Hagamos las paces. Marie Estripeaut-BourjacЧитать онлайн книгу.
invocación a la reflexión y a pensar en la hondura de nuestra violencia. Ella, con una sinceridad y una naturalidad admirable, afirmaba: “Yo pintaba lo que iba viendo”.
Sin duda alguna, El tren de la muerte es una creación plástica que muestra, con fuerza, la imbricación de lo estético, lo ético y lo político, muy presente en la obra de Débora. Esta imbricación, desde una filosofía del arte, interroga a la cultura. Se trata de lo ético no solo como reflexión sobre el propio actuar humano y el deber ser, sino también sobre nuestra posición frente al otro, a ese que padece, al que es víctima de injusticias y persecuciones. Se trata de lo estético, en cuanto toca los hilos más hondos de nuestra sensibilidad para sentir el dolor inmenso del hecho violento. Se trata de lo político como llamado a la obligación que tenemos de preocuparnos por el destino de los que han sido víctimas permanentes de acontecimientos terribles en el devenir nacional y que obliga a buscar maneras de transformarlo.
En mi interior, como oyente del relato de la artista frente a una obra tan fuerte de su autoría, se mezclaba la imagen impactante de El tren de la muerte y la voz de la artista con un dejo de tristeza y compasión, y me convencía aún más de que su obra es un grito constante para detenernos a profundizar en la tragedia que este país ha sufrido, en el impacto de la violencia que todavía no hemos podido superar. A la vez, su obra es una forma de vapulearnos para tratar de entender el origen de nuestros conflictos y de nuestras maneras terribles, de olvidarlos o de abordarlos.
3. La violencia social
En otra ocasión, en Casablanca, contaba la artista cómo se inspiró para otro cuadro, Madona del silencio, que es una escena dolorosa y fuerte que capta el instante en que una mujer da a luz en circunstancias adversas, pues se trata de una reclusa cuyo alumbramiento presenció la artista. Narraba Débora que:
En el trabajo como pintora, sentía una necesidad de conocer, más allá del ambiente familiar y social que me rodeaba, lo que era la vida real de la ciudad. Por eso, con compañeros muy cercanos como Carlos Correa y Rafael Sáenz, hacía recorridos por lugares desconocidos como calles más populares que las que acostumbraba a frecuentar: buscaba ir a observar cárceles, manicomios, sitios de vida alegre, mataderos de animales, para mirar esa otra cara de la ciudad: la de la miseria, la explotación y la crueldad.
[…] Un día, en una visita a la cárcel de mujeres a donde fui llamada por las religiosas encargadas4, una de las guardianas abrió una de las celdas. Alcancé a ver a una de estas mujeres recluida, en el momento de un parto, cuando daba a luz en medio de la sordidez y la miseria de esa cárcel. Esto tan duro me llevó a pintar la Madona del silencio. (Bravo, 1985)
Esa Maternidad en la cárcel, otro nombre de la obra (óleo sobre lienzo y hard board de 1,38 x 0,92), es una suerte de “Mater dolorosa”, para utilizar la expresión de uno de los conocedores del trabajo de Débora, Juan Guillermo Uribe (2001), quien se refiere de esa forma a la mujer en la pintura de la artista. La obra nos muestra la otra cara de nuestras violencias además de la violencia política: la violencia social, consecuencia de la pobreza, exclusión y explotación a la que está sometido un sector considerable de la sociedad. Esto, por lo demás, es tema que ocupó un lugar significativo en el trabajo plástico de la pintora antioqueña, y plantea duros interrogantes sobre nuestros desajustes sociales, como la injusticia que margina a tantos y que a otros los lleva a infringir la ley.
Arango. Madona del silencio, 1948, óleo sobre lienzo, 136 x 92 cm.
La Madona del silencio es una imagen desgarradora de una mujer que irónicamente “da a luz” en uno de los sitios más sórdidos y oscuros a los que se pueden enfrentar los seres humanos cuando, por orden de la justicia (y muchas veces, también, como sucede en nuestras cárceles, injustamente), son condenados a prisión y se someten a una de las situaciones más degradantes y trágicas de la existencia humana: la pérdida de la libertad. Esta es una imagen terrible que presenta el destino real de seres que llegan a unos límites crueles y que, por medio de la obra de arte, se convierten en una especie de destino simbólico. La imagen insiste sobre el porqué de la miseria no solo material, sino también moral, a que se ve empujada la condición humana en un medio injusto y desequilibrado socialmente.
Esta Madona es un relato contundente que se convierte asimismo en llamado mediante la manera extraordinaria que tiene el arte de expresar lo humano, y especialmente lo más tristemente humano de nuestra naturaleza. Aquel llamado incita a un análisis y nos estruja para conmovernos frente a la violencia social que nos rodea: “Mis temas son duros, acres, casi bárbaros”, me decía la artista en una entrevista personal.
Cabe señalar que Débora Arango recurrió al tema de la maternidad en muchos de sus trabajos. Por ejemplo, ella también pintó una conmovedora obra, Maternidad y violencia (1950), que muestra a una mujer en avanzado estado de gravidez. Se trata de un óleo de gran formato (2,25 x 0,96) que, en la parte inferior, reproduce un fusil para hacer relación a una maternidad en medio del conflicto, o quizá fruto del conflicto, como tantas veces se presenta en la violencia colombiana.
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