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Historia de las ideas contemporáneas. Mariano Fazio FernandezЧитать онлайн книгу.

Historia de las ideas contemporáneas - Mariano Fazio  Fernandez


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de metafísica tiene en mente la metafísica racionalista del siglo XVII. Sus críticas no hacen mella a la metafísica clásica, que a diferencia de la metafísica dogmática, parte de la experiencia y se sirve de la abstracción para llegar a conocimientos universales y necesarios.

      c) La moral kantiana

      La Crítica de la razón pura respondía a la pregunta sobre el conocimiento: ¿qué podemos conocer? En cambio, la Crítica de la razón práctica, debe responder a la pregunta sobre la moral: ¿qué debemos hacer? La respuesta de la moral kantiana será tan revolucionaria como la de la teoría del conocimiento.

      La moral kantiana es una moral del deber. Hasta Kant, el concepto básico de la moral era el de bien, que se ponía en relación con el fin último del hombre. En cambio el filósofo de Königsberg considera que tal concepción de la moral es en sí misma inmoral.

      Kant se encuentra frente a una concepción empirista del bien, entendido como placer o interés. Respecto a esta doctrina, parece clara la crítica kantiana: la tendencia hacia un bien es una tendencia egoísta, hedonista y utilitaria. La crítica de Kant, por el contrario, pierde fuerza frente a la moral racionalista que entiende el bien como un absoluto que trasciende lo sensible, o frente a la posición clásica, que considera el bien moral como la realización plena de la naturaleza humana entendida en un sentido teleológico. De todas maneras, según Kant, la búsqueda de la felicidad no puede nunca fundamentar una obligación. Si el hombre busca su propio bien, significa que tiene una tendencia egoísta. Y dado que esta tendencia es un hecho habitual, una necesidad natural, nunca una tendencia natural —y por lo tanto necesaria, y no libre— puede servir de base a una obligación moral.

      La oposición kantiana entre libertad (ámbito moral) y naturaleza (ámbito necesario) se ve con claridad en este punto: ninguna tendencia puede ser fuente de moralidad, en cuanto dichas tendencias pertenecen al ámbito de la naturaleza, de la necesidad, y no a la dimensión de la moral y de la libertad.

      La primera conclusión revolucionaria de su punto de partida es que la moralidad de una acción humana no se puede basar en su materia —es decir, en los bienes o fines a los que tiende una acción—, sino en su forma, es decir, en la intención del agente, teniendo en cuenta si esta intención se conforma con el deber dictado por la razón.

      Entre la Crítica de la razón pura y la Crítica de la razón práctica, Kant publica Fundamentación de la metafísica de las costumbres. En esta obra, nuestro autor afirma que la única cosa que podemos llamar buena es a la buena voluntad. Lo que hace que una voluntad sea buena no son sus obras ni el éxito que puede alcanzar, sino su rectitud, que consiste en la intención de obrar por el deber. No se trata sólo de obrar de acuerdo con el deber, sino por el deber. Una acción hecha sólo por inclinación no es moral, aunque materialmente esté conforme con el deber. ¿Qué es el deber? Es una ley que proviene a priori de la razón y que se impone por sí misma a todo ser racional. Es un factum rationis, y se traduce en la conciencia a través de un imperativo categórico.

      Kant distingue entre imperativo categórico e imperativo hipotético. El segundo determina a la voluntad sólo con la condición que quiera alcanzar unos determinados objetivos: «si quieres obtener buenas calificaciones, debes estudiar». El imperativo hipotético puede ser una regla de conveniencia, o un consejo de prudencia. El imperativo categórico, en cambio, declara la acción objetivamente necesaria en sí misma, sin relación con ninguna finalidad: el imperativo categórico no dice «si quieres..., debes...», sino «debes porque debes».

      El imperativo categórico es una ley práctica que vale incondicionalmente para todo ser racional, pues se trata de una regla objetiva y universalmente válida, independientemente de todas las condiciones subjetivas accidentales que se pueden encontrar entre los hombres.

      En la Fundamentación Kant presenta tres fórmulas del imperativo categórico:

      Mediante la tercera formulación se introduce el concepto clave de autonomía. El deber no se impone desde el externo de la voluntad, ya que proviene de la razón que constituye al hombre. Someterse a una razón extraña sería una heteronomía incompatible con la dignidad de la persona humana. Para Kant, la autonomía de la voluntad es el único principio de toda ley moral y de sus deberes respectivos. La heteronomía no fundamenta ninguna obligación y es contraria a la moralidad del querer.

      En la teoría moral kantiana, la autonomía está estrechamente ligada a la libertad. La libertad es la independencia que tiene la voluntad respecto a las leyes naturales de los fenómenos.

      En sentido negativo es independencia; en positivo, autodeterminación. La ley moral es una ley de libertad. Primero conocemos la ley, el deber, como factum rationis, y después inferimos como su fundamento la libertad: «debes, por lo tanto puedes».

      La moral kantiana se configura como una moral formalista, del deber, autónoma y universal. Como se puede observar, hay un cambio de perspectiva notable entre la Crítica de la razón pura y la Crítica de la razón práctica. En la primera se criticaba la tendencia de la razón a desligarse de la experiencia y trabajar en vacío: por eso se critica la razón pura. En cambio, en la segunda Crítica, Kant quiere alertar respecto a la tendencia a quedar ligados, en el ámbito moral, a la experiencia. Por eso se critica no la razón pura práctica, sino la razón práctica sin más, la que quiere basar la moral sobre lo sensible .

      En la Crítica de la razón práctica Kant retoma la misma temática de la Fundamentación, y añade la teoría de los postulados. Las ideas de la razón pura, las exigencias ideales que escapaban a la razón, ya que representaban un mundo nouménico desconocido, llegan a ser, en el ámbito de la razón práctica, postulados.

      La afirmación de los postulados requiere un acto de fe práctica. La fe, en cuanto tal, no añade nada a nuestro conocimiento.

      Se trata de una afirmación libre, voluntaria. Los tres postulados de la razón práctica son: la inmortalidad del alma, la libertad y la existencia de Dios.

      La libertad es condición para la vida moral y, como hemos visto, se basa en la ley. Kant añade que en el campo nouménico la libertad se puede entender como causa. Así, el hombre pertenece al mundo fenoménico de la necesidad, y al mundo nouménico de la causalidad libre.

      La existencia de Dios es justificada del modo siguiente: la ley moral me manda ser virtuoso, entendiendo por virtud la adecuación de mi acción al deber. Ser virtuoso me hace digno de felicidad. Ser digno de felicidad y no llegar a ser feliz es absurdo. De aquí surge la necesidad de postular a Dios como el cumplimiento de la felicidad, que en este mundo no se encuentra nunca.

      La postulación de la inmortalidad del alma


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