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Mitología maya. Javier TapiaЧитать онлайн книгу.

Mitología maya - Javier Tapia


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ahí, y siempre lo estará.

      Del orden y del desorden emanaron los señores divinos, que siempre habían estado ahí, pero que no habían rascado para salir.

      Los señores divinos vagaban por los cielos sin tener su alimento.

      Se hicieron muchos mundos como éste, pero seguían sin alimento.

      Se crearon plantas con frutos y semillas, pero seguían sin alimento.

      Los señores divinos ordenado el caos

      Se crearon todo tipo de animales, grandes y pequeños, feos y hermosos, hábiles e inteligentes, pero seguían sin alimento.

      Crearon a los primeros hombres de carne como un animal más, pero seguían sin alimento.

      Crearon a los segundos hombres de lodo y arcilla, como animal y sustrato de plantas, pero seguían sin alimento.

      Crearon a los terceros hombres de despojos y cenizas, como animal y mineral, pero seguían sin alimento.

      Crearon finalmente a los hombres de maíz, y los sembraron a su primera muerte, y en su muerte les dieron consciencia, los volvieron a sembrar, y así los hombres creados los empezaron a venerar y a ofrendar, y entonces los señores divinos por fin tuvieron su alimento, que no es otro que la veneración de los hombres.

      Desde entonces todo está regido por ellos, todo en su orden, como debe ser, natural, armónico y equilibrado, todo en su lugar que algún día volverá al desorden primordial donde se encuentra todo.

      Las Tres Piedras

      El cielo estaba plagado de señores divinos que brillaban con luz propia y rasgaban las sombras del espacio.

      Aquí no había nada, no había un aquí.

      De los despojos y la misma sangre de los señores del cielo se empezó a formar nuestro mundo.

      Primero fue candente y de fuego.

      Luego fue enfriado por agua que todo lo inundó.

      Ya estaba nuestro mundo dando vueltas por el cielo, pero no había nada, ni sol, ni luna por arriba, ni plantas ni animales por abajo.

      Toco vacío y sin forma.

      Todo oscuro y triste.

      Aquí nos trajeron los señores del cielo, pero como no había nada, pues había mucha hambre para ellos y para nosotros.

      Así que encendieron la luz del sol y de la luna, pero seguíamos con hambre.

      La estela de Las Tres Piedras

      Luego trajeron las plantas y los animales, pero seguíamos con hambre, porque no había donde cocinarlos y crudos no eran de buen comer.

      Entonces los señores del cielo se pusieron a buscar y a escarbar, hasta que consiguieron tres grandes piedras y sobre ellas hicieron un fogón para cocinar los alimentos. Sin esas tres piedras que contenían al fuego, no se hubiera cocinado nada, y el hambre nos habría matado a dioses y a hombres.

      Ya una vez comidos y satisfechos ellos y nosotros, se dio por conformado nuestro mundo y el universo de arriba, y así empezamos a venerar a los brillantes señores divinos que pueblan los cielos que nos dieron luz y nos mataron el hambre.

      Antes, aunque hubiera mucho, no había nada, porque de nada sirve que haya mucho si no hay nadie que pueda comer y contemplar maravillado la creación y su existencia.

      La inmanencia

      (nadie nos creó, aquí siempre hemos estado)

      No importa de dónde salimos, porque nosotros siempre hemos sido, lo que importa es de donde vinimos y por qué nos fuimos de allí.

      Antes del antes estábamos más allá de los cielos y de las grandes aguas, pero nos acercaron aquí porque hacíamos la guerra y éramos muy orgullosos, y pues nadie nos quería al lado.

      Luego estuvimos entre las grandes aguas, y ahí medramos y crecimos, sabios y fuertes, tanto, que podíamos volver volando de donde nos sacaron.

      No tardamos en molestar y hacer guerras, hasta que vino la gran inundación, que la teníamos avisada, pero no hicimos caso, así éramos de soberbios.

      No teníamos señores divinos, nosotros éramos los señores.

      Nadie nos creó.

      Nosotros éramos los que creábamos todo, y lo que no servía lo destruíamos.

      Pero la inundación pudo con nosotros, nos destruyó, nada pudimos contra ella, y eso que teníamos muchas cosas para combatirla, pero nos ganó.

      Los que pudimos nos vinimos para acá y aquí estamos, como hemos estado siempre en otros lados.

      Muchos se perdieron y volvieron al lugar donde no se tiene cuerpo.

      Tuvimos todo y ya no teníamos nada.

      Había que crear todo de nuevo, y ahí vino la separación, porque unos ya no queríamos crear nada, y otros querían volver a crearlo todo.

      Unos pensamos que para vivir bien y en paz era suficiente con comer y no pasar frío; otros pensaban que querían construir y volver a ser sabios y entendidos.

      Nosotros ya no quisimos la guerra, y ellos querían volver a pelear.

      Nosotros no queríamos ser muchos.

      Ellos querían crecer y ocuparlo todo.

      Crecieron y volvieron a decrecer. Triunfaron y volvieron a perder. Tuvieron y se volvieron a quedar sin nada. Crearon señores divinos y terribles demonios. Aparecieron y volvieron a desaparecer.

      Nosotros seguimos aquí, siendo lo que siempre hemos sido, y aquí seguiremos hasta que venga otra vez la gran inundación y nos tengamos que ir de aquí, total, nosotros somos los verdaderos señores de los cielos y no necesitamos más que comer y contemplar, sin pasar calor ni frío.

      Los cuatro pilares del universo

      Arriba y abajo es lo mismo, todo está en un gran pañuelo con cuatro esquinas y sus cuatro colores:

      El Norte es blanco y por él se va al mundo superior.

      El Sur es amarillo y por él se va a las estrellas del cielo.

      El Este es rojo y por él se va y se vuelve al origen.

      El Oeste es negro y por él se va a lo desconocido o la muerte.

      Cada esquina está sostenida por un Bacab, o divinidad que soporta y protege su área:

      El Norte está sostenido y sustentado por Zac-cimi.

      El Sur está sostenido y sustentado por Hobnil.

      El Este está sostenido y sustentado por Cantzicnal.

      El Oeste está sostenido y sustentado por Hosan-ek.

      Arriba y abajo es lo mismo, las direcciones son las mismas para este mundo que para las estrellas, y los hermanos Bacab vigilan la finitud de ambos reinos.

      El universo se mantiene en el gran pañuelo, pero nuestro mundo se mantiene sobre un cocodrilo, que es el sostén del centro, de color verde, donde crece la Ceiba Sagrada de la vida y la existencia.

      Así fue creado todo para que sepamos de dónde venimos y a dónde ir:

      Los señores de los cielos los puedes encontrar en el Norte de la Tierra y del universo.

      Las cuatro partes del mundo y del universo

      Las estrellas, los grandes viajes y los héroes que nos dieron lugar los puedes encontrar en el Sur de la Tierra y del universo.

      A


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