tomaron de la costa á San Vicente Después á San Francisco, dó estuvieron Algun tiempo viviendo alegremente. Por tierra al Paraguay despues vinieron. La mas de toda aquesta poca gente, Que nombre del Socorro les pusieron, De Estremadura son, dó influye Marte De sus sacros tesoros tan gran parte. Sanabria en Medellin nacido habia, Con hijos y muger allí ha vivido, Viudo ya una vez, Doña Mencía En Sevilla por suerte le ha cabido. Movida de su vana fantasía, Con sus hijas de España se ha partido, Con fin de las casar; y así sucede, Que en la muger la honra vale y puede. Tambien Diego Sanabria, el heredero, Despues salió con gente en mala extrena; Que erraron dos pilotos su rotero, Y dieron en el puerto Cartagena. En Potosí le ví hecho minero, Mas nunca tuvo el pobre mina buena: Busquemos una agora en otro canto, Que ya cansa decir en este tanto.

      

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